El 5 de octubre de 1813, el Siervo de la Nación y Generalísimo de las Armas de esta América Septentrional, emitió en la ciudad de Chilpancingo un decreto en el que ordena a los intendentes de cada provincia poner en libertad a los esclavos. Además, ordenó que a los indios que formen pueblos y repúblicas hagan elecciones libres y que no los esclavicen con servicios personales.

Con estas medidas no solamente redimía a los esclavos sino que proclamaba la libertad de la mano indígena que quedó sujeta a los españoles, desde los tiempos de las encomiendas que se habían repartido entre los conquistadores.

Al mandar que los pueblos y repúblicas hicieran sus elecciones libres no sólo les dio libertad sino que, además, les otorgó la igualdad y soberanía que les correspondía.

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El tema de la abolición de la esclavitud durante la Guerra de Independencia fue recurrente. El primero en exponer esta cuestión fue Miguel Hidalgo y Costilla, quien emitió un decreto el 6 de diciembre de 1810, en que ordenó la liberación de los esclavos y condenaba a muerte a todo aquel que se opusiera a la medida.

El 25 de marzo de 1811, José Miguel Guridi y Alcocer, diputado por Tlaxcala en las Cortes de Cádiz, apoyándose en el derecho natural, presentó ante el parlamento ocho puntos en donde prohíbe el comercio de esclavos, el derecho a pagar por su libertad, ganar un salario y que sus hijos nacieran libres. Sin embargo, la esclavitud no fue abolida en la Constitución española de 1812.

Con este bando, Morelos intentó dar continuidad al emitido por Hidalgo. Desde la redacción de los Sentimientos de la Nación la abolición fue un punto relevante. En la Constitución de Apatzingán aparece de forma implícita al decretar que “se reputan por ciudadanos de esta América, todos los nacidos en ella”.

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Sin embargo, los edictos que emitieron los líderes insurgentes no tuvieron eco en todo el territorio pues la esclavitud continuó por mucho tiempo más. A pesar de ello, la idea de la abolición estuvo presente en el discurso hasta más allá de establecida la República. Y es que la liberación de los esclavos no era un asunto fácil, pues se contraponía con el derecho a la propiedad.

Guadalupe Victoria, primer presidente de México, emitió un decreto para comprar la libertad de esclavos pagando a sus propietarios por ella, limitándose a los fondos que se reunieran para tal efecto; y el 15 de septiembre de 1829, Vicente Guerrero expidió formalmente el decreto para suprimir la abolición de la esclavitud de nuestro país, principio que se ha mantenido en todas las Constituciones posteriores.