A inicios de diciembre de 1822 en la provincia de Veracruz el militar Antonio López de Santa Anna junto con un grupo de partidarios republicanos se pronunciaron en las calles del puerto en contra del emperador Agustín de Iturbide, haciendo un llamado a la reinstalación del Congreso, el cual meses atrás había sido disuelto por el emperador. 

Por cerca de dos meses el Ejército Imperial combatió a la facción rebelde dirigida por Santa Anna. El camino de la contienda se vislumbraba favorable para el Imperio que confiaba salir victorioso de aquel pronunciamiento al contar con un mayor número de fuerzas y recursos, mientras que los rebeldes habían quedado reducidos a unos cuantos grupos guerrilleros cuyas acciones se encaminaban a interceptar la línea de suministros y correspondencia de las fuerzas iturbidistas, sólo en unas contadas acciones las fuerzas rebeldes habían causado graves daños, sin embargo los suministros enviados por Agustín de Iturbide llegaban puntualmente alimentando la lucha para sostener el Imperio.

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La guerra terminó por concentrarse en la plaza de Veracruz, quedando sitiados los principales líderes del movimiento proto-republicano: Santa Anna y Guadalupe Victoria, este último había sido designado a finales de enero como líder del levantamiento con la finalidad de negociar con las fuerzas de Iturbide las cuales eran dirigidas por el general José Antonio Echávarri, quien había sido compañero de Santa Anna. Juntos habían organizado un ataque para poder tomar la fortaleza de San Juan de Ulúa, mismo que fracasó, lo que ocasionó la discrepancia entre ambos brigadieres.

La rivalidad entre los dos generales era conocida por Agustín de Iturbide, razón por la cual  había designado a Echávarri para combatir a su antiguo excompañero. Sin embargo, cuando Guadalupe Victoria asumió, por petición de Santa Anna, el mando de las tropas rebeldes, se abrió la posibilidad de entablar un canal de comunicación entre ambas facciones.

A partir de la documentación que se resguarda en el fondo documental Iglesias Calderon, se sabe que Guadalupe Victoria de inmediato buscó comunicarse con Echávarri, quien en un principio rechazó cualquier dialogo con el “faccioso”. No obstante, entre ambas personas se entabló una discreta comunicación por escrito.

Con la finalidad de no levantar las sospechas de Iturbide, Echávarri se mostró indiferente cada vez que recibía comunicación de Guadalupe Victoria, incluso el brigadier José María Calderon llegó a señalar que el jefe de operaciones ignoraba el contenido de la misma correspondencia.  Forma que duraría poco ya que el 29 de enero de aquel año, se llegó a un acuerdo para conformar entre ambos grupos una comisión con el objetivo de poner fin a las hostilidades y llegar a un acuerdo de paz para evitar la “efusión de sangre entre hijos de una propia familia”.

La reunión entre ambas facciones se concretó el 1 de febrero de 1823 en el depósito de pólvora conocido como Casa Mata, en donde se confabularía el Plan que fue firmado con el homónimo del lugar, el contenido del documento deja ver que la opinión se centró en reconocer el principio de la soberanía nacional, la cual reside en el pueblo representado a través del Congreso.

Conformado por once puntos se aunaba en la reintegración del Congreso que había sido desintegrado, así como en la restitución de los primeros congresistas. El historiador Alfredo Ávila Rueda comenta que el Plan ostentaba un carácter federalista pues el artículo cuarto marcaba que los representantes de la nación podían elegir el lugar más conveniente para su instalación, mientras que el punto decimo estableció que: la Diputación Provincial de esta provincia (Veracruz) será la que delibere en la parte administrativa.

El Plan de Casa Mata en algunos puntos puede ser considerado el antagonismo de los Tratados de Córdoba mismos que permitieron a Agustín de Iturbide poder acceder al trono del Imperio Mexicano, ya que sostenía  que la soberanía residía esencialmente en la Nación y a pesar de reconocer la personalidad del emperador como representación nacional quedaba subyugado a las deliberaciones del Soberano Congreso.

Asimismo, el Ejército Imperial sólo se comprometía a respetar la integridad del Emperador sin embargo los cuerpos que componían dicho ejército solamente debían juramento a sostener a toda costa la representación nacional misma que recaía en la representación nacional del Congreso.

Como consecuencia de este pronunciamiento el Imperio Mexicano perdió su brazo de acción, único sostén que mantenía al emperador Agustín de Iturbide quien carecía de todo título de legitimación, necesario para sostener una monarquía y un Rey.  

Hoy en día el Archivo General de la Nación conserva El Plan de Casa Mata que enarbolo la defensa de la soberanía nacional y uno de los documentos de la eclosión de la historia del federalismo mexicano.  

/cms/uploads/image/file/560721/2.jpgPlan de Casa Mata, 1 de febrero de 1823, Archivo General de la Nación, Fondo Fernando Iglesias Calderón, caja 2, exp. 5, fs. 225