No obstante, la caída de Madero y de su régimen se fraguó en el momento que decidió no derruir por completo la vieja maquinaria porfirista. De acuerdo con el historiador Santiago Portilla, la crisis del maderismo se gestó con la signatura de los Acuerdos de Ciudad Juárez, ya que estos anularon al Plan de San Luis y se aceptó la continuidad de los poderes de la dictadura porfirista para hacer viable la negociación; más aún: Madero cometió el error de mantener al ejército derrotado, en lugar de disolverlo y sostenerse sobre su propia fuerza armada.

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Estos elementos, más los levantamientos zapatista y orozquista —y el evidente intervencionismo del embajador norteamericano Henry Lane Wilson—, propiciaron el clima perfecto para el golpe de Estado que estalló el 9 de febrero de 1913. La rebelión, conocida como la Decena Trágica, fue encabezada por Bernardo Reyes y Félix Díaz, a quienes Madero había perdonado la vida tras sus intentos golpistas en los meses anteriores. Bernardo Reyes con su Plan de la Soledad, en noviembre de 1911; y Díaz, con su Plan Felicista, en octubre de 1912.

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Durante 10 días la Ciudad de México presenció la guerra en sus calles. El 18 de febrero, Gustavo A. Madero fue tomado prisionero y por la noche fue asesinado en la Ciudadela con saña inimaginable; Madero y Pino Suárez, “los presidentes”, como solía llamárseles, también fueron hechos prisioneros en Palacio Nacional. Ese mismo día se signó el Pacto de la Ciudadela, el cual señala en su fragmento inicial: “se da por inexistente y desconocido el Poder Ejecutivo que funcionaba”.

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El día 18 se sucedieron varios eventos que marcaron el rumbo de México. Primero: Madero y Pino Suárez firmaron su renuncia; segundo: el Congreso nombró presidente a Pedro Lascuráin, ministro de Relaciones Exteriores, quien renunció de inmediato; tercero: Victoriano Huerta, recién designado Ministro de Gobernación, se convirtió automáticamente en presidente provisional. Con estos actos se dio fin a las acciones bélicas en la capital de la república pero se reactivó en todo el territorio para luchar contra el usurpador.

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El 20 de febrero Madero y Pino Suárez permanecieron detenidos en Palacio Nacional, acompañados por el embajador cubano Manuel Márquez Sterling, para evitar que fueran asesinados. Dos días después Félix Díaz, Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta acordaron deshacerse de Madero y Pino Suárez. Para lo cual se les trasladó a la Penitenciaria de Lecumberri. A su llegada, Francisco Cárdenas asesinó a Madero; Pino Suárez intentó huir, pero fue herido y rematado por Rafael Pimienta, los cuales fueron recompensados con el pago de dieciocho mil pesos. Momentos después, Huerta declaró que la escolta que conducía a Madero y Pino Suárez había sido asaltada por fuerzas maderista y que se realizaría una investigación para esclarecer los hechos, para simular el asalto se hicieron disparos contra los vehículos.

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Mientras Madero y Pino Suárez eran asesinados, el general Porfirio Díaz se encontraba en Asuán, la ciudad más meridional de Egipto, en la margen oriental del Nilo.

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