El territorio de la Nueva España era una tierra llena de riquezas naturales, cuya mano de obra permitió la explotación de recursos por parte de la Corona española. Esta situación provocó que otros reinos europeos intentaran apoderarse de la región y se produjeran constantes ataques por parte de embarcaciones piratas, las cuales encontraron un punto vulnerable en el puerto de San Francisco de Campeche, en la península de Yucatán.

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Para 1671, los constantes ataques, saqueos y secuestros y la pérdida de recursos preocuparon a la Corona española. Por esto, la reina Mariana de Austria le solicitó a la Junta de Guerras de Indias que implementara estrategias que fortalecieran la seguridad del puerto y sus alrededores, pues la reducida cantidad de habitantes y la falta de sistemas de defensa eran factores que lo convertían en un territorio vulnerable y atractivo para aquellos que comerciaban el palo de tinte, conocido como palo de Campeche, por las múltiples ganancias que dejaba.

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Entre las primeras estrategias que se implementaron estuvo la creación de un Consejo de Guerra en defensa del puerto para que se encargara de la construcción de murallas en los límites de la localidad y de la creación de fortalezas. Además, se les pidió a las autoridades eclesiásticas que les ordenaran a los frailes la tarea de reclutar a los indios vecinos para ponerlos al servicio del corregidor y asignarles labores como vigías en parajes estratégicos.

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Esta actividad de vigilancia resultó fundamental, ya que la caballería recibía un aviso oportuno para impedir el desembarco de los navíos enemigos. Esto derivó en que, por orden del virrey, todo habitante en los puertos y plazas podía portar armas, municiones y, si era posible, adquirir un caballo, especialmente quienes tuvieran alguna experiencia militar, supieran manipular las armas y conocieran bien los lugares más peligrosos.

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Aunque estas implementaciones tuvieron cierto éxito, los problemas llegaron al momento de levantar las murallas, pues estos trabajos recayeron nuevamente en los indios, quienes no solamente atendían la defensa directa del puerto, sino también contribuían con la mano de obra y la aportación de recursos vía tributo. Los indios reclamaron recibir como pago el sustento mínimo y se rebelaron partiendo a las montañas para huir de los malos tratos.

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Estas acciones mermaron el proyecto de defensa del puerto y el levantamiento de fortalezas alrededor de todas las costas, por lo que la península nuevamente se encontró vulnerable ante la amenaza de ataques extranjeros y la economía de la zona se debilitó.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Reales Cédulas Originales, vol. 12, exp. 90.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*