Después de haberse gestado el movimiento de independencia, el orden que imperaba en la Nueva España se encontraba en su última etapa. Derivado de los diversos marcos ideológicos y la inestabilidad que generaba el periodo de guerra, se había generado un contexto de mucho caos y desorden; sin embargo, existían personas como el gendarme Juan José Fagoaga que procuraban mantener el orden social.

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El 2 de septiembre de 1814, Fagoaga, en su rondín nocturno, notó que las calles del centro de la Ciudad de México estaban muy tranquilas, así que cerca de las 9 de la noche decidió encaminarse a la plaza de Santo Domingo y llevar a cabo algunas revisiones a las personas que ahí encontrara para mayor seguridad de la zona.

Todo transcurrió sin mayor problema hasta que se encontró con un sospechoso que portaba un puñal. El hombre argumentó que pertenecía al regimiento del Ejército, pero al no llevar ningún título o uniforme que lo comprobará, Fagoaga decidió remitirlo inmediatamente al tribunal de la plaza.

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Cuando el gendarme José Juan salió del tribunal, escuchó el sonido de un tambor muy cerca de donde se encontraba. Pronto se dio cuenta de que provenía de la calle Estanco Viejo de Mujeres, a las espaldas del convento de Santo Domingo. Ya en el lugar vio que sobre la calle se encontraba un hombre dando redobles. Inmediatamente, Fagoaga cuestionó lo que sucedía y el hombre le respondió que así llamaba la atención de la gente para invitarla a entrar a la función cómica de marionetas que se presentaba en su local.

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Invadido por la sospecha de la ilegalidad, entró a inspeccionar el lugar. Aunque el inmueble estaba adaptado para que se realizaran diversos actos lúdicos con muñecos y marionetas, exigió que se le mostrara la licencia para llevar a cabo este tipo de espectáculos. Con el permiso en mano, expedido y certificado por las autoridades virreinales, el gendarme Fagoaga comprobó que todo corría de la manera más legal posible.

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Sin embargo, no fue suficiente para el oficial, pues apeló a que no se especificaba el horario de las funciones ni el monto que debía cobrarse para disfrutar del espectáculo. El propietario respondió que las funciones comenzaban después de las 9 y terminaban pasadas la medianoche, pero escéptico, el oficial cuestionó cada respuesta, lo que solo provocó que el dueño se pusiera más y más nervioso.

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José Fagoaga se marchó del lugar y más tarde informó de todo lo sucedido a las autoridades virreinales. Una vez que se comprobó la emisión de dicha licencia, solo le pidieron que hiciera rondines por el lugar para prevenir cualquier inconveniente que pudiera surgir, pues la omisión del costo del espectáculo y del horario seguía siendo un aspecto sospechoso para estas personas del orden.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, Policía y Empedrados, caja 3157, exp. 013.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*