Españita, Tlaxcala.- José Moreno Sánchez producía trigo, maíz y avena en su Rancho San Isidro El Moral, un buen día comenzaron a llegar los chapulines, “porque un vecino comenzó a traer alfalfa de Huejotzingo, Puebla y traía esta plaga, que es endémica en la zona de los volcanes, pero en Tlaxcala no existía”.

La SAGARPA, a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) invierte más de nueve millones de pesos anuales para combatir a esta plaga en los estados de Chihuahua, Guanajuato, Puebla, Querétaro, Tlaxcala y Zacatecas.

Es una plaga muy fuerte, comenta José Moreno, “le pones los insecticidas más fuertes, y a los dos días, ahí están de nueva cuenta los chapulines. Desesperados comenzamos a cambiar de cultivos y nada, los chapulines se alimentan de las hojas, le encantan las leguminosas, pero se comen los granos y hasta a los magueyes”.

Cansado, dejó a los chapulines en paz y comenzó a ver como crecía y crecía la población de insectos, los observaba y así, un día, cayó en la cuenta de que los chapulines son un gran alimento, demandado no sólo en México, sino en el mundo como comida exótica, gourmet. Y se dijo: “si no puedes contra el enemigo, únete a él” y decidió sembrar amaranto para que sirviera de alimento a los chapulines, a fin de recolectarlos y venderlos.

El primer año el problema sanitario, se convirtió en un proyecto productivo exitoso: logró una cosecha de 1.8 toneladas, ahora, cada año captura más de tres toneladas de chapulines, que comercializa a buen precio en diversos mercados.

Junto con su esposa instaló una pequeña empacadora y un frigorífico para cocinar los chapulines, empacarlos y los venderlos naturales, al mojo de ajo o en deliciosas salsas.

Recientemente, accedió a un programa que impulsa el gobierno federal a través de la Comisión Nacional Forestal, que consiste en combinar la actividad agrícola con la silvicultura, a través del cual sembró árboles de cedro blanco, los cuales brindan beneficios económicos en un mínimo de ocho años.

Hoy, además de que ahorra en químicos y protege el medio ambiente, mientras sus árboles crecen, cosecha los chapulines y por lo menos una tonelada por hectárea de los productos que siembra entre los cedros para alimentar a los insectos, como avena, amaranto, trigo, triticale y maíz, que vende a fabricantes de alimentos balanceados, de productos de panadería y pastas de la región.

“Si te gusta, el campo es un buen negocio, más con los apoyos que nos da el gobierno federal, y si además, te aplicas y le das valor agregado a tus productos, ganas bien”, resalta con orgullo José Morales, que con apoyo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) ha construido silos y alguna otra infraestructura para la operación de sus tierras.

Otro aspecto importante del trabajo que realiza el rancho San Isidro El Moral, es que genera empleo, “se requiere mano de obra para la recolección, la selección e incluso para procesar los chapulines. También contratamos personal para la cosecha de los granos que se siembran en el rancho, incluso para el cuidado de los bosques de cedro blanco, que deben limpiarse, podar y para abrir brechas cortafuegos”.

El chapulín de milpa Sphenarium purpurascens se cocina en México desde tiempos inmemorables ya que es un alimento con alto valor nutricional, es una fuente importante de fibra y su contenido en proteínas supera 70 por ciento.

Ejemplo de ello es que 250 gramos de carne de res aportan 40 gramos de proteínas, mientras que de la misma cantidad del insecto, se obtienen entre 80 y 100 gramos de proteína.

Para producir un kilogramo de carne de res, se necesitan 100 kilos de vegetales, para tener un kilo de chapulines, basta con 10 kilos de vegetales y en México pueden recolectarse hasta 350 mil toneladas al año, suficientes para el consumo de nueve millones de personas.