Los frijoles al igual que las legumbres en general han sido parte esencial de la alimentación humana desde hace siglos, su valor nutricional, en general, no es reconocido y con frecuencia su consumo no se valora lo suficiente, no obstante, las legumbres desempeñan una función crucial en la nutrición y salud, en la producción sostenible de alimentos y, sobre todo, en la seguridad alimentaria.

Nutricionalmente posee un alto contenido de proteína, el doble de cantidad que los cereales de grano entero (trigo, avena y cebada) y el triple que el arroz, tiene una elevada proporción de vitaminas del grupo B como el folato, tiamina o niacina.

Contienen importantes minerales como el hierro, potasio, magnesio y zinc, son generosas en carbohidratos complejos y fibra, lo que propicia una liberación lenta y gradual de energía, es también un excelente antioxidante que contrarresta el envejecimiento natural.

Tienen importantes propiedades bioactivas que fortalecen la Salud como las sustancias fotoquímicas y antioxidantes que contribuye a reducir el deterioro cognitivo, los síntomas menopáusicos y favorece la buena salud.

Genera sensaciones de saciedad y contribuye a estabilizar los niveles de glucemia, convirtiéndolo en la opción ideal para personas que padecen de diabetes, favorece la disminución de la presión arterial, mientras que la fibra reduce el colesterol malo. El sistema nervioso también se favorece del consumo de frijol debido a que contiene folato (ácido fólico o vitamina B-9) que auxilia al metabolismo energético.

México tiene una tradición en la producción y consumo es el quinto productor de frijol en el mundo, tercer lugar en superficie sembrada a nivel nacional y séptimo lugar en valor de la producción, México genera una amplia diversidad de frijoles, aunque su producción y consumo se concentra en las variedades negro, pinto, flor de mayo, azufrado y flor de junio, el consumo per cápita es de 9.9 kilogramos al año.