Antes de la llegada de los europeos, los pueblos originarios de América ya contaban con diversos soportes de escritura, como las estelas de piedra y el papel amate. No obstante, las culturas occidentales exportaron el papel, soporte documental que siglos atrás había sido también introducido en Europa por los pueblos árabes durante su expansión. 

En la época del virreinato, la producción de papel fue una de las principales entradas económicas que recibió la Corona de España. Este soporte, que fue necesario para toda aquella persona que tuviera la necesidad de documentar por escrito algún proceso, ya fuera petición, testamento, querella, título o cualquier otro tipo de documento jurídico o administrativo, estuvo monopolizado durante 300 años aproximadamente.

La manera en la que las autoridades virreinales protegieron la fabricación y venta de papel fue a través de la implementación del impuesto del papel sellado, instituido durante el reinado de Felipe IV para obtener fondos económicos, y del incremento en la fabricación de papel con la construcción de nuevos molinos papeleros en España. Ambas medidas restringían la libre producción de papel en la Nueva España, pues se dependía exclusivamente de los molinos españoles; sin embargo, la gran demanda provocó que se comprara papel de otros países, como Francia, Italia, Países Bajos e Inglaterra.

A pesar de las restricciones en la fabricación de papel en la Nueva España, se construyeron algunos molinos papeleros. El primero se estableció en 1575 en Culhuacán, Puebla, aunque su producción fue limitada y destinada a abastecer la demanda local de este importante producto. 

Tras la consumación de la independencia, fue necesario impulsar la industria papelera en México para evitar la escasez del producto, pues, además de servir como instrumento de comunicación para la incipiente prensa mexicana y para los escritores decimonónicos, se tenían que documentar los procesos administrativos de la nación. Sin embargo, el recién gobierno independiente decidió mantener el impuesto del papel sellado para seguir obteniendo una importante entrada de aranceles.

Para dar vida a la industria papelera se necesitaba contar con capital para crear los correspondientes molinos y fábricas y lamentablemente el gobierno no contaba con los recursos suficientes para su producción, pero algunos particulares sí, por lo que aprovecharon esta situación y buscaron obtener permisos para establecer las primeras fábricas de papel en el México independiente.  Uno de esos casos fue la solicitud que Diego Barry y Tadeo Ortiz le presentaron en 1822 al secretario de Relaciones de la República, José Manuel Herrera, para establecer una fábrica papelera (imágenes 1, 2 y 3).

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Imágenes 1, 2 y 3. Solicitud de Diego Barry y Tadeo Ortiz para establecer una fábrica de papel, Ciudad de México, 9 de mayo de 1822

Ambos empresarios manifestaron el gran ahorro que se obtendría con dicha fábrica, pues aseguraban que la nación mexicana tan solo en un año había tenido que desembolsar un millón de pesos para comprar papel importado. Además, se podría instruir a los mexicanos en la elaboración de papel para, posteriormente, extender la industria e iniciar su exportación a otras latitudes de América del Sur. A cambio, Diego y Tadeo solicitaban la exclusividad de la fabricación de papel por cerca de siete años.

Esta solicitud no fue aprobada por ninguna autoridad mexicana y tras la caída del primer imperio mexicano, el Congreso anuló toda relación económica con Diego Barry, quien fue visto como un prestamista y aventurero inglés que buscaba aprovecharse de la desesperada situación económica de México por medio de ventajosos acuerdos.

Los siguientes intentos para establecer una industria del papel se dieron con la creación del Banco de Avío en 1830, una institución destinada a proveer de capital a la industria nacional para su desarrollo. Ante la oportunidad, diversas personas y autoridades comenzaron a solicitar recursos para impulsar esta industria en México.

Una de esas solicitudes fue la que presentó el ciudadano Laureano de la Torre, vecino de Minatitlán, Veracruz, quien en 1831 pidió un préstamo de diez mil pesos para establecer una fábrica de papel en aquel poblado. De la Torre aseguraba tener los conocimientos necesarios para fabricar diversos tipos de papel a partir del uso de hierbas y cortezas de árboles, pero requería de ese dinero para comprar la maquinaria y llevar a cabo su empresa (imágenes 4 y 5).

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Imágenes 4 y 5. Inicio y final de la solicitud de Laureano de la Torre para establecer una fábrica de papel en Minatitlán, Veracruz, Minatitlán, 8 de marzo de 1831

El préstamo serviría para adquirir cuatro platinas de hierro, tres calderas de cobre, un cilindro de hierro para hilar y otro para reparar la materia, dos pilas de madera humedecidas de plomo, dos telares de máquina, una bomba de agua, una prensa de movimiento continuo, un telar para recortar papel, un hacha para desmenuzar la paja y la tubería necesaria para la entrada de agua y salida de vapor (imagen 6).

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Imagen 6. Lista elaborada por Laureano de la Torre en la que describe las piezas necesarias para la máquina para hacer papel, Chinameca, 10 de mayo de 1831

Laureano de la Torre garantizaba recuperar la inversión en menos de dos años, así como abaratar los costos de producción del papel para ofrecerlo a la mitad de precio del papel extranjero. Asimismo, los recursos obtenidos servirían para dar una fina educación a sus diez hijos, quienes serían ciudadanos instruidos al servicio de la nación.

A pesar del sólido proyecto que había presentado, su solicitud fue rechazada por el Banco de Avío, pues no se apegaba a las bases de operación de las leyes de dicha banca, las cuales favorecían a la industria de los tejidos de algodón y lana y a la cría y elaboración de seda.[1] Aunado a esto, se sumó la consideración de ser un proyecto de alto riesgo, pues Laureano no contaba con experiencia ni con un local.

Por fortuna, se presentaron otras iniciativas ante el Banco de Avío, esta vez de la mano de gobernadores que buscaban impulsar la industria nacional en sus estados. Tal fue el caso del gobernador Cosme Furlong, quien solicitó en 1833 la adquisición de molinos y maquinaria para fomentar la industria del papel en Puebla. A diferencia de Laureano, su solicitud fue aprobada y el banco liberó el presupuesto necesario (imágenes 7 y 8)

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Imágenes 7 y 8. Solicitud de recursos por parte del gobernador de Puebla, Cosme Furlong, al secretario del despacho de Relaciones de la República para fomentar la industria del papel en su estado, Puebla, 20 de octubre de 1833.

A pesar de tan favorable resolución para el estado de Puebla, otro gran problema se hizo evidente: la falta de obreros destinados al armado y funcionamiento de la maquinaria (imágenes 9 y 10)

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Imágenes 9 y 10. Solicitud de obreros para la industria del papel en el estado de Puebla presentada por Cosme Furlong, Puebla, 15 de noviembre de 1833

Como se puede apreciar, el desarrollo de la industria del papel presentó diversos problemas que fueron reflejo del gran atraso nacional, producto de un sistema colonial que por años hizo de México un mercado de consumo de papel, mas no de producción. Aunque a través del Banco de Avío se buscó impulsar la industria nacional, las guerras internas y la falta de experiencia en este tipo de industria llegaron a frenar diversos proyectos, por lo que fue necesario seguir importando papel. 

Referencias de imágenes:

Imágenes 1, 2 y 3. Diego Barry y Tadeo Ortiz al secretario de Relaciones Interiores y Exteriores, José Manuel Herrera, México, 9 de mayo de 1822, en AGN, México Independiente, Gobernación y Relaciones Exteriores, Banco de Avío, caja 1, exp. 2, fs. 2f, 2v y 3f.

Imágenes 4 y 5. Laureano de la Torre al vicepresidente de México, Minatitlán, 8 de marzo de 1831, en AGN, México Independiente, Gobernación y Relaciones Exteriores, Banco de Avío, caja 3, exp. 189, fs. 4f, 4v, 5f y 5v.

Imagen 6. Lista de piezas para la máquina para hacer papel elaborada por Laureano de la Torre, en AGN, México Independiente, Gobernación y Relaciones Exteriores, Banco de Avío, caja 3, exp. 189, f. 15f.

Imágenes 7 y 8. Cosme Furlong al secretario del despacho de Relaciones [de la República], Puebla, 20 de octubre de 1833, en AGN, México Independiente, Gobernación y Relaciones Exteriores, Banco de Avío, caja 2, exp. 77, fs. 2f y 2v.

Imágenes 9 y 10. Cosme Furlong al secretario del despacho de Relaciones de la República, Puebla, 15 de noviembre 1833, en AGN, México Independiente, Gobernación y Relaciones Exteriores, Banco de Avío, caja 2, exp. 77, fs. 23f y 23v.

Bibliografía consultada:

Hidalgo Brinquis, Carmen, La fabricación de papel en España e Hispanoamérica en el siglo XVII, España, El Mercurio salamantino. Blog de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca, 5 julio 2021.