No obstante —según señala el historiador Mauricio Cruz García—, la sociedad mexicana se opuso a la guerra y, sobre todo, a una colaboración militar con el vecino país del norte, en gran medida por los resentimientos por la mutilación territorial de 1848, por los temores populares de la repetición de las “levas” de la época revolucionaria, la angustia de involucrarse en una guerra ajena y la simpatía por los enemigos de potencias imperialistas.

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El ánimo antibelicista en México era notorio, incluso entre las filas de la burocracia gubernamental. Como ejemplo sirva una encuesta publicada por la revista Tiempo en mayo de 1942, en la que el “No a la guerra” triunfaba por un margen de 6 a 4. Los motivos principales de quienes se oponían eran la existencia de otras prioridades nacionales, la escasa importancia militar de México y la desconfianza hacia los Estados Unidos. Por su parte, entre los partidarios de la guerra prevalecía la indignación nacionalista y el rechazo al imperialismo nazi.

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Con el conocimiento de que la declaración de guerra no contaba con apoyo popular, el gobierno y su partido hicieron un gran esfuerzo para que su aparato corporativo creara el ánimo de unidad activa y colaboradora que la población no percibía espontáneamente.

Sin embargo —enfatiza Cruz García—, México, como vecino inmediato, asociado y proveedor de materias primas estratégicas, así como mano de obra en cantidades masivas y comprador de manufacturas de los Estados Unidos, se convirtió en blanco de los planes militares del Eje. Por ello, el gobierno de Ávila Camacho tomó diversas acciones que dejaron entrever la línea que seguiría México.

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El historiador Carlos Inclán Fuentes relata, como ejemplo de ello, que el 31 de marzo de 1941 Estados Unidos tomó posesión de las naves con bandera del Eje que se encontraban en sus puertos. A su vez, el gobierno mexicano decretó, en abril de 1941, la incautación de los barcos con bandera del Eje que estaban estacionados en puertos nacionales. El requisamiento puede ser visto como un guiño a los Estados Unidos o como un movimiento del Estado mexicano para incrementar su flota petrolera, la cual era raquítica.

Por ello, el 2 de abril de 1941 el gobierno mexicano tomó posesión de los barcos italianos: Tuscania, Vigor, Genoano, Americano, Lucífero, Atlas, Stelvio, Fede y Giorgio Fassio; así como de los alemanes Hameln, Orinoco y Marina O.

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Si bien el gobierno alemán señaló que no tomaría represalia alguna, la noche del 13 de mayo de 1942 el buque petrolero Potrero del Llano (antes Lucifero) fue hundido por un submarino alemán. Siete días después, el 20 de mayo de 1942, el carguero Faja de Oro (originalmente Genoano), que regresaba a Tampico de Estados Unidos, también fue atacado. En total 27 marineros murieron. Con ello, la neutralidad del gobierno mexicano llegó a su fin.

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Con la agresión al Potrero del Llano la opinión pública de México no varió su oposición a la guerra y a la colaboración con los Estados Unidos, en especial cuando amplios sectores de la sociedad creyeron que los estadounidenses eran los responsables del ataque, con el objetivo de que el gobierno mexicano se declarara en estado de guerra.

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Como reacción, el gobierno presidido por Manuel Ávila Camacho solicitó la anuencia del Congreso de la Unión para declarar el estado de guerra en contra de la Alemania nazi, el Reino de Italia y el Imperio Japonés. La Comisión Permanente del Congreso dio facultades al Presidente de la República para que declarara el estado de guerra a los países del Eje.

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La declaratoria vino acompañada del rechazo de una parte importante de los mexicanos, entre otros motivos por el establecimiento del servicio militar obligatorio, la suspensión de garantías individuales y, en general, por la posibilidad de derramar sangre mexicana en un conflicto ajeno a los intereses nacionales.

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Finalmente, el gobierno Mexicano cosechó importantes beneficios de su cooperación en la guerra con los gobiernos aliados. Entre ellas, soluciones definitivas y relativamente favorables a diferendos, como el de la deuda por la nacionalización de la industria petrolera, la obtención de préstamos internacionales y un notorio impulso a la modernización industrial del país.

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