En la actualidad el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, nombre oficial del documento, se resguarda en la bóveda de seguridad del Archivo General de la Nación (AGN) y, por si fuera poco, se encuentra encapsulada para garantizar las condiciones óptimas de humedad, temperatura, presión e iluminación que mantienen estable el soporte documental y el texto que plasma los ideales de la Independencia.

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Sin embargo, no siempre fueron esas la condiciones en las que se conservó nuestro documento de nación libre y soberana, pues debemos señalar que por un tiempo este documento no estuvo en las manos del pueblo mexicano, sino que por su valor inestimable fue víctima del hurto y de la venta ilícita. Para entender como eso fue posible debemos adentrarnos a la historia de este documento.

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Todo inicia el 27 de septiembre de 1821, día en el cual el Ejército Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide entró a la Ciudad de México marcando el final de una sangrienta guerra que por cerca de diez años había separado y lastimado a miles de civiles, pero que al final se unirían bajo el clamor de independencia, unión y religión, garantías que definirían en sus inicios a la Nación Mexicana que por más de trescientos años había permanecido en manos de España.

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Los habitantes de esta Ciudad se dispusieron a decorar las calles con flores y vistosas colgaduras que ostentaban los colores adoptados en Iguala (blanco, verde y rojo), para dar una cálida bienvenida al ejército y al gobierno que protegerían y dirigirían a la nueva nación. La comitiva llegó al actual Palacio Nacional en donde se declamaron dos documentos[1]: el Plan de Iguala, documento que inició todo el proceso de la consumación de la independencia y los Tratados de Córdoba, texto en el que, de manera no oficial, la Corona de España reconocía la independencia del Imperio Mexicano.

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 No obstante, a la recién nación soberana todavía le hacía falta un documento que fuera firmado por las “autoridades que regirían provisionalmente el país”[2]. Esta sería la primera tarea de la Junta Provisional Gubernativa la cual se estableció el día 28 de septiembre de aquel año, ese mismo día durante su primera sesión celebrada en Palacio Nacional cerca de las siete de la noche se pronunció el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, documento que en síntesis recogía todos los principios que en Iguala fueron expresados y en Córdoba ratificados.   

Dos ejemplares idénticos fueron firmados y ambas Actas de Independencia representaban el “monumento más glorioso de la nación”,[3] por lo cual se destinaron a dos espacios solemnes para su resguardo, una en el recinto Legislativo, lugar donde residiría la representación de la soberanía popular y se promulgarían las leyes que regirían a este país, mientras que la otra permanecería resguardada por la Junta Provisional Gubernativa.

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La primera fue enmarcada para ocupar un lugar central dentro del antiguo Congreso Mexicano —tal como nos recuerda una de las litografías de Pietro Gualdi— esto hasta el año de 1909 cuando un trágico incendio devoró hasta las cenizas el irreemplazable documento. La historia de la otra Acta de Independencia fue igual desafortunada, pues cerca de 1830 fue sustraída del recinto por un “empleado infiel que la vendió a un viajero curioso”[4].

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Se sabe, por información de Lucas Alamán, que el Acta llegó a Francia por lo cual el gobierno mexicano infructuosamente intentó recuperarla. El documento solemne pasó de mano en mano por Europa hasta llegar a la biblioteca personal de Maximiliano de Habsburgo quien en 1864 no dudó en llevar el Acta de Independencia de la nación que gobernaría; sin embargo, aquel efímero Segundo Imperio llegaría a su fin en el año de 1867, y con ello, varios de los papeles personales del Emperador se perderían como el citado documento, pues durante el sitio de Querétaro Maximiliano había comunicado al padre Fischer salvar su archivo; sin embargo este personaje a su regreso a Europa vendió el Acta a petición de la familia del occiso Emperador.

Uno de los ex libris​ que contiene el documento revela que estuvo por un tiempo en Madrid, España, en posesión del comerciante de libros históricos Gabriel Sánchez quien terminó por venderla al bibliógrafo mexicano Joaquín García Icazbalceta esto cerca de 1880 a 1890[5]. Icazbalceta guardó con celo este documento que pasó a sus descendientes hasta llegar a las manos de su nieto Luis García Pimentel quien por el valor de diez mil pesos[6] cedió en 1947 a Gavito Bustillo, por fortuna esta última persona tuvo como deseo póstumo entregar el apreciado documento en 1961 al presidente López Mateos.

Una vez que se reconoció la autenticidad del documento este ingresó al AGN; sin embargo, se desconoce el lugar donde estuvo resguardado, debemos recordar que para el año en que fue conferida al entonces Presidente de la República, el AGN se encontraba instalado en tres diferentes sedes: Palacio Nacional, el antiguo Palacio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y la Casa Amarilla en Tacubaya, sería hasta el traslado del patrimonio documental de la nación a la antigua Penitenciaría de México cuando finalmente este fundamental documento, ingresó a la bóveda de seguridad de este recinto.

A manera de conclusión, podemos señalar que el valor que dota un individuo, un grupo, un pueblo y una nación hacia sus documentos es inestimable e insustituible, sin embargo, es una realidad que muchos documentos a lo largo de su historia han sido víctimas de diversos delitos, entre ellos la sustracción y la venta indebida, tal como le ocurrió a nuestra Acta de Independencia. Las malas experiencias han motivado a la creación de leyes que combaten concretamente delitos en materia de documentos, en el caso de México se cuenta actualmente con la Ley General de Archivos que entre sus artículos vela por el patrimonio documental.

Asimismo, el AGN garantiza la protección, resguardo y conservación de los documentos fundamentales de la nación, así como su difusión para que todo ciudadano interesado pueda conocer el valioso patrimonio documental como es el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, la cual puede ser apreciada a través de su facsímil que se exhibe de manera permanente en la Sala de Banderas de esta institución.

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¡Ven! y visita el AGN de lunes a viernes de 9:00 a 16:00 horas y sábados de 10:00 a 16:00 horas, donde podrás conocer los documentos fundacionales de la Nación Mexicana.

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[1]Gaceta Imperial de México, 30 de octubre de 1821, t. I, núm. 16, p. 116

[2] RUIZ DUEÑAS, Jorge y otros.  Encuentro con el Acta de Independencia. Ciudad de México, Archivo General de la Nación, 2018, p.28

[3] Diario de las sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano [En Línea]. México, Imprenta Imperial de D. Alexandro Valdés, 1821, p. 351. Consultado en: https://bit.ly/2ngj4j3

[4]Lucas Alamán. Historia de México. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente. ed. facsímil. México, Fondo de cultura Económica, 1985 t. V, p. 222. 

[5] RUIZ DUEÑAS, Jorge. Op. Cit. p.16

[6] Ibídem.