¿Quiénes seríamos los mexicanos sin el maíz? Este grano no solo nos da identidad sino que desde hace siglos el maíz mexicano es reconocido como uno de los cultivos más productivos a nivel mundial.

Su origen se ubica en el municipio de Coxcatlán, en el Valle de Tehuacán, Puebla, en el centro de México, donde el antropólogo estadounidense Richard Stockton MacNeish encontró restos arqueológicos de plantas de maíz, que se estima datan de hace, aproximadamente, ocho milenios.

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La alimentación es el principal uso que se le da al maíz. Su versatilidad en la cocina lo hace ingrediente principal en los platillos mexicanos.

Es evidente que si algo nos permite hablar de la variedad y diversidad de nuestra gastronomía, es gracias al maíz, el frijol, el chile y otros 60 productos asociados al agrosistema llamado milpa.

La milpa es un complejo sistema agrícola y cultural con muchos siglos de existencia. La rotación de sus cultivos mantiene la fertilidad del suelo, evita el desgaste de la tierra y asegura la disponibilidad de granos básicos en la alimentación de las familias mexicanas. 

La palabra viene del náhuatl milli (que significa campo) y pan (encima), es decir, encima del lugar. La milpa permite la producción de más alimentos, además del maíz. Cada región de nuestro país intercala diferentes cultivos con plantas de la zona o con combinaciones, puede incluir distintos vegetales pero la triada de maíz, frijol y calabaza es la más común.

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Una de las ventajas del consumo de estos cultivos es su efecto antitóxico, ya que la dieta de la milpa favorece la eliminación de toxinas en el metabolismo, y su alto aporte de fibra soluble e insoluble, inhibe la absorción de colesterol, que fomenta enfermedades cardiovasculares.

Además, la combinación del maíz y el frijol en nuestra dieta, conforma una gran fuente de proteínas que contribuyen a fortalecer el sistema inmunológico previniendo enfermedades.

En el caso del programa Sembrando Vida, el sistema de la milpa se intercala con árboles frutales o maderables, impulsando de esta manera la productividad y la soberanía alimentaria y dando lugar a lo que se conoce como milpa regenerativa.

A través de este sistema, los sembradores aplican diferentes tecnologías de conservación y manejo de agua y suelo, lo que contribuye a contrarrestar el daño ambiental y mejora la productividad de las parcelas.

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Además de incentivar la recuperación de las técnicas tradicionales de cultivo para el logro de la seguridad alimentaria y nutricional, se estrechan los lazos de solidaridad entre las y los sembradores, y se promueve la conservación del paisaje natural.

Desde Sembrando Vida se busca que este sistema de cultivo milenario rescate la producción de alimentos tradicionales de México, ya que ayudan a conservar la diversidad de los cultivos que han formado parte de nuestra tradición gastronómica por años.

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