Canciller Claudia Ruiz Massieu: Muy buenos días, quiero saludar en primero termino a los distinguidos integrantes del presídium; al Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al Rector de la Universidad Autónoma de México, a los coorganizadores de este seminario, al Doctor López Ayón, Director del CIDE, al Doctor Salazar Ugarte, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y a la Doctora Saltalamacchia, Directora del Instituto Matías Romero, saludar además con enorme aprecio a las distinguidas excancilleres y excancilleres de la república, a  las señoras Legisladoras, señores Legisladores, representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país, integrantes del Servicio Exterior Mexicano, funcionarios públicos, distinguidos académicos, señoras y señores sean bienvenidos a la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Permítanme comenzar con una breve historia: habían dos amigos que acampaban en medio del bosque, montaron la tienda de campaña y en la noche se fueron a dormir. En algún punto de la madrugada un ruido los despierta y sin poder conciliar el sueño se ponen a ver el cielo, cuando uno le dice al otro:

— ¿Qué piensas cuando volteas y ves las estrellas?

— Que es una noche bonita, muy despejada —le responde.

— No, pero hay otra cosa, más importante —insiste el otro.

— Bueno sí, lo hace pensar a uno en su lugar en el universo.

— No no no, más elemental.

— Mira no te entiendo, ¿qué conclusión sacas tú cuando volteas y ves el cielo?

— Pues que alguien nos acaba de robar la tienda de campaña mientras dormíamos.

Esta historia tiene una moraleja: que antes de entrar a un debate vale la pena reflexionar  si los términos tradicional o intuitivamente que  plantearíamos son los más adecuados, o si hay, como en este seminario hacer un alto en el camino para analizar las múltiples aristas.

La política exterior de México, ¿tiene principios o tiene intereses?, así formulada esta pregunta aparentemente clara tiene al menos tres problemas: primero presupone que principios e intereses son dos cosas que existen aparte sin relación la una con la otra, en segundo ligar parte de la premisa de que son estáticas, no cambian están definidas de una vez y para siempre y finalmente sugiere que son dos elementos mutuamente excluyentes.

Siendo en buena medida la política pública de la que es parte la política exterior, el arte de plantear preguntas adecuadas para ofrecer soluciones oportunas, creo que podemos llegar a un primer consenso y acordar que es necesario cambiar la interrogante.

Por eso, quizá una formulación más útil, tanto para el análisis como para el ejercicio de la política exterior sea: ¿cuál es el origen de los principios, qué propósito tienen en la actualidad y qué relación guardan con los intereses?

Pues bien, los principios no surgen en el vacío sino en momentos históricos concretos, y se arraigan en su tradición. Reflejan por tanto, la experiencia particular que, en determinado punto, viven los países y permanecen como eje a partir de ese momento.

Los principios que rigen la política exterior, han referido una manera de entender nuestros vínculos con el mundo, desde la constitución de 1824, la de 1857 y la que hoy rige nuestra vida institucional, la Constitución de 1917.

Los principios insertos actualmente en nuestra Norma Suprema, dan un continente a la manera que asumimos y gestionamos los diversos  compromisos que nuestro país tiene nivel multilateral y bilateral y que reflejan el espíritu que conduce la visión política que el gobierno en sus diferentes etapas ha desarrollado con el mundo.

México ha sido firme al gestionar una política exterior en consonancia con sus principios, consagrado como aquí ya se refirió a nivel constitucional desde 1988. Sin embargo también es cierto que la realidad en la cual han de desplegarse dichos principios implica un ejercicio de innovación multidinámica para adecuarlos y proyectarlos a las circunstancias del acontecer mundial

Como cualquier otro precepto constitucional los principios han de interpretarse para ser aplicados en el momento concreto, no son estáticos, pues informan decisiones políticas para hacer frente a situaciones, fenómenos y dinámicas específicas que muchas veces son novedosas y otras reflejan cambios de significado o correlación que han de ser tomados en cuenta.

En la agenda de política exterior mexicana hay temas que si bien han estado presentes desde hace décadas hoy cobran una dinámica y un rol distinto, un ejemplo de ello lo encontramos en la transformación del fenómeno migratorio que se comporta bajo una lógica transnacional que nos obliga a prever mecanismos de vinculación más eficientes y eficaces, porque las políticas que se establecen para nuestros mexicanos tienen efectos directos e indirectos en los connacionales que se encuentran más allá de nuestras fronteras.

De ahí que sea indispensable sumarse al análisis que abordan los diversos rubros de la política exterior del siglo XXI la evolución que los principios deben exponer frente a las nuevas realidades a las que el mundo moderno se enfrenta no podríamos pensar en un supuesto inmóvil, que no contribuya a las nuevas modalidades de relación de las que día a día nuestro país forma parte.

Por eso anotamos que los principios que nos rigen en materia de política exterior cobran vida de manera permanente, de forma sistemática evolucionan, se transforman adecuando sus alcances a lo que disponen los nuevos elementos acompañarlos.

La complejidad del entorno, que implica la integración de diversos intereses que corresponde a una nueva forma de intercambio económico y comercial y sus impactos en las sociedades internacionales o la incorporación de nuevos sujetos de las relaciones como los son las organizaciones de la sociedad civil o las empresas multinacionales, que necesariamente nos demandan la formulación de nuevos contenidos para el marco de operación de nuestros principios.

Los principios no son dogmas, sino criterios que orientan la política exterior y que deben adaptarse a las circunstancias de un mundo que cambia aceleradamente. Los principios tienen por lo tanto una función rectora, no definitoria.

Por ejemplo, decir que México viola los principios de política exterior al pronunciarse sobre la situación de otro país, es hacer una interpretación a ultranza de la no intervención cuando los acontecimientos de los últimos 25 años han creado nuevos entendimientos, consensos y valores en un mundo en el que los asuntos no son solamente cada vez más globales, sino también más intermesticos.

Resulta cada vez más complejo trazar una línea entre aquello que resulta de atención doméstica exclusiva versus lo internacional. El cambio climático es un ejemplo claro de ello.

La comunidad internacional, por poner otro caso específico, es cada vez menos tolerante a que un Estado o bien, otro actor no estatal, pueda cometer crímenes atroces contra su población.

Probablemente hablar o actuar al respecto durante la Guerra Fría pudo constituir un acto de intervención, pero hoy ya no es así. Y así lo creemos en la Cancillería, desde donde hemos promovido, junto con Francia, la iniciativa para restringir el uso del veto del Consejo de Seguridad en situaciones de crímenes en masa.

Pero así como hay principios cuya interpretación evoluciona simultáneamente con el sistema internacional, también hay otros cuya acepción se mantiene más o menos igual. Este es el caso de la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

Lo que evoluciona son los vehículos para ejercer dicha fuerza, a pesar de los esfuerzos que se han hecho para modificar ese principio, la gran mayoría de la comunidad internacional opta por prescribirla y México comparte esa tesis.

Más aún, al ser la política exterior un reflejo y una forma de promover los valores que un país tiene y a los que aspira, es natural que en un momento en el que México tanto desde el Gobierno como desde la sociedad trabaja para consolidar y avanzar en materia de derechos humanos, democratización y estado de derecho la interpretación de nuestros principios de política exterior no puede estar divorciada de esta realidad.

Por ello una de las prioridades que nos hemos fijado en esta Cancillería es precisamente la promoción del ejercicio de la democracia y la plena vigencia de los derechos humanos en el ámbito internacional.

En definitiva, los principios están  llamados para ser una guía de la decisión, no una excusa para la inacción, más aún cuando México es uno de los 20 principales países que participan activamente en la definición de las normas, construyen los valores del andamiaje internacional, prácticamente no hay tema relevante de alcance global en la que la voz de México no se haya oído y nuestra acción no haya dejado (inaudible). La Agenda 20-30 para el Desarrollo Sostenible, la Conferencia Sobre Cambio Climático en París y la celebración de UNGASS 2016, son los ejemplos más recientes.

México es la décimo quinta economía mundial, integrada a los espacios de gobernanza global más importantes como el G-20 y la Alianza del Pacifico, sin contar el Tratado de Asociación Transpacífica.

Tenemos una red de 11 tratados de Libre Comercio, con 46 países y una frontera de 3 mil kilómetros con el país más influyente y poderoso de nuestros tiempos.

Por su geografía, por su potencial y por su historia, México tiene sus intereses y con mayor corresponsabilidad global, tiene intereses concretos en distintas regiones, el debate se ubica, más bien en determinar que estos son inherentemente antagónicos o no, son los principios, en todo caso para saber cuándo unos pueden tener prominencia sobre otros.

Un ejemplo ilustrativo del maridaje exitoso es de intereses y principios es la cooperación internacional para el desarrollo, como todos saben esta se encuentra consignada en la Constitución, pero la manera de entenderla y ejecutarla, ha evolucionado, pasamos de una visión tradicional en que países ricos, ayudaban a otros en desarrollo a la cooperación horizontal donde países de perfil similar se ayudan y a la cooperación triangular, con un país desarrollado y un país emergente unen esfuerzos para contribuir con un tercero.

El Gobierno Mexicano al hacer de este principio una de sus prioridades de años recientes, no sólo con el mandato constitucional, actúa también en consonancia con nuestros valores, pero además actúa con pragmatismo.

Por ley, Centroamérica y el Caribe es la región prioritaria de este esfuerzo y claramente, acorde a nuestra frontera sur, que debe de ser el esfuerzo con nuestra frontera norte, una zona de prosperidad y oportunidades, para nosotros y para nuestros vecinos, es en nuestro interés en términos económicos de seguridad y migratorios.

Este caso sirve además para ilustrar otro punto: la relación entre principios e intereses no es unidireccional, sino dialéctica. A veces, una forma de apuntalar nuestros intereses ha sido apelar a principios, y otras, nuestros principios han resultado en la determinación de intereses.

Un ejemplo de lo primero es la no intervención, que surge de un imperativo práctico. En una época en la que México veía amenazada su soberanía e integridad territorial a manos de potencias extranjeras, resultaba lógico que nos proyectáramos ante el mundo como un defensor ortodoxo de ese principio.

En el segundo caso, el principio de la lucha por la paz y la seguridad internacionales, que es uno de los propósitos y principios medulares de la Carta de las Naciones Unidas y por lo tanto, del sistema internacional desde que se erigió el Estado Nación, México lo ha endosado como parte de su vocación pacífica.

Sin embargo, en el siglo XXI, abanderar este principio va más allá de mantener actitudes pasivas, y por el contrario, se requieren de acciones tangibles que entienda la comunidad internacional como reflejo de ese compromiso.

Ejemplo fehaciente de ello es la decisión del Presidente Peña Nieto de reanudar nuestra participación en las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas, uno de los virajes más trascendentales de la política en las últimas décadas, que ilustra cómo se interpreta hoy el principio de no intervención y la importancia de desplegar la responsabilidad global a través de una de sus expresiones más emblemáticas.

La política exterior mexicana del siglo XXI debe ser bilingüe,  para entender el idioma de los principios, y también empezar a hablar con mayor naturalidad el lenguaje de los intereses

Esto tiene que comunicarse y proyectarse: debemos hacerle saber al mundo que tenemos intereses, que tenemos intereses, claridad de cuales son y contamos con las herramientas para alcanzarlos. Porque si no nos atrevemos a hablar con fluidez el idioma del interés nacional, menos aún vamos a poder definirlo, y si no lo hacemos, alguien o algo lo va a hacer por nosotros: la inercia, la coyuntura, e incluso otro actor internacional.

Y este tiene que ser también un diálogo interno. Hablar en el lenguaje de los intereses nos permite atender una tarea pendiente: comunicar mejor al público mexicano que la política exterior tiene metas claras y ofrece resultados tangibles; que está ahí para abrir oportunidades, promover intereses y defender derechos de los mexicanos; que tiene un impacto y que ayuda a transformar y mejorar la realidad.

Señoras y señores:

Los últimos doscientos años, prácticamente nuestra vida independiente  el tiempo en que México ha sido una nación independiente, complejos como fueron, ofrecían no obstante algunas certidumbres para navegar por las aguas de la política internacional, el Estado-Nación como actor preminente; una multipolaridad acotada, con Europa como centro indiscutible en el siglo XIX, y posteriormente la bipolaridad de la guerra fría en el XX.

Incluso a nivel ideológico, había pocas narrativas de verdadero alcance global; el nacionalismo, primero, la división capitalismo—comunismo, después.

El escenario internacional del siglo XXI es más complejo y más incierto. Es un mar caprichoso de oleajes cambiantes, de variables y factores de poder multidimensionales y de equilibrios más precarios. No es gratuito que una de sus características sea la proliferación de organismos y mecanismos internacionales y la búsqueda de nuevas formas de gobernanza, para hacer frente a paradigmas novedosos.

Se trata de un mundo fragmentado en múltiples nodos de influencia cultural, poder político y peso económico, donde, al tiempo que el Estado-nación mismo se redefine, se consolidan y surgen nuevos actores no estatales como agentes determinantes: empresas transnacionales, medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, y grupos delictivos de diversa naturaleza.

Las causas e ideas que logran aglutinar a millones de personas, por encima de países, religiones y culturas también se han multiplicado, como el cambio climático, la igualdad y el empoderamiento de las mujeres, o la defensa de los derechos de minorías.

En este mar, sin duda interesante pero también tempestuosa, nuestros principios de política exterior han sido como un faro que nos ha ayudado a mantener el rumbo. Pero también es cierto que un faro, por sí mismo, no nos indica el destino al que nos conviene, al que necesitamos o al que queremos arribar.

La definición del puerto final y de la ruta adecuada según soplen los vientos es algo que nos toca decidir a nosotros; con esa luz como guía pero no como sustituto de nuestra voluntad y responsabilidad. Esta definición es, en buena medida, a lo que llamamos tener intereses.

En el espíritu de estas reflexiones, yo quisiera dar una pauta para que, durante los debates que ocurrirán en este Seminario, más que ganar un argumento, busquemos una conciliación, para no caer ni en la inacción propia del dogmatismo, ni en la ligereza del pragmatismo sin matices.

El Seminario no está pensado para ser un espacio para la reflexión abstracta, sino para promover la acción propositiva, sean entonces bienvenidas todas las propuestas y estrategias concretas.

Una visión que nos ayude a seguir construyendo una política exterior sensible y responsable, con capacidad de adaptación, y con capacidad también de contundencia.

Gracias nuevamente a todas y todos por acompañarnos en este Seminario, por atender esta convocatoria y por contribuir a ella con lo más valioso que tienen, que son sus ideas y su experiencia.

 

Muchas gracias.