Ignacio Manuel Altamirano nació en Tixtla, Guerrero, el 13 de noviembre de 1834, dentro de una familia de origen indígena. Desde muy temprana edad destacó en diversas ramas del conocimiento humano, lo cual sería recompensado con una beca otorgada por el liberal Ignacio Ramírez Calzada para continuar con sus estudios en el Instituto Literario de la Ciudad de Toluca.

 

Durante el proceso liberal de 1857, Altamirano se encontraba estudiando derecho en el Colegio Nacional de San Juan de Letrán, por lo cual su pensamiento político estuvo alineado a los ideales liberales de aquella época, si bien, en un inicio no se sumó a las fuerzas militares liberales para combatir a los conservadores, todo cambió en 1859, tras identificar que dos de sus amigos se encontraban entre las víctimas que habían sucumbido en la matanza de los Mártires de Tacubaya.

 

Para unirse a las armas tuvo que retirarse de la Ciudad de México, que para aquel momento se encontraba en manos de los conservadores, volvió a su tierra natal en donde se integró a la resistencia de aquella localidad, misma en la que fue electo diputado para ser representante en el Congreso General de la Nación. Su regreso a la Ciudad de México no dudaría mucho, ante el inicio de la invasión francesa. Entre 1864 y 1866 volvió a tomar las armas en el estado de Guerrero combatiendo a los enemigos en aquella zona, para posteriormente avanzar hasta llegar al Estado de México, en donde se incorporó a las fuerzas de Vicente Riva Palacio para dirigirse al sitio de Querétaro, en donde finalmente fue capturado el emperador Maximiliano de Habsburgo. Cabe señalar, que otra forma de combatir a los conservadores e invasores fue a través de la publicación de diversas columnas de carácter político en algunos periódicos, como fue el caso del Eco de la Reforma y La Voz del Pueblo.

 

El gran legado de Altamirano comenzó a construirse en el proceso mismo de la Restauración de la República, entre ellas, quizá, la más importante por su valor histórico, fue El Resurgimiento, ya que desde sus páginas –después de años de guerra fratricida–, llamó a los

creadores de las “bellas letras” (sin considerar su posicionamiento político), a sumar esfuerzos por “el engrandecimiento de la patria”.

 

En aquel periodo llevó a cabo la publicación de sus primeras obras: Clemencia (1869) y La navidad en las montañas (1870). En ambas podemos conocer parte del pensamiento liberal de Altamirano, pero también su visión sobre el caudillismo en México, el cual sólo encuentra lugar en las personas patrióticas que velan por los intereses del pueblo, tal como llega a señalar Nicole Giron, “Altamirano no concibe la historia como una suma de destinos individuales sino como un enfrentamiento de grupos sociales que persiguen intereses colectivos divergentes”.

 

En 1889, Altamirano aceptó el cargo de cónsul general en Barcelona, y más tarde en París. Debido a su precario estado de salud decidió viajar a Italia y el 13 de febrero de 1893, en la ciudad de San Remo, falleció. Sus cenizas reposan en La Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México.

 

En el Archivo General de la Nación en el fondo de Propiedad Artística y Literaria se resguarda parte de la obra de Ignacio Manuel Altamirano, por ejemplo Clemencia que se ubica con la siguiente referencia: PAL, caja 326, exp. 3618. Así como, La Navidad en las montañas, PAL, caja 1278, exp. 33671.