Dos años después de la consumación de nuestra independencia y a unos meses de haberse liquidado al efímero imperio encabezado por Agustín de Iturbide, se consideró necesario fundar un archivo nacional, en que se custodiara la documentación del extinto virreinato de Nueva España.

El interés por crear un Archivo General resultó doblemente significativo para quienes dieron los primeros pasos del México independiente. Por un lado se demostró una clara conciencia histórica, con afanes de no perder las raíces sociales y los atributos esenciales del ser nacional; y por el otro, ser una fuente esencial para la futura organización administrativa, al considerar a esos documentos como una base sólida de la cual abrevar consejos y evitar infortunios en las acciones de gobierno de la novel nación.

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En la tarea por erigir el Archivo General resalta la figura del estadista e historiador Lucas Alamán, quien revivió la idea del virrey ilustrado Juan Güemes Pacheco y Padilla, segundo Conde de Revillagigedo, de crear un Archivo General para “reunir en un solo sitio las noticias del virreinato que encerraban y guardaban resoluciones y providencias exquisitas que hacen la veneración de las leyes y de los legisladores que han precedido y tal vez los motivos originales que ilustrarían la ignorancia de ellos y su época”. Siendo secretario de Relaciones Interiores y Exteriores, Alamán logró que se aprobara la creación del Archivo General y Público de la Nación (AGPN), el 22 de agosto de 1823. Para administrarlo se comisionó a los antiguos archivistas del virreinato, Juan De Dios Uribe e Ignacio Cubas. El nuevo AGPN estableció que los servicios de la institución no estaban destinados exclusivamente al uso del gobierno, sino para todos aquellos que estuvieran interesados en consultar su acervo

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Si bien el artífice del actual Archivo General de la Nación (AGN) fue Lucas Alamán, no debemos olvidar que sus antecesores prepararon la obra, como Revillagigedo y otros virreyes que se preocuparon por resguardar los documentos de su administración. Por lo tanto, habría que recordar que el actual AGN tuvo su origen en el Archivo de la Secretaría del Virreinato. El proyecto de un Archivo General, surgió el 27 de marzo de 1790, de la mano del segundo Conde de Revillagigedo, con el fin de resguardar los papeles con una antigüedad de veinte a treinta años, producidos por la Secretaría del Virreinato. Para llevar a cabo la iniciativa virreinal se propuso el Palacio de Chapultepec.

El 14 de julio de 1792, el virrey Juan Güemes Pacheco y Padilla recibió la orden de redactar una “legislación para crear, ordenar, clasificar y resguardar la documentación —producida por la entonces Nueva España—, con arreglo a la Real Orden del 28 de abril de 1792”.

En septiembre de 1793 el virrey Revillagigedo remitió una carta al Ministerio de Gracia y Justicia en la que le notificaba haber elaborado el presupuesto necesario para que el Archivo General operara. Asimismo, remitió las Ordenanzas para el Archivo General que ha de establecerse en el Palacio de Chapultepec, para que las autoridades reales examinaran y corrigieran sus artículos.

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Antes de finalizar su administración, Revillagigedo ordenó la instalación del Archivo General en el despacho de la Secretaría de Cámara del Virreinato, al no recibir respuesta a su solicitud sobre ubicarlo en el Palacio de Chapultepec. Designó al coronel Antonio de Bonilla como secretario, para realizar los trabajos de coleccionar y arreglar los primeros fondos documentales. Bonilla arregló los documentos de la Correspondencia de Virreyes, Oficio de Gobierno, Escribanía, de Cámara, Real Audiencia y Sala del Crimen. Formó una sección que tituló Memorias para la Historia Universal de la América Septentrional y un pequeño archivo secreto.

Al dejar el cargo de virrey, Revillagigedo ordenó verificar el buen funcionamiento del Archivo e hizo un recuento de la situación en que lo dejaba, no obstante quienes lo sucedieron no se preocuparon tanto por él. Sumado a ello, la guerra entre España e Inglaterra dificultó aún más las cosas, pues ante la escasez, se extraía papel para venderlo a coheteros y tenderos. En este contexto se elaboró uno de los primeros índices de los documentos en resguardo del Archivo General (1801) y se estipuló una serie de castigos para quienes robaran papeles públicos.

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Con el inicio de la Guerra de Independencia el Archivo quedó en completo abandono, sus papeles fueron utilizados como morteros y lo que se logró rescatar fue trasladado en sacos y amontonado en el edificio de la Contaduría de Azogues, hasta que Lucas Alamán decidió crear el AGPN.

A pesar de las numerosas vicisitudes que ha padecido el AGN a lo largo de sus 225 años de historia (saqueos, incendios, abandono, robos), es uno de los archivos más grandes de América Latina, tanto por la cantidad de documentos que resguarda, como por su antigüedad e importancia.

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