El 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de México fue golpeada por un sismo que alcanzó 8.1 en la escala de Richter, revelando la fragilidad de una urbe edificada sobre una superficie lacustre. Momentos después de la catástrofe, México se cubría de luto, pero también de empatía.

El periódico Excélsior documentó que la Cruz Roja desplegó un vasto dispositivo de emergencia para el rescate de miles de víctimas, quienes yacían atrapadas entre los escombros de los edificios colapsados. Y calculó en 3 mil la cantidad de personas dispuestas a sumarse a las filas de la Cruz Roja fungiendo como voluntarios. Además, en apoyo del medio centenar de ambulancias dispuestas en la capital, llegaron unas 250 de los estados de México, Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Morelos e Hidalgo.

/cms/uploads/image/file/327184/3_mil1.png

Con el paso de las horas nuestra ciudad quedó paralizada; y el miedo y la desesperación ocuparon las mentes de todos. Sin embargo, ante la destructiva embestida, floreció la solidaridad edificante. Grupos de rescate, integrados principalmente por jóvenes, se sumaron a las filas de voluntarios y acudieron al auxilio de sus compatriotas. De la tragedia nació una unión extraordinaria entre mexicanos.

Cuando las fuerzas de algunos mermaban, el relevo ya aguardaba irremediablemente; manos sobraban para ayudar. Decenas de miles de individuos, héroes anónimos sin edad ni condición social, brindaron un apoyo casi milagroso que levantó no sólo escombros, sino el ánimo devastado de la capital.

/cms/uploads/image/file/327187/rescate.png

Ante este panorama, las cuadrillas de voluntarios aceleraron sus actividades de rescate. Durante días, miles de personas salvaron a víctimas, removieron escombros, liberaron cadáveres, trasladaron víveres y reconfortaron a los deudos. La sociedad civil se mostró generosa, y sin pretensiones de ningún tipo otorgó su valioso auxilio.

/cms/uploads/image/file/327189/Narvarte.png

“Los jóvenes se dividieron en dos grandes cauces convergentes ante las ruinas: los pobres con los pobres; sus manos, cavando, removiendo, pegados a los escombros y al polvo, levantaban lo que parecía inamovible… Los ricos, agrupándose a una voz identificable, reunían medicinas, agua y alimentos, hora tras hora… Unos en hilera deshaciendo lo destruido, rehaciendo; y otros dedicados a acondicionar los refugios de quienes sobrevivieron. País de jóvenes finalmente”.

No obstante, los muertos brotaban debajo de la tierra como si fueran el agua hirviendo que despide un géiser.

/cms/uploads/image/file/327188/rescate1.png

El subprocurador capitalino, René Paz Horta, consideró dos días después de la tragedia que alrededor de 70% de los cuerpos rescatados ya habían sido identificados. Sin embargo, también adelantó que aquellos que no fueran reconocidos en un plazo inmediato, serían enviados a la fosa común y se abriría un archivo donde quedarían registradas fotografías y huellas dactilares, así como datos generales de las víctimas.

/cms/uploads/image/file/327190/televisa.jpg

Desde entonces, la Ciudad de México no volvería a ser la misma. El paisaje quedó resquebrajado. Y aunque el paso del tiempo logró levantar edificaciones  nuevas y sepultar el dolor, 32 años después del 19 de septiembre de 1985, la capital del país fue golpeada nuevamente por un sismo de 7.1 en la escala de Richter, acontecimiento que sin duda volvió a marcar la historia de México.

/cms/uploads/image/file/327191/rescate2.png

¡Visita el Archivo General de la Nación! Y consulta el material hemerográfico de la biblioteca Ignacio Cubas, donde podrás conocer a detalle la cobertura noticiosa que el periódico Excélsior dio a los hechos derivados del terremoto de 1985, además de otros temas que han definido el rumbo de la historia de nuestro país.