Desde tiempos muy remotos, en las diversas culturas del mundo, el hombre ha gozado de privilegios, poderes y libertades, y por medio de las estructuras políticas, sociales y culturales ha ejercido control sobre la mujer, no simplemente privándola de sus derechos, sino al grado de determinar sus acciones y comportamientos cotidianos a partir de la dinámica conyugal que el mismo varón llegó a establecer.

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Sin duda alguna, la época novohispana no fue una etapa en la que pasara desapercibido el control sobre las esposas, concubinas y amantes por medio de la fuerza y el abuso de poder, pues dentro de las acusaciones criminales y demandas judiciales en los pueblos y ciudades de la Nueva España se encontraban casos de maltrato conyugal contra las mujeres, delito que en distintos gobiernos ha sido castigado a partir de diversas concepciones de violencia marital y para el cual se han elaborado múltiples normatividades y penalizaciones.

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Uno de estos casos fue el que se presentó en 1808, en el pueblo de Zacualpan, jurisdicción del Estado de México, donde Francisco de los Santos Mateo se encontró preso por el presunto homicidio de su esposa Felipa Atanacia. Junto con él fueron acusados sus padres, Marcos Juan y Josefa Andrea, por complicidad. Ante dicha situación, los detenidos pedían que se les otorgara el indulto por esta acusación, pues aseguraban tener evidencias de que Felipa estaba enferma de gravedad, lo que había provocado su muerte.

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Ante dicho proceso, el tribunal del Santo Oficio comenzó nuevamente con las averiguaciones. Primeramente, se tomó en cuenta el dictamen de un cirujano quien determinó que Felipa murió a causa de golpes y cortaduras, aunado a esto se sumaron los testimonios de diversos vecinos y del hermano menor de Francisco, un joven de 14 años llamado José Macario, quien aseguró que no era la primera vez que su hermano golpeaba a su esposa y que sus padres también ejercían violencia contra ella. José Macario atestiguó haber presenciado el asesinato.

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Las autoridades determinaron por medio de los testimonios que Francisco era el culpable legítimo de la muerte de Felipa Atanacia, le negaron toda solicitud de indulto que le permitiera salir de prisión. Fue el único que quedó preso, pues su padre murió durante las averiguaciones dentro de la cárcel y su madre fue puesta en libertad, pero con el antecedente de haber participado como cómplice en dicho delito.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Criminal, vol. 3, exp. 14.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*