Con la destrucción de la memoria documental de las culturas mesoamericanas, por parte de los conquistadores españoles, comenzó el secuestro de conocimientos y la eliminación de la presencia histórica de los pueblos originarios de América, afirmó la directora del Archivo General de la Nación, Mercedes de Vega, al participar en la Conferencia del Consejo Internacional de Archivos (ICA). 

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Calificó de ignorante y ambiciosa la actitud del conquistador, que decidió anteponer su deslumbramiento por el oro y su afán de poder por “las auténticas minas de oro que había en los archivos que destruyeron”, sometiendo así sus importantes conocimientos al olvido. 

“Sucesivos jerarcas religiosos de la corona española ordenaron destruir gran cantidad de ídolos y quemar la mayoría de los manuscritos que contenían conocimientos de medicina, astronomía, arquitectura o herbolaria; y valiosa información sobre la vida cotidiana de los pobladores originarios. Desafortunadamente esta invaluable memoria comunitaria, les pareció desechable a los celosos conquistadores que traían una fe exótica para los indígenas”, afirmó.

La directora del AGN y presidenta de la Asociación Latinoamericana de Archivos (ALA), agregó durante su participación en el panel Mesoamérica, archivo vigente de una civilización originaria, que la destrucción de los archivos mesoamericanos no sólo representó la desaparición de conocimientos y saberes, sino también el debilitamiento de una identidad que junto con otras seis culturas del mundo —incluidas Egipto, China y la India—, aportaron las bases de la civilización actual.

“Los pobladores originarios de este continente fueron considerados indios, una denominación que podríamos considerar etnocentrista —y también ignorante—, impuesta por los conquistadores a los pueblos autóctonos de este continente como otra manera de debilitar su identidad, amén de la obstinada destrucción de su memoria escrita, menos sanguinaria que sus acciones bélicas, aunque a la postre, exterminadora del conocimiento de su pasado”, señaló.

Recordó también que entre las culturas mesoamericanas existieron especialistas que se dedicaron a registrar acontecimientos, cultivar las artes y elaborar documentos sobre papel de mate, piel de venado, tela de algodón o papel de maguey.

“Los códices eran elaborados por los tlacuilos, hombres y mujeres especializados en pintar, escribir, jeroglíficos, ideogramas o pictogramas de los distintos saberes y sucesos en la antigua Mesoamérica”.

Los documentos se reunían en bibliotecas que eran organizadas y preservadas por ancianos sacerdotes. “Entre las poblaciones que poseyeron bibliotecas destaca Tula, Tenochtitlán y Tlatelolco; aunque sobre las anteriores sobresalía el gran acervo de la biblioteca de Texcoco. Fue de tales proporciones la destrucción de códices, registros prehispánicos que en la actualidad apenas se conservan unos 20, la mayoría en bibliotecas y museos extranjeros”, recordó.

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Aún con la destrucción de sus archivos y el intento por borrar la memoria de las culturas originarias, dijo de Vega, “la inagotable energía contenida en la civilización originaria de Mesoamérica habría de subsistir en otras formas de recordación y testimonio: en construcciones y piezas magníficas, cuyas dimensiones y belleza fueron imposibles de destruir, no obstante la intención de hacerlo, por edificios, centros ceremoniales, monumentos, petroglifos, tumbas, observatorios, esculturas, estelas, pinturas murales, lápidas, glifos, cerámica y utensilios”.

"La inagotable energía contenida en la civilización originaria de Mesoamérica, habría de subsistir en otras formas de recordación y testimonio, en construcciones y piezas magníficas cuyas dimensiones y belleza fueron imposibles de destruir, no obstante la intención de hacerlo, por lo que edificios, centros ceremoniales, monumentos, petroglifos, tumbas, observatorios astronómicos, esculturas, ofrendas, estelas, pinturas murales, lápidas, glifos calendáricos, cerámica y utencilios sobrevivieron como elocuentes constructores de identidad y notables vestigios archivísticos, en otras formas de escritura, numeración, visiones y cosmovisión, descifrados y aun por descifrar, que han permitido elaborar interpretaciones sustentadas" afirmó la presidenta de la ALA.

"Evitemos mandar al archivo muerto la memoria contenida en los valiosos vestigios aquí enunciados. Y continuemos asombrandonos de la fuerza interior, inteligencia, habilidades e inventiva de los pueblos mesoamericanos, para disminuir nuestra dependiente globalización y fortalecer nuestros frágiles sistemas democráticos. Y permitanme recordar lo que leí en el Museo del Palacio de la Dinastía Real, en la República de Corea: Chong Jo, que gobernó de 1776 a 1800, pensaba que creando archivos y bibliotecas se podrían iniciar reformas políticas y culturales. Por ello, cuando en aquella dinastía hubo archivos, tambien hubo renacimiento", concluyó Mercedes de Vega. 

 

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En el panel participó también el historiador Luis Humberto Barjau Martínez, quien habló de los mitos fundacionales en las antiguas culturas mesoamericanas. Entre estos pueblos, afirmó, los mitos se transmitieron de manera oral, “el mito se parece a una escultura modelada por muchas manos. Las últimas manos fijaron el mito en el siglo XVI”, consideró.

Organizado entre el ICA, la ALA, el AGN y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el encuentro se lleva a cabo hasta este miércoles en la Unidad de Congresos del Centro Médico Nacional Siglo XXI; y está integrado por 64 eventos paralelos, que incluyen 46 paneles, 6 conferencias magistrales y 9 talleres.

Para mayor información acerca del programa profesional y los ponentes, se sugiere visitar el sitio www.alaarchivos.org/conferencia-ala-ica/