En la Nueva España de principios del siglo XVI se registraron pequeñas compañías ambulantes con maromeros, titiriteros y volatines dedicados al entretenimiento y al espectáculo en las grandes ciudades. Sin embargo, para el siglo XVIII el conflicto de intereses entre las compañías estables de los coliseos y las ambulantes se agravó, pues estas últimas interferían con las ganancias de los foros establecidos.

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El estado de Zacatecas fue uno de los lugares favoritos de “los cómicos de la legua”, nombrados así porque estaban obligados por ley a acampar a una legua de la población en la que iban a actuar. Es en este lugar en donde la compañía de José Macedonio Espinoza llamó la atención, aunque tibiamente, de la Inquisición, la cual se encontraba en sus últimos años como autoridad reguladora.

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José Macedonio Espinoza era un maromero de profesión que además escribía sus propios actos y papeles. Sus representaciones tenían alto impacto entre las personas que solían pasar por las plazuelas y terminaban siendo parte de la gran multitud de curiosos que se quedaban a presenciar el espectáculo completo. En 1796, Macedonio obtuvo el permiso para desempeñarse bajo el oficio de maromero por el tiempo que le quedara para completar su año cómico en la región entonces denominada como Ciudades Villas de Reales de Minas, Zacatecas.

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Con este permiso, José comenzó a crear su propia agrupación de artistas con la cual recorrió las grandes urbes de la Nueva España. Dicho permiso provocó fricciones con los cirqueros locales, quienes denunciaron ante la Inquisición que los artistas itinerantes utilizaban elementos no cristianos, como marionetas de diablos. El Santo Oficio recibió varias de estas denuncias, pero solo dio una sanción económica a los artistas de la compañía y los reportó como pícaros, vagos y sin oficio.

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En cada denuncia, las autoridades confiscaban los guiones de los espectáculos que representaba esta compañía, les colocaban un sello de recibido y los conservaban como un registro de trámite sin seguimiento. Irónicamente, gracias a esto es que tenemos un fiel testimonio de los actos que esta compañía ponía en escena, por ejemplo, en 1803 se decomisó el guion de la obra titulada El entremés de Luisa, pues, además de los espectáculos de maromas, acrobacias y títeres, estas obras teatrales cómicas de un acto eran muy comunes entre los artistas de legua.

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Los entremeses fueron un problema para los artistas callejeros, pues se les consideraba de sátira vulgar y ofensiva y aunque muchas veces fueron censurados por los gobiernos locales, como en Zacatecas, para el Santo Oficio no eran de gran relevancia. No obstante, cuando las autoridades tomaban cartas en el asunto era más por juzgar a los artistas por su vida personal que por el contenido de las obras.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, General de Parte, vol. 75, exp. 315 y AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, caja 5 336, exp. 94, (Inquisición 5336).

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*