La historia de las enfermedades se presenta desde la época prehispánica, periodo en el cual se desarrolló todo un conocimiento y tratamiento herbolario para combatirlas, el cual hoy en día sobrevive dentro del campo de la medicina alternativa o remedios caseros. Sin embargo, varios de esos testimonios se perdieron durante el proceso de la conquista española, periodo en el que llegaron nuevas enfermedades al continente americano, algunas tuvieron un impacto muy grave sobre la probación indígena al propagarse de manera epidémica en cada región a la que llegaba la enfermedad.

Comenzó así a escribirse la historia de las epidemias que azotarían a México, misma que fue registrada en los códices coloniales y las crónicas de los conquistadores y religiosos, un claro ejemplo es la Crónica de Michoacán escrita por Fr. Pablo Beaumont que pasó a ser resguarda en el archivo del Virreinato y de ahí al AGN.

El testimonio que recoge Pablo Beaumont vino a sumarse como una fuente más para conocer el impacto que tuvieron enfermedades como la viruela, así como conocer el papel que jugaron las órdenes religiosas para atender a los enfermos con la creación de los primeros hospitales durante el proceso de la conquista.

Refiere Beaumont, así como otros cronistas, que una de las enfermedades más mortíferas que llegó a América fue la viruela. El impacto que tuvo esta enfermedad epidémica se pudo apreciar mucho antes de la conquista de Mexico-Tenochtitlan, al ser la región de Las Antillas uno de los primeros lugares en verse afectado por los brotes epidémicos de la viruela, tal fue el caso de la isla de La Española, actualmente República Dominicana y Haití, en donde a finales de 1518 se presentó un brote de viruela que puso en decadencia a la “floreciente isla”.

Beaumont señala que uno de los principales problemas que se presentaría en la isla fue la disputa entre conquistadores y religiosos por la tutela y cuidado de los indígenas; pues a pesar de que ambas partes consideraban a la conquista de los nuevos territorios como una guerra santa destinada a expandir a la religión católica al final esta controversia entre ambos sectores fue una constante. Ante esta situación, manifestó, que las afectaciones a la población nativa de La Española “provenían de la falta de subordinación y parcialidad, fomentadas por aquellos mismos que debían mirar por su fomento y felicidad”.

Esto se debía a que precisamente la orden de los Jerónimos que tenían una presencia de trabajo religioso, que incluía el hospitalario, en las primeras reducciones en la isla de La Española se vieron severamente afectadas en 1519 por orden de la Corona de España al dictar que: “agradecía sus buenos servicios, y que atenta sus instancias, les daba licencia para venirse a España cuando quisiesen”. Las nuevas autoridades que tomaron el poder de La Española tuvieron que hacerse cargo de la epidemia, resaltando el cronista que esto sólo ocasionó una mayor mortandad de la viruela entre la comunidad indígena de aquella isla.

Con ello deja ver Beaumont que la atención de las comunidades indígenas que eran afectadas por una epidemia no sólo era un trabajo que dictaba el dogma de la caridad sino también una forma de ejercer poder sobre los indígenas, siendo los hospitales una institución tanto de salud como de poder.

Sin embargo, el tema de las enfermedades y los hospitales cobró mayor dimensión con el proceso de la conquista de las culturas asentadas en México. La terrible viruela vendría entre las huestes de Hernán Cortés, entrando por Veracruz hasta encaminarse a la ciudad de Mexico-Tenochtitlan. El proceso de la conquista de esta antigua ciudad sería largo, sin embargo, uno de los motivos de su caída fue precisamente el brote epidémico que se presentó durante el sitio de la ciudad, llegando a cobrar la vida del tlatoani Cuitláhuac quien había sucedido a su hermano Moctezuma. Aquella imagen de la histórica ciudad prehispánica que fue devastada por la guerra, la destrucción y las enfermedades quedó registrada por Beaumont:

“Sólo la intrepidez incansable con que no sólo los españoles sino los indios amigos de Tlaxcala, Texcoco y otros pueblos peleaban, y aun algunas mujeres españolas como verdaderas amazonas, fue domando la extraña furia de los contrarios, que consternados con tanta sangre tenían a la vista, que ya pedecían de hambre y peste en la ciudad, era cada día más débil su resistencia”.

Una vez conquistada la antigua capital del imperio mexica fue imposible de ser habitada, por lo cual Hernán Cortes depositó su administración en la zona de Coyoacán en lo que se purificaba la ciudad con grandes fuegos, “para corregir la pestilencia de los cadáveres que tenían enterrados en grandísimos montones en sus casas, cuya hediondez inficionaba tanto el aire que fue menester desampararla por algún tiempo”.

A la par en que fue levantándose la Ciudad de México sobre las ruinas de Tenochtitlan, se construyeron los primeros hospitales entre ellos el Concepción de Nuestra Señora y el Hospital de San Lázaro, sin embargo, el autor no integra más información sobre dichos recintos. No es así en el caso de los hospitales franciscanos que fueron levantados en la zona de Michoacán, territorio que fue controlada por la cultura purépecha que al igual que la mexica tuvieron que hacer frente a la conquista y a la enfermedad epidémica de la viruela.

Quédate en casa y conoce la Crónica de Michoacán de Fr. Pablo Beaumont misma que se resguarda en el Archivo General de la Nación y se encuentra disponible en el siguiente enlace:

 http://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/registro.cmd?id=1114