Felipe Adolfo de la Huerta Marcor nació en el Puerto de Guaymas el 26 de mayo de 1881 e inició su camino político en 1906, dentro del Partido Liberal Mexicano. En 1909, es representante del Club Antirreeleccionista en Guaymas y al triunfo de la revolución maderista es electo diputado local. Durante la Decena Trágica se encontraba en la Ciudad México y relata en sus memorias que acompañó a Madero desde el Castillo de Chapultepec hasta el local de Fotografía Daguerre: “Yo tuve la satisfacción de ser el primer civil que el día 9 de febrero se presentó en Chapultepec a ponerse a las órdenes de don Francisco I. Madero”.

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En abril de 1916, después de trabajar en el despacho de la Secretaría de Gobernación, se le nombró gobernador provisional de Sonora. Su administración logró pacificar a los yaquis —en contra de la opinión generalizada de exterminarlos—; creó la Cámara Obrera, en cuyos artículos transitorios se dispone la jornada de 8 horas y el descanso semanal; el salario mínimo, los contratos formales para periodos mayores de seis días y los impuestos a cargo de la empresa, no del trabajador. Promulgada la Constitución de 1917, convocó a elecciones y entregó el poder el 30 de junio de 1917.

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En 1918 es elegido senador y cónsul general de México en Nueva York. Al regresar a nuestro país, solicitó a Venustiano Carranza su renuncia para dirigirse a Sonora a participar en la contienda electoral, sin embargo el “Varón de Cuatro Ciénagas” se lo impidió, ya que éste quería que su candidato, Ignacio Pesqueira, fuera el designado. A pesar de ello, el 1 de abril de 1919 de la Huerta Marcor fue electo gobernador.

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El conflicto entre Carranza y De la Huerta se agudizó con la decisión de Carranza de federalizar las aguas del río Sonora y enviar fuerzas federales, al mando del general Diéguez, con el propósito de continuar la campaña militar contra los yaquis. Ante la intransigencia de Carranza, De la Huerta rompió con el poder central, se declaró en rebelión y el 23 de abril proclamó el Plan de Agua Prieta. En líneas generales, el Plan desconoce a Carranza por haberse constituido en jefe de un partido político y burlar el voto popular para hacerlo ganar; por suspender las garantías individuales; por atentar contra la soberanía de los estados y desvirtuar la organización de la República.

El triunfo de Agua Prieta llevó a la presidencia a Adolfo de la Huerta, por unos cuantos meses. Aunque breve su gestión, se destacó por su independencia. Sumado a ello, logró que villistas y zapatistas depusieran las armas (Guajardo, el asesino de Zapata, fue fusilado en Nuevo León en 1920); y desterró a Pablo González. Además, liberó y perdonó la vida a quienes en algún momento se levantaron contra el gobierno, como Félix Díaz y Francisco Murguía, entre otros.

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Convocó a elecciones para el 5 de septiembre, el 1 de diciembre de 1920 entregó la presidencia a Obregón y asumió el cargo de secretario de Hacienda. Por su labor muchos le llaman “el presidente de las manos limpias, limpias de sangre y limpias de oro”. Refiere el historiador Pedro Castro: “De la Huerta deja a su breve paso por la presidencia de la República un país pacificado, listo para la siguiente etapa de reconstrucción. Ha impreso un sello personal a su breve gobierno, en el que sobresalen su manejo civilizado de la política, su inclinación al diálogo y su honestidad a toda prueba, herencia que no es asumida por sus sucesores”.

En noviembre del 1923 De la Huerta fue postulado a la presidencia por el Partido Nacional Cooperativista. En torno a su candidatura se aglutinaron todos los elementos antiobregonistas, por lo que fue capaz de unir rápidamente una heterogénea masa de seguidores. Uno de ellos fue Francisco Villa, quien quizá por sus simpatías a De la Huerta fue asesinado en abril de 1923. De la Huerta se alzó nuevamente en armas y acusó a Obregón de no respetar el voto popular y de imponer la candidatura de Plutarco Elías Calles, a pesar de ser impopular.

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En marzo de 1924 el movimiento encabezado por De la Huerta tenía sus días contados, por lo que abandonó el territorio nacional con destino a los Estados Unidos, donde buscó el apoyo de los Estados Unidos a la rebelión. En junio de 1924 tras cruentos combates y múltiples asesinatos, como el de Felipe Carrillo Puerto, se exilió en Los Ángeles, California, en donde abrió una academia de canto.

Después de conocer la noticia del asesinato del general Álvaro Obregón, en 1928, anunció su retiro completo de la vida política. Regresó a México en 1936, tras 11 años de exilio. Debido a su precaria situación económica, el presidente Cárdenas lo nombró Visitador General de Consulados mexicanos en Estados Unidos. Fue asesor informal de los presidentes sobre asuntos políticos, hasta su muerte.

Adolfo de la Huerta falleció en la mayor modestia el 9 de julio de 1955 y fue enterrado en el Panteón Francés de San Joaquín, donde todavía reposan sus restos

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