A finales de 1870, la red de comunicación Unión Postal Universal comenzó con la comercialización de las tarjetas postales en México, las cuales se convirtieron en un recurso gráfico que permitió documentar las diversas facetas del país desde los restos arqueológicos y los conflictos bélicos hasta los edificios y monumentos que dieron cuenta de su riqueza social y cultural.

La producción de postales que dan cuenta de nuestras vivencias, viajes y eventos memorables es una práctica bastante común hoy día y ha adquirido incluso formatos digitales. Serán contados los casos de quienes no hayan enviado una postal impresa a un destinatario especial o publicado una postal digital de su último viaje en la red social de su preferencia, quizás con algún mensaje que atesore el momento. Uno de los temas que podemos conocer en el Archivo General de la Nación (AGN) es el mundo de las postales impresas. Estos pequeños rectángulos de papel guardan en su contenido no sólo las imágenes de un México que ha quedado en el pasado, sino también memorias y recuerdos de las personas que utilizaban este medio para comunicarse.

El uso oficial de las tarjetas postales en el mundo se remonta a 1865, cuando el funcionario de correos de Alemania, Heinrich von Stephan, planteó usarlas como correspondencia no reservada. Años más tarde, el alemán Emmanuel Herman expuso las principales ventajas que ofrecían para comunicarse, con lo cual logró convencer a varias personas de usarlas[1]. Poco a poco, estas piezas de papel se trasladaron a otras latitudes, llegando hasta los Estados Unidos de América. Ahí se comercializaron y circularon en grandes cantidades a través de la Unión Postal Universal, red de comunicación que trajo las primeras postales a México a finales de la década de 1870.

En 1881, la Administración General de Correos de México tuvo la autorización para hacer circular tarjetas postales en el territorio nacional, previo pago de una estampilla de un centavo. Sin embargo, hasta el 18 de abril de 1883 se contempló legislar su uso en la normativa del Primer Código Postal de la República Mexicana. En éste se determinó que las tarjetas postales tenían el mismo valor que una carta, con lo cual adquirieron un valor como documento de evidencia.

Las tarjetas postales tuvieron una inmediata aceptación en nuestro país. Así se puede documentar en algunos periódicos que solicitaban a los suscriptores enviar sus comentarios o actualización de datos a través de este medio. A estos usos se sumó la tendencia del coleccionismo que algunas personas comenzaron a practicar pues, al igual que los timbres postales, podían ser adquiridas fácilmente. Una nota del periódico La Voz de México analizó el fenómeno en los siguientes términos:

El uso de las tarjetas postales ha venido desarrollándose cada día más y más, pues ha llegado a favorecer algo que, si bien inofensivo e inocente, no dejará de ser una costumbre como otras cualquiera: la de las colecciones. […] Hay en los directorios europeos y americanos una dirección especial detenida a los coleccionistas de postales, y de ello resulta que no es corto el número de personas afectadas por la inocente manía. Si a eso se añade que la postal tiene muchos usos, que es barata y cómoda y que presta muy buenos servicios, no habrá de parecer extraño que su producción aumenta diariamente.[2]

Para inicios del siglo XX, el negocio de las tarjetas postales prosperaba en el planeta. Entonces se publicaban millones de postales en diversas regiones, las cuales manejaban múltiples temas, pero los paisajes, monumentos, edificios y arte eran los más concurridos. Los oficios o escenas de la vida diaria también llegaban a ocupar un lugar destacado en las tarjetas, mientras que algunas postales tocaban temas muy específicos relacionados con conflictos bélicos o temáticas militares de un país.

En el caso de México, las principales compañías dedicadas a elaborar postales buscaron retratar un mundo considerado exótico o desconocido para los viajeros. Ejemplos de ello fueron los vestigios arqueológicos de las culturas prehispánicas o el estilo de vida de los pueblos originarios, cuyas costumbres resultaban desconocidas y atractivas para la mirada extranjera. El gobierno de Porfirio Díaz llegó a trabajar con algunas editoriales de postales y fotógrafos con el fin de retratar obras que reflejaran el progreso y desarrollo de México, con imágenes de las edificaciones palaciegas y monumentales que se mandaron a construir durante su periodo de gobierno.

Entre las principales impresoras de postales establecidas en el territorio nacional a finales del siglo XIX y principios del XX se encontraron la Sonora News Company y la casa editorial J. G. Hatton.[3] Ambas llegaron a utilizar las fotografías de autores como Winfield Scott y Charles B. Waite para ilustrar sus determinadas tarjetas postales, cuyos originales se conservan en el AGN dentro del fondo de Propiedad Artística y Literaria (PAL). La siguiente fotografía, titulada “Reciprocidad en México”, buscó retratar las prácticas culturales y sociales (imagen 1). Por su parte, entre las fotografías que registraron las obras de infraestructura porfiriana se encuentra la de un ferrocarril detenido en el Istmo de Tehuantepec, obra de Waite (imagen 2).

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Imagen 1. Tarjeta postal de la Sonora News Company con fotografía de Winfield Scott (1900)

/cms/uploads/image/file/711239/Imagen2.jpgImagen 2. Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec en cantera

El AGN también resguarda una serie conmemorativa de la Decena Trágica, la cual constituye una memoria gráfica de uno de los episodios más sangrientos de la historia del país durante 1913. La convulsión política y militar entre el 9 y 8 de febrero fue ampliamente registrada por la cámara de múltiples fotógrafos aficionados y profesionales. Estas imágenes encontraron salida en diversos periódicos, publicaciones y, por supuesto, tarjetas postales, las cuales eran utilizadas para mostrar tanto a los personajes como la cara más cruda de la guerra.

La colección fue editada por la American Book & Printing Company unos meses después de los acontecimientos bélicos que se presentaron en la Ciudad de México. Está integrada por cerca de 40 fotografías de diversos autores como Antonio Garduño, Manuel Ramos y Aurelio Escobar, entre otros. Las imágenes capturadas fueron impresas en papel monocromático de 9.7 x 14.7 cm, medidas correspondientes a una postal. Esta colección no sólo buscaba mostrar imágenes en sí mismas, sino documentar los días y lugares en que se desarrollaron los acontecimientos. Así podemos encontrar registro de la disposición de las tropas federales apostadas frente a Palacio Nacional para su defensa frente a los sublevados (imagen 3) y escenas de los saldos de la guerra como los cuerpos calcinados de los caídos, observados por distintos sectores de la población, quienes a su vez se cubren nariz y boca por causa del olor (imagen 4).

/cms/uploads/image/file/711241/Imagen3.jpgImagen 3. Postal con la imagen de la artillería del Ejército Federal frente al Palacio Nacional (1913)

/cms/uploads/image/file/711242/Imagen4.jpgImagen 4. Postal con la imagen de un soldado calcinado observado por transeúntes (1913)

La colección gráfica Felipe Teixidor también ofrece una gran variedad de estos recursos de mensajería, con un total de 175 postales registradas. Dicha colección no sólo guarda una diversidad de imágenes ilustrativas de finales del siglo XIX e inicios del XX, sino que además contiene mensajes breves que dan cuenta de las amistades más cercanas que tuvo el coleccionista. Una de ellas es la que recibió de Virginia, quien a su vez agradece a Felipe el envío de una postal (imagen 5).

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Imagen 5. Tarjeta postal de Virginia a Felipe Teixidor (1913)

Estos son algunos de los tantos fondos en donde los usuarios pueden conocer destacadas colecciones de tarjetas postales dentro del AGN, mismos que se encuentran disponibles para su consulta. Así podrás acceder al pasado de México a través de las imágenes que han quedado plasmadas en papel, pero también a una parte importante de la memoria sentimental y de las relaciones sociales tejidas a través de impresos, gráficos y letras.

Bibliografía consultada:

López Hurtado, Mariana, “La tarjeta postal como documento. Estudio de usuarios y propuesta de un modelo analítico. Aplicación a la colección de postales del ateneo de Madrid”, tesis doctoral, España, Universidad Complutense de Madrid, 2013.

Referencias de imágenes:

Imagen 1. Winfield Scott, Reciprocity in Mexico, México, Sonora News Company, circa 1900, en AGN, Archivos Fotográficos, Colección Fotográfica Propiedad Artística y Literaria, caja 20, registro 2922.

Imagen 2. Charles B. Waite, F.C. Istmo de Tehuantepec. Train at quarry, Oaxaca, México, circa 1900, en AGN, Archivos Fotográficos, Colección Fotográfica Propiedad Artística y Literaria, caja 24, registro 3474.

Imagen 3. Antonio Garduño, Federal Artillery in front of National Palace, Ciudad de México, American Book & Printing Company, circa 1913, en AGN, Postales de la Decena Trágica, Fotografía de guerra, Serie Conmemorativa de la Decena Trágica, registro 01.

Imagen 4. Soldier body partially burned. Cuerpos de soldados parcialmente quemados, Ciudad de México, American Book & Printing Company, circa 1913, en AGN, Postales de la Decena Trágica, Fotografía de guerra, Serie Conmemorativa de la Decena Trágica, registro 09.

Imagen 5. Los enamorados, Ciudad de México, circa 1913, en AGN, Colección gráfica Felipe Teixidor, registro 2876.

 

[1] López Mariana, “La tarjeta postal como documento”, 2013, p 33.

[2] “Tarjetas postales”, La Voz de México, 09 de enero de 1903, año XXXIII, núm. 6, México, p. 1, en Hemeroteca Nacional Digital de México, http://www.hndm.unam.mx/consulta/resultados/visualizar/558a37e57d1ed64f16dfd9ed?resultado=1&tipo=pagina&intPagina=1&palabras=coleccionistas. [Consulta: 23 de marzo de 2022.]

[3] López, “La tarjeta postal como documento”, 2013, p. 91.