La producción de azúcar fue una de las primeras actividades implementadas por los colonizadores españoles en el territorio de la Nueva España debido a la introducción de la caña en la región. Su siembra dio paso al surgimiento de diversas haciendas dedicadas a la elaboración de azúcar por parte de personas de origen español.

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Para la obtención del jugo de la caña se utilizaba un trapiche, un molino cuyo mecanismo se componía por tres rodillos surcados que prensaban la planta de caña previamente desmenuzada y extraían el jugo que después era concentrado y cocido hasta su cristalización. Generalmente se fabricaba panela, piloncillo y azúcar.

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En este contexto, Bernardino de Arriola, se dirigió al virrey fray Payo Enríquez de Rivera en 1677 para solicitar una licencia para la elaboración de un trapiche en el poblado de Ytucuaro —perteneciente a la jurisdicción de Valladolid—, en la provincia de Michoacán. Para lograr este proyecto se necesitaba de un terreno amplio que contara con suficiente tierra y agua para la producción y cosecha de la caña, características con las que contaba la hacienda de Bernardino llamada Etuquaro. La construcción del trapiche posibilitaría la producción de azúcar, panochas, chancacas y melados.

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Bernardino aseguraba que la realización de la obra no afectaría a terceros y mucho menos a las tierras de los naturales, sino que beneficiaría a todos. Además, se vería el incremento de las Reales Alcabalas, pues ante la producción y las ganancias obtenidas aseguraba que se pagarían y sustentarían los tributos a las respectivas autoridades. Asimismo, contaba con el apoyo del alcalde don Francisco Rodrigo, quien declaró que la fundación del trapiche ayudaría a su pueblo y a otros cercanos, ya que el trapiche más próximo se encontraba a más de ocho leguas

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Para continuar con el proceso, las autoridades virreinales enviaron personal a las tierras de Bernardino de Arriola para verificar que todo fuera cierto. Tras la confirmación de los hechos, el virrey le concedió el permiso a Bernardino de Arriola para llevar a cabo el proyecto con la condición de guardar las ordenanzas, no vender “mieles prietas” a los indios dedicados a elaborar bebidas prohibidas y dar cien pesos que entrarían en la real caja para gastos de la armada de Barlovento.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, Civil, vol. 535, exp. 3.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*