Félix María Calleja del Rey nació en Medina del Campo, Valladolid, en 1753. A los 20 años fue incorporado al servicio del ejército del rey. Dos años más tarde, el futuro virrey tuvo su primera prueba de armas en las costas de Argel, ya que Carlos III mandó una expedición de 18 mil hombres para combatir a los corsarios, la cual fracasó. Del norte de África, Calleja fue enviado a combatir a los ingleses en el peñón de Gibraltar.

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A pesar de las derrotas sufridas —señala el historiador Juan Ortiz—, el sitio sobre el peñón se convirtió en la escuela donde se foguearon la mayor parte de los virreyes y oficiales reales que viajaron a América, al final del periodo colonial. Ejemplo de ello es que en el sitio a Gibraltar, Calleja convivió con personajes como Miguel de la Grúa y Branciforte, Santiago Liniers, Francisco Xavier Venegas y Juan Vicente Güemes y Pacheco (II conde de Revillagigedo),

Este último, al ser nombrado virrey de la Nueva España, reclutó a Callejas (1789) y lo nombró comandante del Regimiento de dragones de Puebla. Tiempo después, Calleja fue enviado a las provincias más apartadas del norte del virreinato, donde elaboró varios estudios en los que describió las condiciones geográficas de los territorios que visitó, los obstáculos que impedían su desarrollo y crecimiento; así como las medidas que debían aplicarse para sacarlas del atraso en que se encontraban. Años después aprovecharía estos conocimientos para obtener beneficios personales bajo el amparo de su investidura de militar.

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En 1796 Félix María Calleja llegó a San Luis Potosí con el encargo de hacer eficientes las milicias recientemente establecidas en la región. Para ese fin puso en marcha los regimientos provinciales de dragones de San Luis y San Carlos. Su nombramiento como comandante general de la provincia de San Luis Potosí, de la Colonia del Nuevo Santander y Nuevo Reino de León, permitió a Calleja poner a prueba sus habilidades para combinar su lealtad y servicio al rey, con sus aspiraciones personales de poder y riqueza.

Al enterarse del estallido insurgente en 1810, Calleja dispuso una serie de medidas para la protección de la región de San Luis Potosí, tales como controles en caminos, barricadas en el acceso a la ciudad y recompensas a los confidentes. Asimismo preparó una fuerza para lanzarse en persecución de los insurgentes. Además, logró reunir una fuerza conformada por cinco cuerpos de milicianos, uno de infantería (Tamarindos, por el color de su uniforme), dos de dragones (San Luis y San Carlos); y dos de caballería (Fieles del Potosí y Frontera del Nuevo Santander), contando con un total de 2,827 hombres, 2,427 montados y 400 a pie.

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El 28 de octubre de 1810 se unieron las fuerzas realistas de México y Puebla, constituyendo el Ejército del Centro. Calleja se convirtió en general de estas unidades militares. Sus tropas fueron el baluarte realista que logró vencer a los insurgentes en Aculco, Guanajuato, Puente Calderón y Zitácuaro; y en escaramuzas que se sucedieron en gran parte del virreinato: Querétaro, Guadalajara, San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato y Michoacán.

Año y medio después de su formación, en mayo de 1812, el Ejército del Centro fue disuelto. No obstante, la reputación que se ganó Calleja como general victorioso favoreció su designación como virrey, cargo del que tomó posesión el 4 de marzo de 1813. Instalado en el palacio virreinal adoptó una nueva estrategia de guerra, en la que las tropas potosinas jugaron un papel protagonista.

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Según Juan Ortiz, la investidura de Virrey, Jefe Superior Político y Capitán General de Nueva España, obedeció más a una política interna que a los intereses peninsulares, sobre todo después de la fallida experiencia de su antecesor, Francisco Xavier Venegas, quien por su nulo conocimiento que tenía sobre el país no pudo contener las rebeliones populares y, al mismo tiempo, aplicar la constitución gaditana.

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En septiembre de 1816 fue removido del cargo de virrey y regresó a España donde fue nombrado Capitán General de Andalucía, Gobernador de Cádiz y General en Jefe de Ultramar. Poco antes del golpe de Estado, encabezado por el general liberal Rafael del Riego, en enero de 1820, Calleja preparaba una nueva expedición, ahora contra Buenos Aires, pero como se negó a colaborar con el nuevo gobierno, fue encarcelado.

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Durante el bienio liberal Calleja encabezó una conspiración para derrocarlo. Por esta razón fue desterrado a la isla de Ibiza, hasta que cayó el gobierno y, tras el restablecimiento del absolutismo, regresó a Valencia donde vivió hasta su muerte, el 24 de julio de 1828, no sin antes padecer uno de los procesos más humillantes de su vida: el haber sido sometido al llamado Juicio de purificación, para demostrar con hechos que nunca había colaborado con los liberales y que siempre había sido leal al monarca Fernando VII.

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