Conocer a la Dra. Irasema Alcántara Ayala es ante todo, conocer a una universitaria de espíritu auriazul y Puma de corazón. Ella coincide con Juan Villoro en que en el mundo actual se puede cambiar de sexo, de religión, de nombre, menos de equipo de fútbol, porque eso significaría cambiar de infancia o de identidad.

La Doctora, quien es miembro del Comité Científico Asesor del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC) sobre Fenómenos Perturbadores de Origen Geológico e Investigadora Titular B en el Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha logrado armonizar dos grandes pasiones en su querida Alma Mater: su vida profesional como científica experta en desastres, y la posibilidad de estar siempre cerca del fútbol, su deporte favorito. Se dice muy afortunada, pues además de ser parte de la comunidad académica de la Máxima Casa de Estudios, tuvo el privilegio de ser miembro del Consejo Técnico Deportivo del Club Universidad Nacional, A.C. de 2008 a 2012.

"El fútbol es uno de mis grandes amores. Hace tiempo tuve que ir a la Universidad de Colonia en Alemania, a una reunión como integrante del Consejo Evaluador Externo. Era un viernes y los Pumas jugaban el día domingo. Así, aunque nevando, muy temprano tomé el tren el sábado por la mañana para tomar el vuelo de Frankfurt a México y poder ver a mis Pumas jugar ", recordó la Dra. Alcántara en entrevista con el Centro Nacional de prevención de Desastres (CENAPRED).

Aficionada a la pintura, especialmente las obras de Munch, y a la literatura fantástica, compartió con nosotros que su decisión por estudiar geografía está relacionada con el sismo de 1985, época en la que estudiaba en el Centro de Bachillerato Pedagógico para la Escuela Nacional de Maestros, porque pretendía ser maestra de educación primaria como lo fue su mamá.

"Ese día, después de clase, dado que no había transporte, y como la escuela estaba cerca del Centro Histórico, pudimos observar con enorme desolación los edificios colapsados y los estragos relacionados con el sismo. Estuve como voluntaria en la delegación Cuauhtémoc repartiendo colchonetas y víveres a las personas afectadas, pero la reacción no era sinónimo de solución. Ese sismo me marcó ", comentó.

Posteriormente, tuvo un excelente maestro de Ciencias de la Tierra en el bachillerato, quien fue su inspiración, por lo que comenzó a buscar los planes de estudio que más se adecuaran a su interés: "Yo quería ser geomorfóloga y las materias más cercanas a la geomorfología eran las de la licenciatura en geografía, aunque la geología también tenía fuertes vínculos disciplinarios", expresó.

Al terminar la licenciatura, ingresó a la Universidad de Londres para estudiar el doctorado en geomorfología, posteriormente viajó a Boston, en donde hizo una estancia postdoctoral en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, orientándose al análisis de riesgos por deslizamientos de tierra, por lo que se ha convertido en una especialista en desastres asociados a la inestabilidad de laderas desde una perspectiva de gestión integral del riesgo.

"Al no existir una reglamentación que realmente se aplique de manera ética y responsable para evitar asentamientos humanos en laderas inestables, se deriva una problemática que incrementa el grado de exposición de las poblaciones", resaltó la Doctora, quien también destacó que "sería ideal tener un sistema de alertamiento de inestabilidad de laderas, sin embargo al ser México un territorio montañoso atestado de asentamientos irregulares o con marcadas condiciones de precariedad, la opción más viable para reducir el riesgo de desastre por deslizamientos de tierra es la disminución de la vulnerabilidad de las poblaciones y su exposición, a través de mejores condiciones de vida y el reordenamiento del territorio, sin olvidar la sensibilización y concientización de todos los actores involucrados tanto en la construcción como en la gestión del riesgo".

Ante ello, entre otras acciones, la especialista propone contar con una estrategia informativa permanente con fines preventivos que permita conocer a toda la población en su conjunto la problemática del fenómeno, en este caso, la inestabilidad de laderas y en particular a aquellos que habitan zonas en riesgo.

"Es importante también realizar dos tipos de monitoreo para zonas habitadas en terrenos inestables. El primero de carácter informal o práctico, a ser efectuado por las personas que viven en laderas potencialmente inestables con la finalidad de poder identificar en su entorno los síntomas evidentes de la inestabilidad, y el segundo, de carácter científico- técnico o formal, a partir de instrumentación y monitoreo riguroso de la dinámica del suelo que determina las condiciones de estabilidad de las laderas, así como la evaluación de zonas críticas por expertos en la materia", remarcó.

La clave de la gestión integral de riesgo desde la perspectiva de la Dra. Alcántara radica en entender que "los desastres no son naturales, sino la materialización del riesgo; éste entendido como un proceso de construcción social de índole espacio-temporal derivado de las múltiples dimensiones de la vulnerabilidad de grupos de población expuestos a diferentes amenazas".

Posterior a los desastres, la reubicación de las poblaciones y la reconstrucción social son aspectos delicados y complejos, señaló.

"En el caso del deslizamiento de la Pintada en Guerrero, tuvimos oportunidad de hablar con gente que fue afectada y nos preguntaban sobre la posibilidad de regresar a su hogar a pesar de haber sufrido pérdidas humanas y de conocer el riesgo existente. Recuerdo el caso de un joven que se encontraba en Chilpancingo cuando fue el desastre y al regresar a su casa se encontró con la noticia de que con excepción de un hermano, todos sus familiares habían muerto. Él pidió a los encargados de la reconstrucción que su casa fuera edificada en el mismo lugar donde estaba para recordarlos y sentirlos cerca. Es indiscutible que aspectos como el arraigo territorial, las tradiciones, las formas de vida, los lazos con el espacio social y las necesidades económicas, necesitan ser comprendidos y atendidos para poder caminar correctamente hacia la reconstrucción del tejido social y del entorno socio-natural de sus pobladores", comentó.

Por ello, se debe entender que la prevención de desastres es un proceso complejo que amerita un enfoque multidisciplinario en el que se consideren las condiciones económicas, sociales y culturales de una comunidad. "La gestión integral del riesgo de desastre es un proceso que debe estar conformado por una serie de acciones y actividades de interacción coordinada, transversal y ética, entre los diferentes actores sociales e institucionales, es decir, toda la sociedad en su conjunto, para conocer y transformar las necesidades y debilidades asociadas con la construcción histórico social del riesgo, expresadas en las diferentes dimensiones de la vulnerabilidad, en respuestas puntuales y soluciones colectivas que consideren una planificación del uso del territorio y de sus recursos naturales, la práctica de su ordenamiento y el desarrollo de las comunidades acorde a su potencial socio-territorial particular y no a intereses extrínsecos. Este proceso requeriría la creación, difusión y apropiación de conocimiento e innovación tecnológica, el fortalecimiento de capacidades, una coordinación interinstitucional permanente, con continuidad y sin tintes o intereses políticos, una comunicación permanente y veraz, el aprendizaje de las experiencias, tanto positivas como negativas, la fundamentación de la toma de decisiones y lo más importante, la corresponsabilidad ético-social", concluyó la Doctora.