Lic. Emilio Chuayffet Chemor: Señor Secretario General de la Organización de Estados Americanos, señor Presidente del Instituto Federal Electoral, honorable presídium, distinguidos invitados, señoras y señores.

Transmito a ustedes el saludo del Presidente Enrique Peña Nieto y explico su ausencia en este evento por el compromiso que él mismo hizo al viajar a Indonesia, de que al regresar de ese viaje se trasladaría inmediatamente a las áreas afectadas por las recientes tormentas que han castigado al territorio nacional.

La democracia como ideal no se contrapone a la democracia como realidad. La incomprensión sobre su análisis parte de que a veces nos referimos sólo a la idea y otras sólo a la realidad, olvidándonos de su integridad.

Con interés y entusiasmo, estudiosos de la democracia, funcionarios públicos y ciudadanos interesados acudimos hoy a este Cuarto Foro de la Democracia Latinoamericana, organizado por la OEA, el Instituto Federal Electoral, El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.

En los últimos 30 años los países latinoamericanos, como aquí se ha dicho, hemos consolidado nuestros procesos democráticos internos en un marco de creciente participación ciudadana y estabilidad institucional.

Gracias al esfuerzo y compromiso de varias generaciones nuestras sociedades han conquistado una sólida democracia electoral.

Hoy, el voto efectivo es lo común en las Américas. Tenemos elecciones libres y gobiernos emanados de la voluntad popular. En nuestras naciones existe pluralidad política, plena competencia partidaria, alternancia en el poder, pesos y contrapesos institucionales y una activa fiscalización ciudadana de la vida pública.

Para los latinoamericanos, vivir en democracia no sólo ha significado la igualdad en las urnas sino también avanzar gradualmente hacia la igualdad de oportunidades en la vida.

Conforme se han extendido nuestras democracias, también se han generalizado las políticas sociales tendientes a combatir la desigualdad y a elevar la calidad de vida de las grandes mayorías.

No obstante su relevancia, los avances son todavía lentos y aún se encuentran muy por debajo de las expectativas ciudadanas, incluso el sentir de un gran número de habitantes de la región es que la democracia todavía no se ha traducido en una mejor calidad de vida para su familia o comunidades.

De acuerdo con los datos del Latinobarómetro de 2011, la percepción de la región de que se gobierna para todo el pueblo bajó del 39 al 35 por ciento, mientras que sólo un 20 por ciento considera que la población está integrada a un esquema de justa distribución de la riqueza.

Aunque avanzamos en la dirección correcta, nuestras naciones comparten el reto y la urgencia de emprender una segunda transición: pasar de una democracia meramente electoral a una democracia de derechos plenos.

Los ciudadanos deben contar con instituciones democrática, capaces de brindarles la certidumbre de poder obtener un empleo y un ingreso dignos que cubran sus necesidades de alimentación, salud, educación y seguridad social así como su acceso a la cultura.

Para lograr este gran objetivo no hay ni caminos cortos ni soluciones fáciles. Es indispensable que cada país alcance una democracia eficaz y de resultados; una democracia, en fin, con capacidad social transformadora.

Hoy América Latina enfrenta el desafío de avanzar hacia una verdadera sociedad de derechos, sobre la base de gobiernos eficaces y una creciente participación social en un marco de transparencia y rendición de cuentas.

México está impulsando esta agenda de cambios bajo el ejercicio de una Presidencia democrática a la que Enrique Peña Nieto se comprometió desde el primer día de su mandato.

Su gobierno es abierto, sensible y cercano a la gente, decidido a incrementar los beneficios del desarrollo, distribuirlos de manera más equitativa y garantizar la efectiva universalidad de los derechos constitucionales.

Su gobierno escucha y atiende el sentir de la población, convencido de que las decisiones gubernamentales deben responder a las legítimas demandas de la mayoría ciudadana.

Más allá de estas acciones, el Presidente ejerce un liderazgo democrático, porque su gobierno trabaja en coordinación y corresponsabilidad con los otros Poderes públicos y órdenes de gobierno, e impulsa el diálogo, el entendimiento y el acuerdo como fuerzas políticas principales para lograr la gran transformación del país.

Prueba de ello es el Pacto por México. A través de este mecanismo los partidos políticos y el Gobierno comparten objetivos y la responsabilidad de llevar a la práctica una agenda de 95 compromisos fundamentales.

Este gran Acuerdo Nacional, el Pacto, ha permitido impulsar reformas con visión de Estado por encima de coyunturas, colores partidarios o calendarios electorales.

Sus resultados son la mejor prueba de que nuestra sociedad sí es capaz de transformarse en democracia, que la pluralidad no debe ser obstáculo sino oportunidad para lograr cambios.

Se han logrado reformas trascendentes en materia educativa, de telecomunicaciones, competencia económica y próximamente también en materia financiera.

También dentro del Pacto y a partir de las iniciativas presentadas por los partidos, hoy se discute una Reforma Política para fortalecer nuestra gobernabilidad democrática.

La decisión mayoritaria de los mexicanos, está en favor de llevar adelante estos cambios que requiere el país para elevar la calidad de vida de todos sus habitantes.

El respeto a la pluralidad y a las minorías es un principio elemental del Gobierno de la República.

La historia de los países latinoamericanos nos ha demostrado, como lo anticipaba el ideólogo Jesús Reyes Heroles, que un gobierno mayoritario no puede ni debe satisfacer a todos. Complacer a todos es imposible en un régimen democrático.

Don Jesús decía que intentar condescender con todos es no gobernar, es moverse atendiendo a presiones; viene a ser un gobierno sin ideas por plegarse a las ideas de otros.

Tratar de satisfacer a todos, es admitir que se carece de banderas, que no se tiene ni ideología, ni objetivos trazados, ni tampoco capacidad para alcanzarlos.

En democracia prevalece el interés de las mayorías. En democracia los actores políticos tenemos la responsabilidad y el compromiso de tomar decisiones que velen por el bienestar general.

Para mover y transformar a México esta administración ha elegido y convocado a todos a emprender las reformas y optar por el diálogo, el entendimiento y el acuerdo.

Las reformas del Presidente no son banderas de un gobierno sino medios para satisfacer las prioridades y necesidades de la población.

El reto es mayor, pero afortunadamente en México hoy cuenta con una democracia a la altura del desafío, una democracia que ha sido resultado del esfuerzo de todos y que hoy tiene la madurez para ofrecerle resultados a todos los mexicanos.

Muchas gracias.