Fue hallada una pequeña bolsa que contenía un papel arrugado cubierto de una tela deshilachada que, a su vez, cubría un colibrí y un pequeño pedazo de madera. Esta disposición de los objetos es característica de los amuletos para el amor, preparados desde hace siglos; en particular, éste se ha preservado por más de 300 años.

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En México, desde la época de la Colonia, se creía que para tener suerte en el amor, era necesario llevar un colibrí cerca del corazón, para que el portador gozara de la simpatía de las mujeres.

El documento, fechado el 30 de junio de 1715, forma parte del expediente que envió fray José Guerra de la ciudad de Zacatecas al Santo Oficio de la Inquisición contra Pedro Ramos, quien confesó realizar prácticas supersticiosas y de hechicería en tres ocasiones.

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Los documentos describen que, junto con otros dos mestizos, Ramos fue a un cementerio para recolectar “huesos de muerto”, los cuales le atraerían fortuna en el juego y con las mujeres. No obstante, la práctica no funcionó así que Ramos, aconsejado por un mulato, obtuvo unas hierbas, practicó ayuno y se abstuvo de ingerir sal, lo que tampoco le dio resultado.

Entonces acudió con un indio, quien le recomendó conseguir un “huichichile” (vocablo derivado del náhuatl huitzilin o huitzitzilin), un colibrí, ave considerada sagrada por los mexicas que representaba al dios Huitzilopochtli, quien lo portaba en su tocado siempre prendido de una flor que representaba el corazón. Para que surtiera el efecto deseado, Pedro Ramos debía llevarlo de la misma forma.

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Con fines de preservación, la bolsa que conservaba los objetos se reintegró a la foja donde fue encontrada, en tanto que el contenido fue trasladado al Departamento de Conservación y Restauración, donde se le fabricó una caja de concha que ahora resguarda al colibrí.

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