Uno de los objetivos de la intervención francesa en México fue contrarrestar la influencia de los Estados Unidos de América sobre las naciones de Latinoamérica al vislumbrarla como una potencia en ciernes que poco a poco iba extendiéndose territorialmente. La Guerra de Secesión (1861-1865) fue la oportunidad esperada por Napoleón III para iniciar su invasión sobre México, nación que serviría de puente para expandir el dominio francés sobre América Latina.

Como consecuencia de esta segunda intervención francesa se estableció el segundo imperio mexicano, encabezado por Maximiliano de Habsburgo. A diferencia del emperador Napoleón III, Maximiliano consideró muy oportuno apoyarse del gobierno norteamericano para su causa. Ante este panorama, se publicaron, a inicios de 1865, las nuevas bases de colonización (imágenes 1 y 2), donde se reconoció abiertamente un interés del imperio mexicano por atraer a colonos norteamericanos que estuvieran dispuestos a salir de su país para emigrar a México y cultivar los terrenos eriazos. Esta acción puede interpretarse como un mensaje dirigido a los Estados Confederados de América, ya que el bando de la Unión había manifestado desde un inicio su rechazo a la invasión francesa y al imperio de Maximiliano al ser una amenaza directa al sistema republicano en América y a los principios de la doctrina Monroe.

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Imágenes 1 y 2. Manuel Orozco Y Berra, Bases de Colonización (atribuido), Ciudad de México, 12 de enero de 1865.

Tras el final de la Guerra de Secesión y la capitulación del bando confederado comenzaron a llegar las primeras compañías estadounidenses de migración para entablar negociaciones con el gobierno de Maximiliano y dispuestas a trabajar en un plan de colonización que resultara atractivo para los sureños. La Compañía Americana de Emigración a México, representada por Bernanrd G. Coulfield (imagen 3), fue una de las primeras que alzó la mano, por lo que fue recibida y protegida por el imperio. Al poco tiempo se crearon diversas oficinas de colonización en Virginia, Carolina del Norte y del Sur, Texas, Misuri, California y Nueva Orleans. Como se puede observar, esas regiones habían formado parte del ejército confederado.

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Imagen 3. Manuel Orozco Y Berra, Gracias y exenciones a la Compañía Americana de Emigración a México (atribuido), Ciudad de México, 2 de mayo de 1865.

Para organizar el proyecto de colonización, en marzo de 1865 se estableció una Junta de Colonización (imagen 4), integrada por extranjeros y nacionales, destinada a fundar colonias a lo largo de todo el territorio mexicano, particularmente en tierras que resultaran apropiadas y ricas. Como parte de las reuniones de la Junta de Colonización se llegaron a presentar interesantes dictámenes sobre la colonización estadounidense sureña en territorio mexicano.

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Imagen 4. Maximiliano de Habsburgo, Decreto Imperial estableciendo una Junta de Colonización (atribuido), Ciudad de México, 29 de marzo de 1865.

Una de las juntas, que resultó en acaloradas opiniones, se llevó a cabo el 24 de agosto de 1865, cuando los miembros E. Masseras, N. Davidson y F. Pimentel discutieron sobre la conveniencia de atraer a la población del sur de los Estados Unidos a los proyectos de colonización (imágenes 5 y 6). En dicha discusión se afirmó lo oportuno que resultaría para el imperio aprovechar el desenlace de la guerra entre el sur y el norte para ganar el apoyo del bando sureño derrotado: primero, por ser una población cercana a la frontera de México, lo que evitaría un gran costo a las compañías de inmigración; segundo, se reconocía que los sureños poseían amplios conocimientos en temas de agricultura, los cuales podrían aprovechar en México, y tercero, los grandes propietarios y generales sureños buscarían una nueva patria para evitar las políticas antiesclavistas.  

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Imágenes 5 y 6. E. Masseras, N. Davidson y F. Pimentel, Dictamen de colonización sobre inmigración de sureños norteamericanos (atribuido), Ciudad de México, 24 de agosto de 1865.  

A pesar de estas supuestas ventajas que representaba la inmigración sureña estadounidense, el asunto más delicado se encontraba en la esclavitud, sistema que había sido defendido por la bandera confederada durante la Guerra de Secesión. Varios de los sureños estaban dispuestos a inmigrar a otro país siempre y cuando pudieran mantener sus arcaicos sistemas económicos, por lo que Brasil y las Indias Orientales Inglesas fueron lugares, merced a las condiciones de esclavitud imperantes, atractivos para algunos confederados.  

En México, la esclavitud había sido abolida con la consumación de la independencia y ratificada en 1829; sin embargo, la Junta de Colonización planteó que las personas esclavizadas que fueran introducidas al país debían de permanecer en junto a sus amos, con la promesa de que el esclavista no abusaría de ellos.

No obstante, el emperador Maximiliano emitió el 5 de septiembre de 1865 las bases y el reglamento de inmigración (imagen 7), en los que se estableció que todos “hombres de color” serían libres por el simple hecho de pisar el territorio mexicano. Sin embargo, se obligaba a las personas esclavizadas que habían llegado con un patrón a seguir prestando servicios de trabajo por un periodo mínimo de cinco años y máximo de diez. Para la historiadora Doralicia Carmona Dávila, dichas condiciones impuestas a las personas afroamericanas durante el segundo imperio mexicano formaban parte de un sistema de cuasi-esclavitud.[1]  

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Imagen 7. Maximiliano de Habsburgo, Decreto Imperial sobre inmigración y agentes de ella (atribuido), Ciudad de México, 5 de septiembre de 1865.

Así, las medidas establecidas resultaron suficientes para atraer la atención de sureños que habían combatido en el bando confederado, como fue el caso del gobernador Isham Harris, fuerte defensor de la esclavitud que llevó al estado de Tennessee a la secesión, quien, junto con otros exgenerales confederados, fue designado como agente de colonización en sus antiguos estados por el emperador Maximiliano y tuvo como misión formular un proyecto de colonización en la zona de Veracruz, Tepic y las costas del Pacífico.

No obstante, estos proyectos de migración sureña norteamericana en nuestro territorio, alabados en su momento por confederados exiliados en territorio mexicano como el esclavista Henry Watkins Allen, nunca se lograron concretar debido a la inestabilidad política del segundo imperio mexicano, el cual prometía tierras ricas y fértiles para colonizar, mas no la paz de una nación que luchaba por recuperar su libertad.    

Referencias de imágenes:

Imágenes 1 y 2. Manuel Orozco Y Berra, Bases de Colonización (atribuido), Ciudad de México, 05 de enero de 1865, en AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, Ciudad de México, 12 de enero de 1865, tomo I, núm. 09, pp. 33-34.

Imagen 3. Manuel Orozco Y Berra, Gracias y exenciones a la Compañía Americana de Emigración a México (atribuido), Ciudad de México, 01 de mayo de 1865, en AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, Ciudad de México, 2 de mayo de 1865, tomo I, núm. 100, p. 413.

Imagen 4. Maximiliano de Habsburgo, Decreto Imperial estableciendo una Junta de Colonización (atribuido), Ciudad de México, 28 de marzo de 1865, en AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, Ciudad de México, 29 de marzo de 1865, tomo I, núm. 73, p. 293.

Imágenes 5 y 6, E. Masseras, N. Davidson y F. Pimentel, Dictamen de colonización sobre inmigración de sureños norteamericanos (atribuido), Ciudad de México, 24 de agosto de 1865, en AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, Ciudad de México, 30 de agosto de 1865, tomo II, núm. 195, pp. 210-211.

Imagen 7. Maximiliano de Habsburgo, Decreto Imperial sobre inmigración y agentes de ella (atribuido), Ciudad de México, 5 de septiembre de 1865, en AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, Ciudad de México, 9 de septiembre de 1865, tomo I, núm. 73, p. 293.