La concepción de la muerte ha generado, a lo largo del tiempo, expresiones particulares dentro de cada cultura. La riqueza pluricultural en México permite que diversas tradiciones, costumbres, imágenes y símbolos relacionados con la idea del descanso eterno confluyan. Esto se puede apreciar en la celebración del Día de Muertos, en la que se representa la muerte con calaveritas, ya sean ilustradas, hechas a escala con periódico o cartón y hasta comestibles como las de azúcar, amaranto o chocolate.  

Como parte de los usos rituales en México, este recurso simbólico tiene sus orígenes desde la época prehispánica. Las primeras representaciones de calaveras se encontraban en los llamados tzompantli, estructuras en forma de hilera en donde se exhibían las cabezas o cráneos de los enemigos caídos en combate o sacrificio. Los restos arqueológicos y algunas crónicas de los conquistadores han permitido reconstruir el gran tzompantli mexica que se ubicaba en Tenochtitlán. 

Tras la invasión española y los procesos de evangelización que trajo consigo el intento de unificación al catolicismo, algunas prácticas —como el sacrificio— fueron erradicadas. Sin embargo, la representación del cráneo se insertó en el arte virreinal y adoptó diversos códigos simbólicos que dependían del color, estructura y decoración, además eran de carácter religioso y doctrinario, pues su función era recordar lo fugaz de esta vida. 

Es hasta el México decimonónico que la imagen de la calavera se inserta en el lenguaje público, crítico y satírico de la incipiente prensa mexicana. Se utilizó a la muerte para llenar de significado a algunos procesos sociales, culturales, políticos y económicos del país. Tal fue el caso de la guerra contra la invasión de Estados Unidos de Norteamérica, esto dio paso a la publicación El Calavera. Periódico jocoserio, político y literario (imagen 1), un semanario editado durante la primera mitad de 1847 que retrató la guerra interna y externa que desangró y mutiló a México. 

/cms/uploads/image/file/765131/1.JPG

Imagen 1. Portada principal de El Calavera. Periódico jocoserio, político y literario, México, 1 de enero de 1847

Como su nombre lo indica, este semanario editado por Juan R. Navarro utilizó como personaje principal a una calavera; es la publicación mexicana más antigua en la que se registra el uso de este elemento visual a manera de caricatura para representar “la incapacidad de los gobernantes ante la zozobra del país y el avance de las tropas norteamericanas, el egoísmo de la población, el oportunismo, la corrupción, los manejos respectivos de Santa Anna y sus puros para permanecer en el poder”.[1] En pocas palabras, este periódico figuraba un mosaico de los diversos problemas que afectaban a la nación mexicana en aquella época. Cerca de 14 láminas de caricaturas lo ilustraron antes de ser censurado de manera definitiva (imagen 2).

/cms/uploads/image/file/765130/2.JPG

Imagen 2. Encabezado litográfico que acompaña el verso "Por un buen gusto un buen susto", México, 4 de mayo de 1847

El uso de las calaveras fue retomado por la gráfica popular del siglo XIX, destacando el trabajo del grabador Manuel Manilla, quien hizo de la muerte uno de sus principales sellos dentro de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo. Lamentablemente, la fama de Manilla no llegaría a ser tan exorbitante como la de su discípulo, el grabador hidrocálido José Guadalupe Posada, quien alcanzó su mayor desarrollo artístico al trasladarse a la Ciudad de México en 1888. 

Posada trabajó en la imprenta de Vanegas Arroyo, en donde dio creación a miles de grabados con personajes que emulaban a la sociedad y cultura mexicana, estos ilustraban cualquier tipo de contenido, ya fueran poemas, cuentos, canciones, noticias o cualquier otro que le fuera solicitado (imagen 3).

  /cms/uploads/image/file/765132/3.JPG

Imagen 3. Posada, José Guadalupe, La calavera del Centenario, México, 1910

El trabajo de Posada se ha intentado contabilizar por diversos investigadores, entre ellos se encuentra Héctor Olea, quien en su libro Supervivencia del litógrafo José Guadalupe Posada calculó un aproximado de 9000 grabados que incluyen su vasto panteón de personajes de calaveras, claro ejemplo de la fuerte influencia de Manilla (imagen 4).

/cms/uploads/image/file/765133/4.jpg

Imagen 4. Posada, José Guadalupe, La calavera de los papeleros y de los boleros, México, sin fecha

El 20 de enero de 1913, José Guadalupe Posada murió de manera repentina y desapercibida, sus restos terminaron en una fosa común. Años después, su talento y obra serían reconocidos; los grabados del difunto artista siguieron siendo utilizados para ilustrar diversos impresos que fueron publicados como grabados póstumos (imagen 5)

/cms/uploads/image/file/765134/5.jpg

Imagen 5. Posada, José Guadalupe (atribuido), Calaveras de la prensa, México, sin fecha

Uno de estos grabados fue la llamada Calavera Garbancera, nombre original de la popular Catrina, personaje que fue redescubierto por el aclamado pintor Diego Rivera a través de su obra más aclamada: Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Tal mural muestra a la Catrina en todo su color y esplendor tomando con la mano derecha a un Diego Rivera de niño y con la izquierda, a su creador, José Guadalupe Posada. 

A manera de conclusión, retomemos una idea de Octavio Paz en su libro El Laberinto de la soledad, la cual expresa que el mexicano ha desarrollado hacia el tema de la muerte rituales distintivos para entender y llenar de significado un proceso que es inevitable en la vida, de ahí que “la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.[2] La calavera es un elemento visual imperecedero de la cultura mexicana que, desde la época prehispánica hasta nuestros días, ha sido utilizado para entender y llenar de significado tanto aquello inevitable en la vida, como otros procesos sociales, políticos, económicos y culturales de lo mexicano.

Referencia de imágenes:

Imagen 1. El Calavera, tomo 1, núm. 1, México, 1 de enero de 1847, en AGN, Antiguo Fondo Reservado de la Galería 5, caja 7, exp. 14.

Imagen 2. El Calavera, tomo 1, núm. 29, México, 4 de mayo de 1847, en AGN, Antiguo Fondo Reservado de la Galería 5, caja 7, exp. 14.

Imagen 3. Posada, José Guadalupe, La calavera del Centenario, México, 1910, AGN, Archivos Gráficos, Colección Gráfica Felipe Teixidor, FTx. 723.

Imagen 4. Posada, José Guadalupe, La calavera de los papeleros y de los boleros, México, sin fecha, AGN, Archivos Gráficos, Colección Gráfica Felipe Teixidor, FTx. 724.

Imagen 5. Posada, José Guadalupe (atribuido), Calaveras de la prensa, México, sin fecha, AGN, Archivos Gráficos, Colección Gráfica Felipe Teixidor, FTx. 720.

[1] Helia Emma Bonilla Reyna, “El Calavera: la caricatura en tiempos de guerra”, An. Inst. Investig. Estét., núm. 79, vol. 23, 2001, p.91. [Consulta: 25 de octubre de 2022].

[2] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 5ª edición, 2020.