Para comprender el tipo de armas que se utilizaron durante la Revolución mexicana, es necesario hablar sobre la legislación de armas de fuego que se estableció en México antes del movimiento revolucionario.

La Constitución de 1857 fue la máxima ley que rigió la segunda mitad del siglo XIX y los primeros diecisiete años del XX. En el artículo 10 se estableció que las personas mexicanas tenían derecho a poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa, con exclusión de las armas prohibidas que estableciera la ley. Sin embargo, la generalidad de este artículo ocasionó varias interpretaciones, pues no disponía de un reglamento o lista de armas prohibidas.

No fue sino hasta el 17 de enero de 1870 que, por decreto del presidente Benito Juárez, se promulgaron las primeras legislaciones para regular el uso de armas, con la intención de restablecer la paz y el orden público tras un largo periodo de conflicto en donde el pueblo mexicano había tomado todo tipo de armas para luchar contra los conservadores e invasores. Aquella ley establecía que los gobernadores de estados, del Distrito Federal y los jefes políticos de los territorios podían fijar reglamentos para la portación de armas en los que definieran los requisitos para las armas permitidas y señalaran aquellas que estaban prohibidas.[1] Derivado de tal legislación, se dictaron diversas normas para la portación de armas y prohibición de estas.

Esto trajo más problemas que soluciones, pues al ser las autoridades locales quienes establecían los criterios de las armas prohibidas, se generaba cierta ambigüedad. Para dar solución al problema se buscaron criterios generales que permitieran considerar un arma como prohibida. Uno de los criterios fue señalar que las armas del Ejército, Marina y Guardia Nacional eran de uso exclusivo de aquellas fuerzas militaras, incluyendo el material de artillería; otro fue prohibir las armas que fácilmente podían ocultarse en bolsillos, pues comúnmente eran utilizadas para cometer homicidios o eran utilizadas en riñas.

Entre las armas que eran exclusivas antes del inicio de la Revolución mexicana se encontraban los rifles Remington y Máuser, las municiones de artillería y las ametralladoras.[2] Cabe señalar que, durante el periodo del porfiriato, el armamento del Ejército mexicano se fue modernizando y como resultado se desarrolló el fusil Mondragón, uno de los primeros fusiles semiautomáticos en el mundo.   

Fuera de las armas enmarcadas en esos dos criterios, las personas podían adquirir diversas armas de fuego, como revólveres de la marca Smith & Wesson; carabinas, escopetas y pistolas de la fábrica de Colt; carabinas y rifles de cacería Winchester y pistolas de otros fabricantes como Parabellum y Browning. La mayoría de estas armas se podían adquirir a un precio que oscilaba entre los 10 y los 100 pesos, dependiendo del modelo y la marca, en armerías mexicanas o con proveedores autorizados, incluso se anunciaban en el periódico. Al estallar la Revolución mexicana, gran parte de estas armas fueron utilizadas en el campo de batalla.

 

Entre las armas que más se utilizaron dentro del conflicto revolucionario estuvieron los diversos modelos de la carabina Winchester, como el modelo 1873, el 1894 y el 1905 semiautomático (imágenes 1, 2 y 3), las cuales fueron las armas más populares de las fuerzas maderistas. Incluso, la fama que alcanzó esta arma fue tan notable que tuvo su propio corrido titulado Carabina 30-30, nombre con el que también se le conocía al Winchester modelo 1894.  

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Imagen 1. Niño revolucionario a caballo con un Winchester modelo 1873, México, 1911

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Imagen 2. Grupo de revolucionarios, entre las armas sobresale un Winchester semiautomático (lado izquierdo), México, 1911

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Imagen 3. Un grupo de jóvenes revolucionarios, en el centro la carabina Winchester 30-30, México, 1911

Por su parte, el Ejército Federal, antiguo nombre del Ejército mexicano durante el porfiriato, combatió a las fuerzas revolucionarias con los fusiles y carabinas Máuser en sus diversos modelos, tanto de manufactura alemana como los que fueron ensamblados en la Fábrica Nacional de Armas en México, después de obtener los permisos para su fabricación (imagen 4). La alta demanda de armas llevó al gobierno de Victoriano Huerta a la compra millonaria de 50 000 armas de este tipo, más 25 000 carabinas y 10 millones de cartuchos, a la compañía japonesa Mitsui, de las cuales solo llegaron unas cuantas unidades.

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Imagen 4. Guardias federales portan fusiles Máuser mientras resguardan la residencia de Porfirio Díaz, Ciudad de México, 25 de mayo de 1911

A pesar de que los fusiles y carabinas Máuser fueron de uso exclusivo del Ejército Federal, estas no tardaron en llegar a las manos de los revolucionarios a través del mercado de los Estados Unidos o en el mismo campo de batalla, pues era normal que las armas de los federales fueran tomadas como botín de guerra (imagen 5)

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Imagen 5. Un revolucionario (lado izquierdo) aparece portando un Máuser, Chihuahua, México, 1911

Como se ha mencionado, durante la época del porfiriato, el Ejército mexicano fue modernizando su arsenal y adquiriendo nuevas armas, entre ellas las ametralladoras que se pudieron observar durante la Decena Trágica, las cuales causaron gran terror en las calles al ser colocadas en barricadas o dentro de edificios para emboscar a las tropas. Una de las ametralladoras más utilizadas en el campo de batalla fue la Hotchkiss (imagen 6), aunque también destacaron la Madsen de Dinamarca y su copia británica Rexer (imagen 7). Al igual que los fusiles, las ametralladoras fueron adquiridas o sustraídas por los revolucionarios, como Pancho Villa con sus ametralladoras Hotchkiss (imagen 8).

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Imagen 6. Un hombre disparando una ametralladora Hotchkiss, Ciudad de México, 18 de febrero de 1913

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Imagen 7. Alumnos del Colegio Militar con una ametralladora Rexer, Ciudad de México, 18 de febrero de 1913

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Imagen 8. Francisco Villa con su ametralladora Hotchkiss, México, ca. 1912

 

Otra de las armas utilizadas fue la artillería, el terror de los soldados y revolucionarios en el campo de batalla por su amplio alcance de fuego y daño de zona. Entre los cañones más famosos que se utilizaron en los combates estuvo el modelo diseñado por el general Manuel Mondragón: el Saint Chamond-Mondragón, el cual utilizaba artillería de 75 mm. Además de los que fueron tomando del Ejército Federal, las fuerzas revolucionarias se las ingeniaron para sumar cañones como los Bange (imagen 9).

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Imagen 9. Un antiguo cañón Bange, México, 1911

Aparte de las armas de fuego, las armas blancas como los sables y espadas también tuvieron protagonismo, solo que su uso estuvo reservado para los altos mandos del Ejército como accesorio de gala (imagen 10). Aunque para algunos revolucionarios, el sable se volvió un símbolo de liderazgo, un claro ejemplo de ello fue Emiliano Zapata, inmortalizado en una fotografía con su carabina 30-30 y su sable con la empuñadura de cabeza de águila real (imagen 11).

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Imagen 10. General Bernardo Reyes con un sable, México, sin fecha

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Imagen 11. Emiliano Zapata con su carabina 30-30 y su sable con empuñadura de cabeza de águila real, México, ca. 1913

A lo largo de la Revolución mexicana se pudieron apreciar otra infinidad de armas como obuses, morteros, granadas, escopetas y fusiles Remington, así como la gran variedad de modelos de armas de sistema Máuser y Winchester que salieron posteriormente y no podemos olvidar los buques de guerra y los primeros aeroplanos que fueron utilizados en combate.

Este despliegue armamentista sirvió para conquistar diversos derechos sociales, políticos, económicos y laborales del pueblo mexicano, fue por eso que con el paulatino cierre de etapas de la Revolución mexicana, el gobierno revolucionario fue estableciendo medidas para reducir la lucha armamentista.

Tras la promulgación de la Constitución de 1917 se contempló nuevamente la necesidad de regular el uso de armas en el país, así que en el artículo 10 se estableció que los mexicanos tienen derecho a poseer armas en su domicilio, para su seguridad y legítima defensa, con excepción de las prohibidas por la Ley Federal y de las reservadas para el uso exclusivo de la Fuerza Armada permanente y los cuerpos de reserva.

 

Referencias de imágenes:

Imagen 1. Corresponsal de El País y muchacho revolucionario, México, 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, I. Herrerías/Revolución, Cd. Juárez/21, caja 11, núm. de inventario 1598.

Imagen 2. Gral. Miguel H. Monrraz de Guadalajara Jal. y teniente Corl. B. Moreno, México, 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, H. J. Gutiérrez/ Revolución/26, caja 10, núm. de inventario 1411.

Imagen 3. Soldados del General Hernández que formaron parte en la toma de Pachuca, México, 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, H. J. Gutiérrez/ Revolución/88, caja 10, núm. de inventario 1473.

Imagen 4. Guardia Federal resguardando la residencia el Gral. Díaz en la calle de Cadena, Ciudad de México, 25 de mayo de 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, H. J. Gutiérrez/ Revolución/5, caja 10, núm. de inventario 1390.

Imagen 5. Los revolucionarios tomando posesión de C. Juarez, Chihuahua, México, ca. 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, Revolución. Varios/Revolución/21, caja 17, núm. de inventario 2595.

Imagen 6. Hombre disparando con una metralleta junto a un oficial y un hombre muerto en el interior de una habitación de la Asociación Cristiana de Jóvenes, Ciudad de México, 18 de febrero de 1913, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, CBW/ Decena Trágica/25, caja 24, núm. de inventario 3749.

Imagen 7. Alumnos del Colegio Militar con una ametralladora Rexer, Ciudad de México, febrero de 1913, AGN, Archivos Fotográficos, Colección Díaz, Delgado y García, caja 1-8.

Imagen 8. Coronel Fco. Villa con su ametralladora, México, ca. 1912, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, La Rochester. Revolución/36, caja 17, núm. de inventario 2676.

Imagen 9. Tres hombres en un depósito de artillería junto a un cañón, México, ca. 1911, AGN, Archivos Fotográficos, Propiedad Artística y Literaria, H. J. Gutiérrez/ Revolución/119, caja 10, núm. de inventario 1503.

Imagen 10. General Bernardo Reyes con un sable, México, sin fecha, AGN, Archivos Fotográficos, Colección Díaz, Delgado y García, caja 1-12.

Imagen 11. Emiliano Zapata con su carabina 30-30 y su sable con empuñadura de cabeza de águila real, México, ca. 1913, AGN, Archivos Fotográficos, Colección Gráfica Felipe Teixidor, núm. de registro FTX/1394.

Bibliografía consultada:

El Ejército Federal, Ciudad de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas – UNAM, págs. 11. [Consulta: 20 de febrero de 2023]

Ignacio Taibo II Paco, Pancho Villa, Ciudad de México, Planeta, 2014, págs. 864.

Kerber Palma Víctor, “El misterioso caso de las armas compradas a la empresa Mitsui en la Revolución Mexicana”, en, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. 39, núm. 154, 2018, págs. 225-250. [Consulta: 20 de febrero de 2023]