Muy buenos días tengan todas y todos ustedes. Quiero saludar en primer término al Doctor Arturo Fernández Pérez, Rector del ITAM, gracias Rector por esta invitación a formar parte de este importante esfuerzo.

Saludar a la Senadora Gabriela Cuevas Barrón, Senadora de la República y Presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de ese cuerpo legislativo; al Doctor Rafael Fernández de Castro, Director de la Licenciatura de Relaciones Internacionales del ITAM; al Licenciado René Solís Brown, Presidente y miembro fundador de la Fundación México en Harvard; saludar con especial reconocimiento a Taji Hutchins, Secretaria General del Harvard National Model United Nations Latinoamérica; al Señor Carlos Galina Pérez, Presidente del Comité Organizador del Harvard National Model United Nations Latinoamérica; a Natalia Saltalamacchia, Directora General del Instituto Matías Romero; y a la Maestra Olga Pellicer, distinguida académica y además hoy profesora de Naciones Unidas del ITAM.

Señoras y señores, delegados y delegadas, hace 70 años se fundó la Organización de las Naciones Unidas, con una visión muy clara, ser la respuesta colectiva al horror de la guerra y teniendo como contexto la catástrofe de la post-guerra, Dag Hammarskjöld, su segundo Secretario General, apuntó que la ONU fue creada, no para conducir a la humanidad al cielo, pero sí para salvarla del infierno.

La nueva Organización se erigió, ante todo, con el objetivo de preservar la paz y la seguridad internacionales, pero tomando como premisa fundamental que resulta imposible alcanzar y sostener la paz si no se avanza en paralelo en dos pilares adicionales: la protección de los derechos humanos y la observancia del estado de derecho, y en la promoción del desarrollo económico y social.

Como señaló en 2005 Kofi Annan, el desarrollo, la seguridad y los derechos humanos, van de la mano. No tendremos desarrollo sin seguridad, no tendremos seguridad sin desarrollo, y no tendremos ni seguridad ni desarrollo si no se respetan los derechos humanos.

Y no hablamos de la ONU como un ente lejano, la Organización, es la suma de la voluntad política de todos sus Estados miembros que se manifiestan en sus órganos principales y a través del gran universo de agencias especializadas, fondos y programas.

A 70 años de su fundación, el mundo está mejor con la ONU que sin ella. Ejemplos sobran, la ONU realizó el desmantelamiento del colonialismo, garantizando libertad a millones de hombres y mujeres en todas las regiones del mundo, movilizó al mundo en la lucha contra el apartheid.

Ha logrado la remoción de minas en 30 países y territorios, los Cascos Azules conformados hoy por más de 125 mil mujeres y hombres, son una de las herramientas gestoras de la paz más innovadoras que desde los 90 han logrado reducir los conflictos en el mundo en un 40%, 13 instrumentos jurídicos de lucha contra el terrorismo han sido negociados bajo el auspicio de la ONU y la Convención sobre los Derechos del Niño se ha convertido en ley en 193 países, gracias los programas de vigilancia y prevención de la Organización Mundial de la Salud, durante 13 años, se han logrado erradicar la viruela en todo el mundo y nuestro patrimonio como humanidad continua preservándose gracias a la inscripción por parte de la UNESCO de más de 100 sitios patrimonio en 137 países.

A pesar de ello, situaciones como las que persisten en Siria, Yemen y en Sudan del Sur, nos recuerdan que la guerra sigue azotando a la humanidad a la par que han surgido nuevos fenómenos trasnacionales que demandan una solución colectiva.

Más que motivo de desasosiego, México percibe estos retos globales como oportunidades para reforzar, por un lado, la vigencia de los principios y valores de la ONU, y por el otro, del multilateralismo como la vía idónea para resolver problemas comunes y enfrentar retos compartidos.

Si algo hemos aprendido en estos años es que cuando el mundo está en dificultades, no debemos dividirnos, sino unirnos y sumar, y la mejor forma de hacerlo es fortaleciendo el foro universal de diálogo y construcción de consensos genuinamente globales que representa la ONU.

En 2015, vimos los mejores ejemplos de ello cuanto atestiguamos el ímpetu renovado del sistema multilateral con la adopción de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, o el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

En ambos casos México contribuyó de manera significativa con el proceso, al abanderar en las negociaciones de la Agenda 2030 causas como el adelanto de la mujer por la migración y, por otro lado, nuestro país en todo momento enfatizó la necesidad de alcanzar un acuerdo de combate al cambio climático que fuese vinculante para todos los países participantes, y un acuerdo que fuese también ambicioso, capaz de ajustarse a las nuevas realidades.

En ambos frentes logramos nuestro objetivo, fortaleciendo así las aspiraciones de la comunidad internacional en dos temas de la mayor vigencia y relevancia. Pero así como en 2015 vimos lo mejor del sistema multilateral, hoy convivimos con instituciones y prácticas de otra época, seguimos teniendo un Consejo de Seguridad que no corresponde a la nueva correlación de fuerzas ni a la nueva realidad que impera en el Siglo XXI.

Un Consejo de Seguridad que no evoluciona conforme lo hace el sistema internacional. La inmensa mayoría de los Estados miembros de la ONU estamos interesados en conseguir la reforma del Consejo de Seguridad, pero aún no logramos la construcción de los consensos suficientes para alcanzar un resultado que sea aceptable para todos.

México busca genuinamente una reforma al Consejo, porque de no alcanzarla, estamos convencidos de que todos perdemos. Si no lo logramos, corremos el riesgo de que tanto el Consejo de Seguridad como la propia organización se vuelvan irrelevantes, que se privilegien arreglos de seguridad ajenos a las Naciones Unidas, o peor aún, que las decisiones del Consejo sean ignoradas por los Estados.

Ser miembro del Consejo de Seguridad no es cualquier cosa, implica un verdadero sentido de responsabilidad global y una vocación de servicio a la comunidad internacional en su conjunto.

No se trata del tamaño o el peso de los Estados, sino de un compromiso colectivo con el mantenimiento de la paz. Si nos lo proponemos, cada uno de los 188 Estados miembros que podemos ser electos al Consejo, podemos también hacer contribuciones significativas a la paz mundial.

México, desde hace 70 años, se ha empeñado en demostrar justamente esto. Como uno de los 51 Estados fundadores de la ONU, México participó activamente en la Conferencia de San Francisco de 1945, donde se discutió el otorgamiento de derecho de veto para los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Desde el comienzo nos manifestamos en contra de este mecanismo del veto, que amenazaba con paralizar la acción del Consejo e iba en contra del principio de la igualdad soberana entre Estados.

México concibe el derecho de veto no como un privilegio, sino como una obligación y una gran responsabilidad. 70 años después, la historia nos ha dado la razón. En la última década, el Consejo ha sido impedido de actuar en más de 14 ocasiones ante amenazas a la paz y la seguridad internacionales, y desde la fundación de la Organización el veto ha sido utilizado cerca de 275 veces.

Algunas, como en el caso de Siria, con consecuencias dramáticas. Casi cuatro años de guerra devastadora que ha arrojado más de 200 mil muertos y más de tres millones de refugiados, esta tragedia, como tantas otras, pudo haberse evitado.

Ante esta situación, México ha actuado con decisión, desde 2014, junto con Francia, el primer miembro permanente del Consejo de Seguridad dispuesto a tomar acciones en esta materia, hemos impulsado el establecimiento de un acuerdo voluntario y colectivo entre los cinco miembros permanentes para restringir el uso del veto en caso de crímenes, genocidio, limpieza étnica, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Les comparto con orgullo que más de 70 países se han unido a esta iniciativa.

Como actores responsables, no podemos permaneces indiferentes ante el sufrimiento humano, donde sea que ocurra, evitar la indiferencia ante las atrocidades que se cometen en el mundo no es una potestad, es una obligación.

Y precisamente por ello, el Presidente de la República Enrique Peña Nieto, anunció en 2014 el cumplimiento de México de una asignatura pendiente, la reanudación de la participación de nuestro país en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU.

Hago una breve pausa para destacar tres ideas: la primera es que esta decisión del Presidente de la República representó un viraje muy importante, el más importante de las últimas décadas, de la política exterior de México; la segunda, es que esta decisión fue instrumentada por las Fuerzas Armadas de México en un tiempo récord, en poco más de un año de su anuncio, el Gobierno de México ha desplegado ya la totalidad de los efectivos militares comprometidos en las misiones de Haití, en el Sahara Occidental y en Líbano.

Y la tercera idea, es que no creo exagerar al subrayar que si tuviéramos que escoger algún símbolo o manifestación que mejor sintetice la responsabilidad, es precisamente participando en estos ejercicios de solidaridad mundial avalados por el derecho internacional.

México, un país de gran responsabilidad global, la decimoquinta economía mundial, miembro del G20, de la OCDE, de la Alianza del Pacífico y de otros clubes de gobernanza, no podía estar ya ausente de esta máxima expresión de la responsabilidad internacional.

Tenemos el compromiso de seguir contribuyendo al fortalecimiento de la arquitectura del mantenimiento de la paz.

Delegadas y delegados, uno de los grandes retos globales que enfrenta hoy le mundo es el problema mundial de las drogas. Debemos reconocer que la estrategia internacional para combatirlo ha resultado insuficiente, el problema de las drogas tiene múltiples causas que conllevan un alto costo social, económico, ambiental, de salud, en todos los países. Esta realidad nos exige estar abiertos al debate, intercambiar nuevas ideas, construir mejores soluciones.

Para México, es indispensable que todos desarrollemos respuestas más justas y humanas, que a la vez sean plenamente congruentes con los tres pilares de las Naciones Unidas.

En este sentido, hemos impulsado la convocatoria en 2016, a la Sesión Extraordinaria de la Asamblea General dedicada al tema de las drogas. Esta sesión, que se celebrará en Nueva York en el mes de abril, representa una gran oportunidad para alcanzar un nuevo consenso global para enfrentar el problema mundial de las drogas desde una perspectiva más amplia e integral.

El bienestar de nuestras comunidades depende de que lleguemos a nuevos paradigmas, y buscamos enfrentar este fenómeno a partir de una aproximación integral y multidimensional.

Será crucial capitalizar los éxitos multilaterales de 2015, para que esta sesión especial se sume a la tendencia de un sistema multilateral cada vez más moderno y efectivo.

México también ha reafirmado su liderazgo global en una de las agendas de la ONU más mexicanas, la lucha por el desarme nuclear. México considera que el desarme debe continuar siendo uno de los propósitos centrales de la ONU.

Como hace casi 49 años con el Tratado de Tlatelolco, México hoy continuará contribuyendo para romper con la inercia que ha paralizado las negociaciones multilaterales sobre desarme nuclear.

En febrero del año pasado, fuimos sede de la Segunda Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares, que fue un punto de inflexión hacia la consecución de un mundo libre de armas nucleares.

Se aprobaron cuatro resoluciones presentadas por México y países afines durante el pasado periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, lo que representó un primer paso hacia el compromiso de iniciar un proceso de negociaciones que conduzca, en el largo plazo, la prohibición y eliminación de este armamento.

México sostiene con toda firmeza que la amenaza de las armas nucleares no tiene cabida en el siglo XXI. Los recientes acontecimientos en Corea del Norte, son muestra de que esta es una agenda vigente, que es una agenda de interés para todos los países que integramos la comunidad internacional, no solamente una agenda que atañe a los poderes nucleares.

El mayor reto de la ONU y de sus Estados miembros, es que todos los asuntos sobre los que trabajamos tengan un impacto sobre nuestros ciudadanos, y justamente ese vínculo entre lo internacional y lo interno se demuestra con mayor claridad en distintos frentes, como el fenómeno migratorio o el de derechos humanos.

La migración es una realidad multidimensional y en el siglo XXI, una realidad incontrovertible, asociada a la evolución de la humanidad. Hoy, una de cada siete personas es migrante, es un tema estructural y no coyuntural y una tarea pendiente de la Organización de Naciones Unidas.

México comprende de manera integral este fenómeno porque somos un país de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes, tenemos experiencias y buenas prácticas en esta materia y por ello estamos decididos a buscar que la ONU asuma plenamente la responsabilidad de servir como el foro universal para atender los grandes asuntos globales, entre ellos el de la migración, y ser una plataforma para que toda la comunidad internacional debata y construya enfoques integrales para atender este fenómeno.

Somos un país comprometido con la ley, la justicia y los derechos humanos, y ante los desafíos que enfrentamos hemos logrado importantes avances legislativos institucionales en esta materia, y vamos a seguir cooperando con la ONU para continuar promoviendo la vigencia de los derechos humanos, tanto a nivel internacional como nacional y por supuesto regional.

Muestra de ello, ha sido que México ha tenido una apertura constante al escrutinio internacional en materia de derechos humanos, al recibir la visita de más de 50 relatores del Sistema de las Naciones Unidas y el Sistema Interamericano en los últimos 15 años.

Además, nuestras credenciales en los foros multilaterales de derechos humanos son impecables. El Consejo de Derechos Humanos es tan sólo uno de ellos, en el que presentamos iniciativas sobre los derechos de migrantes, de personas con alguna discapacidad, de los indígenas, la promoción y protección de los derechos humanos y libertades fundamentales en la lucha contra el terrorismo, el combate al acoso y la violencia contra la niñez, el bullying, y la eliminación de la discriminación contra la mujer.

En éste último tema, simplemente señalar, que México tiene, no sólo un liderazgo internacional reconocido en el empoderamiento y el adelanto de la mujer, sino también un compromiso vigente que se expresa por todos los órganos y entidades del Estado mexicano todos los días, y éste presídium es muestra de ello, la creciente igualdad y equidad en la participación de hombres y mujeres.

Celebro que el comité organizador del modelo de las Naciones Unidas de la Universidad de Harvard, haya escogido a México como sede. No es casual, pues no hay rubro o logro de la ONU en donde no se encuentre una contribución mexicana, desde el Derecho del Mar, el Tratado sobre el Comercio de Armas, hasta los nuevos objetivos de desarrollo sustentable.

No me queda duda de que la preparación de meses que ustedes han tenido, resultará en un ejercicio exitoso, que ayudará a fortalecer las habilidades que muchos de ustedes necesitarán en su vida profesional.

Estoy segura, que en algunos años veremos a varios de ustedes en los distintos foros multilaterales nutriendo las filas de la diplomacia global.

Soy consciente que el panorama global es incierto y lleno de claroscuros, pero quisiera concluir repasando, por qué es importante la ONU. Es el único foro universal que reúne a todos los actores políticos y sociales globales, con el fin de enfrentar juntos los principales retos de la humanidad, fija estándares mundiales que rigen la forma en que interactúan los Estados entre si y los Estados con sus habitantes.

Es una gran sala de reuniones mundial a la que se acude para llevar las preocupaciones nacionales a fin de enfrentarlas y solucionarlas colectivamente. Representa la suma de la voluntad colectiva de todos sus miembros. Si los Estados que la componemos no somos capaces de ponernos de acuerdo, entonces la ONU sí que perderá la razón de ser.

Por eso tenemos la obligación de asegurar que siga vigente, que se modernice, que se actualice y que siga siendo una instancia para enfrentar colectivamente, con respeto a los derechos humanos, los grandes retos que tenemos como humanidad.

Señoras y señores delegados, aprovechen esta oportunidad y sigan representando con orgullo a sus países como arquitectos y gestores de la paz, la inclusión y el desarrollo mundial.

Muchas gracias, y con esto declaro formalmente inaugurado el “Harvard National Model United Nations Latinoamérica 2016”.

Felicidades.