Arquitecto Javier Ramírez Campuzano.

Doctor Enrique Fernández Fassnacht, rector de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Monseñor Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México.

Familiares y amigos de nuestro homenajeado.

Señoras y señores.

"La arquitectura es comunicación, no construcción". Con estas palabras pronunciadas por Carlos Pellicer, su alumno Pedro Ramírez Vázquez comprendió su vocación.

El poeta fue su maestro de Historia, y le enseñó que la arquitectura es un intercambio de ideas y experiencias espaciales, un diálogo fluido y permanente entre el objeto y la persona, que busca un entendimiento común.

Desde su época de estudiante en la Escuela Nacional de Arquitectura, don Pedro dio muestras de la innovación que siempre lo caracterizó. Elaboró la primera tesis de urbanismo que se conoce en México, y en ella entendió como una disciplina de servicio, que el fin del urbanismo es adecuar el entorno en función de las necesidades de vida de la sociedad.

Fue gracias a Jaime Torres Bodet que Ramírez Vázquez entendió la importancia de la relación entre arquitectura y educación, mediante la creación de espacios que alentaban, estimulaban y orientaban la mente de quienes los ocupan, de forma más vigente que nunca.

Sería imposible escribir la historia de la educación mexicana sin dar a Jaime Torres Bodet un lugar central como arquitecto de muchas de sus estructuras y sin dar a Pedro Ramírez Vázquez un lugar principal como educador de muchas conciencias.

Don Pedro colaboró con el proyecto del que surgió el concepto del Aula-Casa Rural, como aquí se dijo, el cual lo hizo merecedor del gran Premio de la Trienal de Milán. Pero más que por haber recibido este reconocimiento, se sintió orgulloso de haber hecho llegar las primeras letras a millones de personas de los sitios más apartados. Primero, gracias a su labor como encargado del organismo federal para la construcción de escuelas públicas y posteriormente, no hay que olvidarlo, como responsable del Centro Regional para la Construcción de Escuelas en América Latina, órgano dependiente de la UNESCO.

Fue también, como ya se repitió en las palabras de quienes me precedieron en este ejercicio, el primer rector de la Universidad Autónoma Metropolitana, a la que concibió como Casa Abierta al Tiempo, abierta a las nuevas ideas, a las nuevas corrientes de pensamiento y a los descubrimientos, pero en admirable síntesis, sin olvidar jamás las raíces de las que proviene.

Además de su ejercicio educativo, cualquiera que busque entender la historia de la arquitectura y el urbanismo de México durante el siglo XX, podría comenzar con solo mencionar su nombre, ya que la figura de Pedro Ramírez Vázquez como constructor de la historia de nuestro país está vigente desde hace más de medio siglo.

Arquitecto, urbanista, diseñador, escultor, funcionario público, maestro y administrador educativo, don Pedro fue parte esencial de la transformación del México del siglo XX.

Su talento lo hizo exportador de la imagen del país. Haciendo de un edificio un logotipo, su arquitectura sintetiza las formas más arcaicas de la cultura, al tiempo que exalta la condición de México como el primer país latinoamericano que se hizo moderno.

Tan innovador en conceptos y en técnicas como interesado en los orígenes, supo canalizar las aspiraciones arquitectónicas de la nación.

Aun cuando su obra es parte de los paisajes más importantes de algunas de las urbes centrales de nuestro planeta, no hubo ciudad a la que dotara de más joyas que  la  ciudad  de México. Al trazar sobre ella la Rosa de los Vientos, podríamos tener en cada punta una obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.

En su despacho se concibieron los íconos más representativos de nuestra gran capital: el Estadio Azteca, la Basílica de Guadalupe, el Museo Nacional de Antropología e Historia, el de Arte Moderno, el edificio de Relaciones Exteriores en Tlatelolco, la Cámara de Diputados de San Lázaro y muchos de los mercados de la metrópoli.

Entre sus encomiendas públicas más relevantes se encuentra la organización de los Juegos  Olímpicos a los que por primera vez dio una plataforma expresiva que comunicó al mundo una identidad mexicana urbana, alegre y con conciencia de su papel en la escena internacional: la Olimpiada Cultural.

Don Pedro anduvo siempre un paso o dos delante del resto, sumando a las consideraciones cívicas la idea de construir una nueva imagen de México en una época que supo atrapar  para siempre mediante su arquitectura.

Para   él  la  arquitectura no estuvo nunca en los muros, en los pisos o en las paredes, sino en el espacio interior creado para el ser humano. Por eso, desdeñó siempre el "fachadismo".

Diseñó los recintos de este este museo en forma de serpiente para evitar el agobio,  previendo que el visitante después de estar en dos salas tuviera que salir al patio para tener un descanso visual.

Y si la lluvia los molestara, diseñó entonces el gran paraguas.

Por toda esta vasta concepción de las formas, don Pedro Ramírez Vázquez es un gran pedagogo que sigue enseñando cómo debemos construir el México. La arquitectura  constituye, en sí misma, una herramienta educativa expresada a través de sus espacios, de sus formas, de sus volúmenes, de sus colores, de sus materiales, de sus texturas y de las relaciones con el entorno natural.

Esta es una visión que comparte el Presidente de los mexicanos, Enrique Peña, quien busca construir cimientos fuertes para mover a México y cumplir la meta de que cada  niño y cada joven tengan la oportunidad de estudiar y prepararse, para estar en posibilidad de realizar sus sueños.

Decía el también arquitecto y urbanista español Miguel Fisac que "la arquitectura es un  trozo de aire humanizado". Si aplicamos esta definición a la obra de don Pedro Ramírez Vázquez, es indudable que hay que agradecerle su contribución para hacer del mundo  material en el que vivimos un sitio más bello y más humano. El hecho de entrar a cualquier edificio diseñado por él, constituye una experiencia que aumenta nuestra comprensión y nuestro entusiasmo por aprender, pues el espacio también educa. Por eso, don Pedro, hoy y siempre, los mexicanos seguiremos homenajeándolo. Muchas gracias.