Melchor de Talamantes Salvador y Baeza, nació en Lima el 10 de enero de 1765 e ingresó a los 14 años a la Orden de la Merced. Estudió en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de los Reyes de Lima, donde obtuvo el grado de doctor en teología. Su personalidad y sus capacidades intelectuales lo llevaron a colaborar con la élite limeña.

Arribó al reino de Nueva España en 1799, de paso hacia España para participar en el capítulo general de su Orden. Su escala se convirtió en lugar de residencia. En tierra novohispana se concentró más en sus actividades políticas que en su vida regular. A unos meses de su llegada, el 28 de marzo de 1800, dio un “Sermón político y moral” en la real capilla del mismísimo Palacio Mayor de México, por el cual fue elogiado y le permitió relacionarse con los círculos políticos e intelectuales más avanzados de su época.

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En 1807, el virrey José de Iturrigaray  lo comisionó para estudiar los límites de Texas con Luisiana. De sus estudios resaltó: “si los Norteamericanos dirigen sus tentativas quedaría a su disposición con perjuicio no sólo de nuestra Nación, sino de los franceses, ingleses y rusos (…) serían con el tiempo para nosotros los vecinos más terribles cuando no se nos declarasen unos enemigos formidables (…) que si la España no se aprovecha prontamente de las proporciones que se le presentan se vea despojada con el tiempo de la provincia de Texas, abriendo las puertas de sus preciosos dominios a unos vecinos inquietos, turbulentos y demasiado formidables por sus miras ambiciosas”.

En 1808 la invasión napoleónica prefiguró el desmembramiento del Imperio español. Los acontecimientos se precipitaron. La noticia de la abdicación de la Casa de los Borbón llegó a territorio novohispano en julio. Los criollos —señaló el historiador Genaro García— miraron a España vencida por Napoleón; y entonces fue cuando vislumbraron la ansiada aurora de su propia libertad, mientras los europeos sintieron angustiosa incertidumbre y honda consternación.

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En la península se comenzaron a formar juntas de gobierno para ejercer el poder mientras estuviera prisionero Fernando VII. De tal manera, los criollos imaginaron que en América también podrían formar sus juntas y determinar ellos mismos su destino. En ese ambiente, Talamantes presentó al ayuntamiento, el 23 de julio, su proyecto para la realización del “Congreso Nacional del Reino de Nueva España”, en el que planteó los procedimientos que habría que seguir para convocarlo, con el fin de reestructurarla políticamente como “nación” independiente.

El escrito de Talamantes, más los crecientes rumores de que los criollos pretendían proclamar rey a Iturrigaray, impulsaron que la medianoche del 15 al 16 de septiembre, Gabriel de Yermo, rico hacendado español, diera  un golpe de Estado y redujera a prisión al virrey, a su familia y a Talamantes.

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Después de un juicio amañado, Talamantes fue acusado de “haber turbado la tranquilidad pública, induciendo a la independencia”, además de ser señalado como “un religioso inobediente y díscolo”

La sentencia, firmada únicamente por Pedro Fonte contra Talamantes, fue la pena de muerte. La condena no fue ejecutada y se dispuso que Talamantes fuera enviado a España para que el rey dispusiese lo conveniente. No obstante no sobreviviría a su cautiverio y el 9 de mayo de 1809 murió en Veracruz a causa de la fiebre amarilla.

Emilia Romero escribe: “José de Fonte, quien firmó la sentencia contra el precursor y protomártir de la independencia mexicana, llegó a ser años después Arzobispo de México y en esa calidad no tuvo reparo en aceptar el Plan de Iguala, que consumaba la independencia de México —salvaguardando los bienes de los españoles— . Y cuando Iturbide entró triunfante en la capital el 27 de septiembre de 1821, lo recibió bajo palio en el atrio de la Catedral, haciendo entonar un Te Deum de acción de gracias”.

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