En septiembre de 1910, México celebró de manera espectacular el centenario del inicio de la lucha por su independencia. Durante el mes patrio se realizaron desfiles, ceremonias, excursiones, discursos, exposiciones, bailes, reuniones con diplomáticos e inauguraciones de instituciones y monumentos.

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Esas fiestas tenían como finalidad mostrar al mundo que México ya formaba parte de las llamadas naciones civilizadas. De igual manera, se pretendió exaltar la figura de Porfirio Díaz, por lo que se le entregó, el 19 de septiembre de ese año, el collar de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.

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Todos los días de septiembre de 1910, el periódico de mayor circulación en el país, El Imparcial, publicó notas, reportajes, cartas, manifiestos, crónicas y litografías de los eventos conmemorativos acaecidos en todo México.

Ramona Pérez Bertruy, académica del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIB, UNAM), señala que en el marco de las celebraciones la Comisión para el Centenario proyectó inaugurar 1,419 obras, aunque sólo se cristalizaron 862. Las más significativas fueron: la Universidad Nacional de México; la Escuela Nacional de Maestros; las obras terminales del desagüe del Valle de México; el Palacio de Comunicaciones; el de Relaciones Exteriores, y el Manicomio General La Castañeda. Además se le hicieron ampliaciones y remodelaciones al edificio de Lecumberri, al de Gobernación y al Municipal (Ayuntamiento); también se construían el Teatro Nacional (Bellas Artes) y el Palacio Legislativo (que con el tiempo se convirtió en el Monumento a la Revolución).

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En lo referente a estatuas cívicas –erigidas para exaltar la unidad de los mexicanos a través del culto a los héroes patrios–, en la Ciudad de México sobresalieron el Hemiciclo a Juárez y el Ángel de la Independencia. Asimismo, se recibieron regalos de países aliados: el reloj otomano, el reloj chino así como las efigies de Washington (EU), Garibaldi (Italia), Isabel la Católica (España), Humboldt (Alemania) y Pasteur (Francia).

Para entender la fastuosidad de los festejos es preciso considerar cuatro elementos que permitieron una celebración de tal magnitud: 1) la estabilidad política patrocinada por la dictadura; 2) la protección al capital foráneo a costa de la población mexicana; 3) el desarrollo de las vías de comunicación; y, 4) la unificación de la identidad nacional lograda por el impulso educativo y cultural.

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La conmemoración del centenario tuvo un carácter aristocrático, como lo muestra El Imparcial, diario que propuso desalojar de la calles a mendigos y niños menesterosos para evitar dar un mal aspecto a los visitantes.

No obstante, tras los festejos se escondía el descontento social, que un par de meses después estallaría y opacaría la aclamación por las obras monumentales. Como señala el escritor Gerardo Mendive: “tal vez todos se hayan creído la belleza artificial resultante de la cosmetología social y el despliegue de una cuidadosa escenografía que, tal como lo señaló Alberto Barranco Chavarría, incluyó la instalación de cincuenta mil foquitos para iluminar el Zócalo y más de treinta mil en la Alameda. Tanta iluminación no ayudó a ver claro lo que vendría”.

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¡Ven! Visita la biblioteca Ignacio Cubas del Archivo General de la Nación, donde puedes consultar el periódico El Imparcial, y conocer a detalle cómo se celebró el primer centenario de nuestra independencia.