Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos debe recordar a la sociedad todas las diferentes luchas que este género ha enfrentado en la historia de la humanidad, en defensa de sus derechos más elementales.
Desde comunidades rurales hasta las grandes urbes, las mujeres siguen trabajando con tesón por abrir caminos que las posicionen en igualdad de desarrollo no frente, sino a la par que los hombres.
Nuestras mujeres trabajadoras en el sector primario son un ejemplo de empoderamiento. Si bien hace falta mucho por arar, la brecha se ha abierto: mediante acciones contundentes se ha logrado ofrecer oportunidades de desarrollo a más de 700,000 mujeres rurales de nuestro país, tales como:
- El Campo en Nuestras Manos es un programa que propone el aumento de la producción agropecuaria, acuícola y pesquera de las mujeres mexicanas de zonas rurales y periurbanas, mediante apoyos en paquetes de huertos y módulos familiares de gallinas y conejos para autoconsumo, activos productivos y desarrollo de capacidades.
- Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), entidad que está detrás de 59% del crédito bancario al sector agroalimentario, otorgó durante 2016 un financiamiento por 42,221 millones de pesos para favorecer a mujeres.
- Programa de Apoyo para la Productividad de la Mujer Emprendedora (PROMETE), PROAGRO Productivo y Componente Proyectos Productivos (FAPPA) son sólo algunos de los programas con que se incentiva y apoya a la mujer a progresar en sus actividades.
Los retos a enfrentar en el contexto actual son muchos: la propiedad de la tierra y la identidad jurídica, además de garantizar el derecho a la salud, son sólo algunos ejemplos. Pero seguir promoviendo el acceso de las mujeres rurales a recursos agrícolas productivos que las empodere y contribuir así a reducir paulatinamente el hambre y la pobreza en el país (y en el mundo) es ya un paso muy importante. Y Lo estamos dando con firmeza.
