El jitomate fue domesticado por los pueblos mesoamericanos hace 2,600 años, por eso en México gozamos de una enorme variedad tanto de tamaño como de colores y por supuesto de sabores, algunos ejemplos son: redondo (bola), saladette o guajillo, pera, cereza o cherry, además por su calidad nos posiciona como líderes mundiales en exportación.

En el norte de México, se emplea el vocablo tomate, mientras que en el centro y sur se prefiere jitomate. Esto es así para, de alguna manera, diferenciarlo del tomate verde o tomate de cáscara, que en el norte se le conoce como tomatillo, por lo que allá no hay confusiones. Igualmente se utilizan mucho los vocablos tomate bola o tomate saladet, que hacen referencia a tipos de variedades.

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El jitomate es uno de los cultivos más importantes de México y del mundo, tanto por su importancia económica como por ser fuente de vitaminas, minerales y antioxidantes, Los minerales que contiene son calcio, fósforo, potasio y sodio y las vitaminas que contiene son A, B1, B2, y C.

Además, tiene propiedades medicinales entre las que destacan las siguientes: antiséptico, alcalinízate, depurativo, diurético, digestivo, laxante, desinflamatorio y remineralizaste.

El uso del jitomate es infinito: con él se prepara todo tipo de salsas rojas, caldillos, guisos, también puede comerse crudo en rebanadas, asado o cocido, etc., es el alma de la gastronomía mexicana; porque sin jitomate no hay salsa roja para los tacos ni mole para las fiestas, adivina qué más no habría sin jitomate… exacto, pizza.

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