El suelo y la agricultura han estado ligados desde el inicio de las civilizaciones, pues fue gracias al manejo de los nutrientes del suelo que el ser humano pudo comenzar a cultivar sus alimentos. Es en el suelo donde comienza la alimentación. Está compuesto de minerales, agua, aire y materia orgánica, la cual está constituida de bacterias y hongos, hasta lombrices y otros animales de tierra, que actúan como agentes primarios para la conducción del ciclo de los nutrientes, regulando la dinámica de la materia orgánica del suelo, la cantidad del carbono y las emisiones de gases de invernadero que emite.

Sin embargo, todas estas bondades pueden verse opacadas por malas prácticas agrícolas como el laboreo intensivo, la eliminación de la materia orgánica, irrigación excesiva utilizando agua de mala calidad y sobre todo, el uso excesivo de fertilizantes, herbicidas y pesticidas; lo que agota los nutrientes del suelo más rápido de lo que son capaces de recuperarse.

Por esta razón, resulta fundamental ejercer acciones para la conservación y recuperación de los suelos de México. El Gobierno de México a través de la Secretaría de Agricultura, en conjunto con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Colegio de Posgraduados (Colpos), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), entre otros se están desarrollando tecnologías que mejoren la capacitación al productor, y así poder recuperar y conservar el suelo agrícola.

También, por medio del programa prioritario Producción para el Bienestar (PpB) quien desarrolló y está implementando la Estrategia de Acompañamiento Técnico (EAT) que consiste en impulsar, entre los productores la adopción de prácticas agroecológicas en el manejo de los cultivos (maíz, milpa, frijol, arroz, café y caña de azúcar), y con ello contribuir en la promoción de sistemas locales de producción y consumo de alimentos sanos, nutritivos, sustentables, resilientes, competitivos y socialmente responsables.

La EAT considera la incorporación de prácticas para el manejo integrado del suelo, la planta y el monitoreo de las variables meteorológicas que mejoren la rentabilidad, competitividad y sustentabilidad de la producción de granos, café y caña. Las prácticas están orientadas al restablecimiento de la salud de los suelos a través de la descompactación, el incremento de la materia orgánica, el equilibrio microbiano y la remineralización, y con ello reducir y/o eliminar el uso de agroquímicos mediante la producción y uso de bioinsumos, tales como compostas, lixiviados de lombricomoposta, microorganismos, bioles, extractos vegetales y otros, que favorezcan el restablecimiento del ciclo natural de la fijación de carbono y disposición de nutrientes para así mejorar la inocuidad y el rendimiento de los cultivos.

En México el suelo significa vida, pues de él dependen casi todos los cultivos. Nuestros héroes de la alimentación no sólo tienen la tarea de producir alimentos, sino de cuidar los suelos que de ellos emergen.