En 1876 Porfirio Díaz encabezó un movimiento armado en contra del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. Bajo el principio de no reelección la revuelta textepecana triunfó. A partir de 1884, Díaz fue elegido cada cuatro años como Presidente de la República por unanimidad, situación que llegó a su fin en marzo de 1908 con la publicación de una entrevista realizada al entonces presidente por el periodista norteamericano James Creelman, en la que el dictador manifestó que:

  1. Por ningún motivo consentiría en aceptar un nuevo periodo.
  2. Le agradaría transferir personalmente el poder gubernamental a una organización democrática.

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La entrevista otorgada a fines de 1907 y publicada en Nueva York en marzo de 1908 en la revista Pearson’s Magazine bajo el título: El Presidente Díaz: Héroe de las Américas, fue el comienzo del fin para el autócrata. Poco después, extractos de la entrevista fueron publicados en México por el periódico oficialista El Imparcial. Sus palabras fueron tomadas como una evidente apertura del régimen.

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Como consecuencia de sus declaraciones, Francisco I.Madero publicó La sucesión presidencial en 1910. Sumado a ello, las declaraciones del general Díaz de que apoyaría a una organización democrática, propiciaron que elementos “progresistas” se unieran para impulsar un movimiento que, sin estar en oposición directa contra Díaz, abriera una brecha hacia la democracia. La entrevista fue el detonante de algo que era impostergable.

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Se debe destacar que para 1908 Porfirio Díaz ya no era el caudillo que a través de un golpe de Estado había llegado al poder, respaldado en un gran apoyo popular por su logros militares y que, tras varios lustros en el poder había consolidado las bases de un México moderno, y transformado su persona en un factor de unidad nacional. Tal como lo refirió el historiador José María Lujan: “en realidad, lo que tenía mayor importancia en 1908 era que Díaz tendría ochenta años. El régimen estaba carcomido; se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación. Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz —la paz de los sepulcros o la paz porfiriana—, pero la paz; y en los treinta años de pacífico gobierno habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones: un México nuevo, en suma, distinto por completo al México de la Chinaca”.

En ese sentido la entrevista impulsó un torbellino de movimientos que creyeron en las palabras del dictador, se erigieron clubes políticos que encauzaron las luchas democráticas inauguradas en 1900, con el nacimiento de Regeneración.

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En ese escenario es que emergió la figura de Francisco I. Madero, proveniente de una familia de “agricultores ricos, bien educados, cultos y progresistas”. El primer paso que dio Madero por la democracia fue la edición de la obra La sucesión presidencial en 1910, que se publicó en 1908. Libro que representa una tibia crítica al régimen de Díaz, pero que abrió un camino al recomendar a la ciudadanía el derecho que tenía y debía ejercer en las elecciones de 1910, para acabar con tres décadas de gobierno autocrático.

Una vez que fue lanzada la candidatura de Díaz para la reelección, Madero viajó por el país pronunciando discursos que se limitaban a propagar los elementos de un gobierno democrático. El 15 de abril de 1910 se llevó a cabo la convención de los clubes antirreeleccionistas con 200 delegados. Los participantes en la convención eligieron como candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia a Francisco I. Madero y a Francisco Vázquez Gómez, respectivamente. La nominación de Madero tuvo un resultado inmediato. La nación se encontró de nuevo entusiasmada con la idea de poder ejercer realmente su derecho al sufragio.

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No obstante la reacción del dictador fue contundente: los líderes de los clubes antirreeleccionistas fueron encarcelados; los periódicos que apoyaron la causa democrática fueron suprimidos; se usó el poder de la policía para disolver los clubes e impedir las recepciones que se organizaban en honor de los candidatos del partido Antirreeleccionista. El régimen de Díaz al verse amenazado aprehendió a Madero, quien permaneció recluido durante las elecciones que dieron el triunfo a Díaz y a Ramón Corral (26 de junio). Poco después Madero fue trasladado a San Luis Potosí, de donde logró fugarse.

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El 4 de octubre, Porfirio Díaz y Ramón Corral fueron declarados reelectos como presidente y vicepresidente para el sexenio 1910-1916, respectivamente. Cerrado el camino de la legalidad, Madero y sus adherentes optaron por la vía armada. Desde San Antonio, Texas, publicó el Plan de San Luis convocando al pueblo a tomar las armas el 20 de noviembre. El 1 de diciembre, Porfirio Díaz y Ramón Corral asumieron el poder por última vez. Si bien en un principio el movimiento revolucionario no tuvo importancia éste se extendió en los primeros meses de 1911, el 21 de mayo se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, en donde Díaz renunció a la Presidencia de la República.

El 31 de mayo, el general Porfirio Díaz partió rumbo a Europa en el vapor de correo Ypiranga, de la Hamburg-Amerika Linie. El 7 de junio Madero entró a la ciudad de México aclamado por miles de personas como líder de la revolución triunfante.