Popularmente se señala que las máquinas de tortillas o tortilladoras fueron creadas a inicios del siglo XX pero en 1963 el veracruzano Fausto Celorio inventó y patentó la tortilladora con un sistema de rodillos para troquelar y transportar la tortilla, eliminando el petróleo como principal fuente de energía e introduciendo el gas para más eficacia.

Pero para que Fausto Celorio pudiera llegar a comercializar su propia marca de máquinas de tortillas tuvieron que pasar más de cien años, pues en realidad desde mediados del siglo XIX se presentaron ante la Oficina de Patentes de la Secretaria de Fomento, diversos inventos e innovaciones para agilizar la elaboración de las tortillas que se hacían antiguamente con las manos.

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Estas patentes se resguardan dentro del Archivo General de la Nación en el fondo Patentes y Marcas, donde resalta particularmente la solitud con el folio PM:5-375, hecha el 29 de abril de 1859, por Julián González, quien por medio de Antonio Salas solicitaba una patente por doce años como introductor en la República de una máquina para pulverizar toda clase de granos y sustancias minerales, y de otra para fabricar toda especie de masas pastosas o granos mojados, alegando que ninguna de las dos maquinas eran conocidas en el país para aplicarse a la fabricación del pan de maíz o tortillas.

De primera instancia la petición fue regresada con un oficio que notificaba la falta de algunos documentos para el trámite, además de indicarle que si bien había alguna diferencia con las maquinas que deseaba patentar, ya se habían concedidos derechos a mecanismos similares. Sin embargo, la solicitud no fue rechazada y solo fue devuelta para completarla de acuerdo con los requisitos de ley.

A sabiendas de lo comentado en dicho dictamen, entregó nuevamente la solicitud, pero, González esta vez pidió se le ostentara como inventor de una "máquina moledora de maíz", y de otra que llamó "recortadora de tortillas”, enfatizando la idea de que había sustituido el metate. Pues Gonzales dijo haber remplazado el metate con rodillos, si bien había aparatos similares al suyo, él estaría innovando con el uso de la piedra caliza en la hechura de tales rodillos, material del que están hechos los metates, y que fue un rasgo característico en la mayoría de las variantes de molinos de nixtamal surgidos posteriormente.

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En cuestión a la “recortadora", González explicaba que buscaba formar una lámina de masa como paso previo al corte de la forma de la tortilla, innovando así en el uso de plantillas para recortar la forma de las tortillas en un paso, con movimiento vertical intermitente conseguido por una pieza mecánica conocida como leva, la cual serviría para transformar el movimiento circular de la maquina en movimiento rectilíneo, o viceversa, idea que aún conservan algunas maquinas que se fabrican actualmente.

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Con estas innovaciones Julián González fue acreedor a que se le expidiera una patente por 12 años para su máquina para hacer tortillas, a partir del 26 de julio de 1859. En 1865, pidió una prórroga junto con una nueva patente por mejoras a sus máquinas, las cuales no había podido presentar pues las circunstancias políticas en México lo obligarían a exiliarse en España por dos años debido a sus orígenes de nacimiento, hasta la llegada de Maximiliano de Habsburgo al poder.

La oficina de patentes analizó su caso, pues detectó que en otro expediente se argumentaban mejores ideas técnicas por parte de Genaro Vergara, situación que derivó en una evaluación adicional entre ambas ideas que atrasó la resolución de las dos. En un caso atípico el evaluador decidió que no se le otorgara la patente a Vergara y se le concediera la extensión de privilegio a González, pero dejó sin resolver su solicitud por mejoramiento de su máquina.

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Ante esta situación, y sin haber ningún alegato por parte de Vergara por lo dictaminado, González dirigió el 27 de abril de 1865, una carta al ministro de Fomento recordando que, hechas públicas sus solicitudes y sin haber oposiciones, debe otorgarse su patente. Más de medio año después, al no recibir respuesta, González envió otra carta el 25 de noviembre, donde insiste en su patente como perfeccionador adjuntando descripción y dibujos de una nueva máquina, a lo que por medio de un breve informe se le responde no haber impedimentos para dársela.