A raíz de la guerra interna que se vivió en México entre 1857 a 1861 entre conservadores y liberales, la situación económica del país se había visto reducida a un estado crítico que obligó al gobierno juarista a implementar diversas medidas para superar la crisis financiera. Una de las principales decisiones que tomó el presidente Benito Juárez fue suspender el pago de la deuda externa, misma que había aumentado durante la etapa de la Guerra de Reforma a causa del gobierno conservador de Miguel Miramón con la emisión de los llamados bonos Jecker.

 

Ante tal situación, los gobiernos de España, Inglaterra y Francia llevaron a cabo una alianza e incursionaron militarmente en nuestro territorio con el fin de presionar al gobierno mexicano para el pago de la deuda. Como respuesta, el 19 de febrero de 1863 México firmó los Tratados preliminares de La Soledad con los representantes de España, Inglaterra y Francia. Con dicho acuerdo se negoció el pago de la deuda a cambio de la suspensión del avance de los ejércitos invasores sobre el territorio mexicano.

 

El resultado de las negociaciones fue en gran parte favorable para México, pues tanto España como Inglaterra decidieron retirar sus tropas y aceptar el nuevo acuerdo financiero alcanzado con el gobierno de Juárez. La situación no fue igual con los franceses, quienes, incluso antes de rechazar el nuevo acuerdo de la deuda, continuaron enviando tropas a México. Esto mostró que la verdadera intención del imperialismo francés, encabezado por Napoleón III, era establecer un gobierno subordinado a fin de obtener beneficios económicos de este territorio.

 

A pesar de la gloriosa victoria que obtuvo el ejército mexicano en la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 fue imposible detener el avance de las tropas francesas, las cuales tomaron la Ciudad de México el 10 de junio de 1863. Meses atrás el gobierno de Benito Juárez había tomado la decisión de salir de la Capital del país y partir al norte para organizar la resistencia.

 

El proyecto imperialista francés convergió inicialmente con el interés de conservadores, monarquistas y clericales mexicanos, quienes trabajaron al servicio de los invasores para establecer un gobierno monárquico en México. El 03 de octubre de 1863 una comitiva mexicana partió hacia el Castillo de Miramar, Italia, con el objetivo de ofrecer al archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo la corona de México, asegurando que era la voluntad del pueblo mexicano y no la de unos cuantos.

 

Una vez que Maximiliano de Habsburgo y Carlota Amalia de Bélgica llegaron a territorio mexicano se dieron cuenta de la realidad que tendría que enfrentar su gobierno, el cual no contaba ni con el apoyo del pueblo mexicano, ni con los suficientes recursos económicos para sostener una guerra y una vida palaciega.

 

El Segundo Imperio Mexicano inició con una deuda de guerra equivalente a 54 millones de pesos que se debía de pagar al gobierno francés. Aunado a ello, se tenía que cubrir año con año el costo de 200 pesos por cada soldado francés que se mantuviera en México, más 13 millones de pesos para indemnizar a los franceses que habían sido agraviados por la expedición militar.1 Aunado a este gran adeudo, se tenían que cubrir los gastos correspondientes a la compra de pólvora, armamento, caballos y uniformes.

 

Sin embargo, esta situación económica no fue inconveniente para que el emperador y la emperatriz tuvieran una lujosa vida palaciega. Los recursos se destinaron a gastos que podrían caracterizarse como superficiales tal como las tertulias que se llegaron a realizar en el alcázar de Chapultepec, pero que tenían un significado político para con sus relaciones políticas locales. A éstas asistían determinadas personas que formaban parte de una imaginaria aristocracia mexicana, entre ellas Josefa de Iturbide y Huarte, hija de Agustín de Iturbide, quien llegó a concurrir en varias ocasiones a estas tertulias bajo el título de princesa de Iturbide[2], distintivo que había sido reconocido por el gobierno de Maximiliano de Habsburgo.

 

Otros tipos de gastos fueron las fiestas civiles y religiosas que el emperador se empeñó en celebrar con la finalidad política de encontrar ecos de simpatía con el pueblo mexicano, entre las cuales destacaron los festejos del día de la Independencia de México[3] y el día de Nuestra Señora de Guadalupe.4 En ambas celebraciones se marcaba un protocoló de vestimenta de gala para realizar un recorrido en carruaje desde el Palacio de Chapultepec hasta el lugar de la celebración, en donde comúnmente se realizaba un convite o algún espectáculo. El cumpleaños del Emperador fue otra de las celebraciones en la cual se ofrecía un pomposo banquete en el palacio de Chapultepec.5

 

También se contemplaron gastos para honrar a los extranjeros caídos. Por ejemplo, en 1865 se planteó la idea de levantar un “monumento a los soldados belgas”6 que habían prestado servicio en México. Otros monumentos fueron planeados con la finalidad de enaltecer a las fuerzas militares locales que apoyaban al Imperio. Tal fue el caso del proyecto que presentó el político Pedro de Regil y Peón para construir un monumento en Yucatán a los “caídos en la lucha contra los indios bárbaros”, con un valor de aproximadamente cinco mil pesos.7

 

Aunado a las anteriores erogaciones, se sumaban los costos relacionados con la administración del Imperio dentro de sus distintos despachos y oficinas, los cuales eran necesarios para su función. Al haber sido un gobierno que requería del apoyo militar de Francia, Bélgica y del Imperio austríaco se desarrolló un mayor flujo de comunicaciones externas, por lo cual fue preciso establecer tarifas para la correspondencia extrajera. Por ejemplo, la tarifa que se tenía que cubrir para la correspondencia a voluntarios austriacos y belgas era de medio real por carta.8

 

Estos fueron tan sólo algunos de los gastos que el Segundo Imperio Mexicano llegó a realizar, provocando que la deuda fuera creciendo más, al grado de ser impagable. Eso incidió en la paulatina destrucción de las bases materiales de un gobierno invasor que no encontró apoyo popular. Por su parte, el gobierno legítimo de Benito Juárez, que no contaba con los grandes prestamos o ejércitos que el Segundo Imperio Mexicano, levantó desde el norte del país una resistencia y una provisional Administración Pública que le permitió organizar la recaudación de las rentas. Cada centavo que logró obtener el gobierno republicano de las correspondientes contribuciones fue aprovechado para la expulsión de los invasores, buscando garantizar la independencia y soberanía de México.9

1 Lizbeth Romero Aguirre, “Capitulo II. La Deuda Interna y Externa del Segundo Imperio Mexicano”, en La Contribución Económica del Segundo Imperio Mexicano, 1863-1867, Cholula, Puebla, Universidad de las Américas Puebla, 2013, tesis de licenciatura, p. 44. En línea. Consultado en: http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lec/romero_a_l/portada.html

2 Lista de invitados e invitadas a la tertulia del Emperador en el Palacio de Chapultepec, Ciudad de México, 22 de abril de 1864. AGN, Segundo Imperio, caja 07, exp. 039, f. 1.

3 Ceremonial para la fiesta del 16 de Setiembre, Ciudad de México, 09 de septiembre de 1865. AGN/ Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas, Diario del Imperio, tomo II, núm. 208.

4 Ceremonial para la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Ciudad de México, diciembre de 1865. AGN, Segundo Imperio, caja 13, exp. 20, f. 1.

5 Preparativos para la celebración de cumpleaños del emperador, Ciudad de México, 03 de julio de 1864. AGN, Segundo Imperio, caja 27, exp. 54, fs. 1-4.

6 Construcción de un monumento a los belgas. Ciudad de México, 29 de diciembre 1865. AGN, Segundo Imperio, caja 64, exp. 005, f. 1

7 Pedro de Regil y Peón, Proyecto de decreto para construir en Yucatán un monumento a los caídos en la lucha contra los indios bárbaro, Yucatán, 16 de enero 1854. AGN, Segundo Imperio, caja 46, exp. 14, f. 12.

8 Establecimiento de tarifa de pago por cartas dirigidas a voluntarios austriacos y belgas, Ciudad de México, 4 de marzo 1865. AGN, Segundo Imperio, caja 31, exp. 070, f. 19.

9 Secretaría de la Presidencia, La Administración Pública en la época de Juárez, Tomo 2, Ciudad de México, Secretaría de la Presidencia/ Dirección General de Estudios Administrativo, 1974, p.159. En línea. Consultado en: https://repositorio.tec.mx/handle/11285/574297