Desde la época del virreinato, el territorio mexicano había llamado la atención del extranjero; pues la riqueza que ofrecía a la Corona de España, la habían posicionado como la principal colonia de América. Alejandro de Humboldt, fue uno de los principales viajeros, que daría a conocer la inmensa riqueza y oportunidades comerciales que podía ofrecer la Nueva España, como una nación independiente.

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Una vez que México alcanzó su soberanía e independencia, el recién formado gobierno se encaminó en dar una pronta solución al estancamiento económico que existía a causa de la prolongada guerra independentista. Una de las vías que se consideró para levantar y llevar a la recién nación a un estado de prosperidad económica, fue una política atractiva a la inmigración, para incentivar la inversión, el establecimiento de comercios y la colonización de tierras despobladas dentro de este inmenso territorio.

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En 1822, Valentín Gómez Farías propuso al Congreso el primer proyecto de Ley General Sobre Colonización. Su primer artículo veló por garantizar la seguridad personal y de propiedad, de todos los extranjeros que tuvieran interés en residir o establecer una actividad comercial, industrial o artesanal en el Imperio Mexicano. Para 1823, cualquier extranjero podía solicitar una carta de seguridad, con la cual el gobierno garantizaba la protección de los derechos humanos y garantías del portador. A partir del decreto del 28 de mayo de 1828, todos los extranjeros residentes en la República Mexicana tenían que presentar su carta de seguridad. Es decir, se estableció como requisito obligatorio contar con este documento para poder permanecer y transitar libremente en el territorio.

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Este documento fortaleció el principio de reciprocidad en las relaciones diplomáticas de nuestro país, en la inteligencia de que todo ciudadano mexicano que se hallaba en alguna otra nación, que había suscrito un tratado de paz o amistad con México, disfrutaría de igual reciprocidad y privilegios.

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La Carta de Seguridad concedía a su portador el derecho a permanecer en el país por un período de un año, con posibilidades de ser renovada. Algunos de los datos que se tomaban en cuenta para tramitarla eran referencias personales, rasgos físicos, lugar donde residiría y ocupación o interés de su estadía en el país. Se tiene el caso particular de los trabajadores —tanto directivos como peones—, que ingresaban a México para laborar dentro de las compañías extranjeras. Por ejemplo, en 1832, ochenta trabajadores ingleses solicitaron su carta de seguridad para poder laboral en las minas del Mineral del Monte que se encontraban explotadas por una compañía inglesa. Ese mismo año, veinte alemanes habían solicitado su carta de seguridad, para poder trabajar en una compañía minera alemana.

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Sin embargo, la principal ocupación de los extranjeros que ingresaban al país, estaba encaminada al comercio, ubicando dentro de los inmigrantes de aquel tiempo, una mayor cantidad de artesanos que desempeñaron su oficio. Entre ellos, se puede mencionar a los sastres, zapateros, relojeros y cerveceros. Otro sector extranjero que llegó a integrarse al país fue el docente; especialistas en química, botánica, medicina, música, letras, historia y pintura, por mencionar sólo algunos, consiguieron impartir sus conocimientos en nuestro país.

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La idealización de México como un cuerno de la abundancia, motivó a que personas con escasos recursos llegaran a estas tierras con el fin de buscar una oportunidad dentro de una nación que ofrecía una amplia gama de riquezas, como fue el caso de la servidumbre que llegó de la mano de opulentas familias.

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Existen también casos extraordinarios, en los cuales los extranjeros que habían ingresado a la República, lo habían hecho por cuestiones sociopolíticas. Tal fue la situación de los centroamericanos Francisco Cáscara; Manuel Martínez Sobral; Francisco García Salas y su familia; José Francisco de Córdova y su familia; José León Marroquí, José María Herrera, José Antonio Marroquí y Antonio Bares, quienes habían huido de su lugar de origen, por cuestiones bélicas, pues después de la primer Guerra Federal centroamericana (1826-1829), se encontraban residiendo en Chiapas, México.

O el caso del expresidente centroamericano Manuel José de Arce y Fagoaga, quien en 1838 solicitó su carta de seguridad para residir en Chiapas, lugar donde confabuló una expedición para invadir Centroamérica desde territorio chiapaneco y  sublevar la región a la cabeza de un grupo de exiliados.

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Para conocer más sobre este fondo, consulta la Guía General de Fondos, elaborada en 1990, que ofrece información detallada de algunas colecciones que se preservan en el Archivo General de la Nación.

Entre los instrumentos de consulta que los usuarios pueden utilizar para tener acceso a la descripción de los expedientes del Fondo Cartas de Seguridad, se encuentra el Sistema Informático de Registro, Normalización, Administración y Digitalización de Archivos (SIRANDA), el cual se puede consultar en el Centro de Referencias del AGN. Otro instrumento es la Guía General de Fondos en línea la cual permite conocer las descripciones de los expedientes (informaciones sujetas a verificación en el Centro de Referencias del AGN; o a través del correo electrónico citas.consultadocs@agn.gob.mx).

Consulta el acervo del Archivo General de la Nación y conoce, a través de sus documentos, la historia de México. Para conocer como consultar los fondos documentales y gráficos del AGN visita la siguiente página.  

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