La pérdida de vidas humanas durante un evento de fuego forestal es lo más grave de los incendios forestales, pero el incendio de bosques, selvas o pastizales tiene también consecuencias graves y lamentables en términos ecológicos, económicos, sociales, políticos y operativos.

Un incendio de este tipo arrasa con grandes volúmenes de madera y daña la economía de los propietarios, aniquila el hábitat de la fauna silvestre, propicia la erosión del suelo y en consecuencia su pérdida, contamina el aire y contribuye al cambio climático al ser eliminadas las plantas que generan oxígeno, afecta el paisaje y altera el régimen hidrológico, además de incrementar el efecto invernadero por la emisión de carbono y otros elementos nocivos.

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Los ciclos de la naturaleza y la mano del hombre aportan cada uno su parte cuando ocurre un incendio forestal fuera de programa. Es un fuego que puede iniciarse en cualquier momento por causas asociadas al hombre de manera accidental o intencional, y propagarse libremente sobre todo después de que vientos, lluvias y tormentas de la temporada de huracanes arrancaron en bosques y selvas troncos, ramas y hojas que sol y aire resecan durante varios meses.

En las zonas centro, norte, noreste, sur y sureste del país, cuando apenas despunta el año, inicia la temporada de incendios forestales que se prolonga durante los seis primeros meses, y en el noroeste del territorio nacional comienza en mayo y termina en septiembre.

Los materiales secos que yacen en los suelos forestales, sumados a calor y oxígeno, producen la fórmula perfecta para crear la primera chispa de lo que podrá ser solo una llamarada o convertirse en un incendio devastador.

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Mientras tanto, en el Centro Nacional de Control de Incendios Forestales (CENCIF), ubicado en los Viveros de Coyoacán de la Ciudad de México, un equipo conformado por 25 trabajadores de la CONAFOR, apoyados con la más alta tecnología mantienen en observación las cerca de 200 millones de hectáreas forestales del territorio nacional. Además, evalúan y atienden los reportes ciudadanos y de las propias autoridades sobre los incendios forestales que suceden en el país y toman las decisiones para asignar y movilizar los recursos materiales y humanos necesarios para combatir el fuego.

Conoce aquí el testimonio de un brigadista de la Conafor

El riesgo de ocurrencia aumenta en las primeras regiones mencionadas porque además de la acumulación de combustible orgánico seco existente en bosques y selvas, nuestros campesinos practican tradicionalmente, entre enero y mayo, la quema de terrenos para la siembra y el pastoreo de ganado sin tomar en cuenta la hora de la quema ni la dirección del viento, que es clave para disminuir o avivar las llamas, y sin contar con brechas corta fuego, entre otras previsiones. El fuego sale entonces de su control y se propaga con frecuencia a las áreas forestales aledañas.

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Se calcula que más del 90 por ciento de los incendios forestales los originan acciones humanas, y la tala inmoderada e ilegal representa una de las más perniciosas porque los infractores no solo destruyen los árboles sino dejan abandonadas las ramas que se convierten en un peligroso combustible. Los bosques también arden porque muchos excursionistas encienden fogatas, fuman, queman basura o dejan rescoldos. 

Son más propensas las zonas donde sequía, vientos y altas temperaturas se conjuntan, porque a mayor sequía mayor riesgo. La velocidad de los vientos, su contenido de humedad y su dirección son factores clave en estas conflagraciones, donde los brigadistas, combatientes del fuego forestal, son héroes muchas veces desconocidos y nunca suficientemente valorados que ponen su integridad al servicio de la naturaleza y de la humanidad.

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De la capacidad, valor y entrega de estos hombre y mujeres que luchan cuerpo a cuerpo contra el voraz elemento de la naturaleza, el fuego, dieron testimonio los 58 brigadistas de la Conafor que a fines de enero pasado se desplazaron a Chile para colaborar durante dos semanas, lo mismo que sus pares de otras naciones, en la extinción de las llamas que arrasaron con más de 340 mil hectáreas de la Araucanía, al centro-sur del país sudamericano. 

Desde septiembre de 2002, la CONAFOR es la institución federal encargada de operar el Programa Nacional de Protección contra Incendios Forestales en México que busca proteger los recursos forestales de la presencia de incendios y atacar las causas que los originan.

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Trece instituciones del gobierno federal integran el Grupo intersecretarial de Apoyo para la Protección contra Incendios Forestales. Los gobiernos estatales y municipales, propietarios de los bosques y particulares participan de manera importante en la ejecución de este programa y son representados en los Comités Estatales de Protección Contra Incendios Forestales.

El sistema electrónico del CENCIF recibe información satelital que generan los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá, los pronósticos del tiempo del Servicio Meteorológico Nacional, así como información actualizada de la Conagua, de la Universidad de Colima y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.

El Centro Nacional de Control de Incendios Forestales cuenta con el siguiente equipamiento:

  • 154 torres de observación
  • 2 mil 691 equipos de radiocomunicación operados por jefes de brigada
  • 32 centros estatales de control de incendios
  • 120 estaciones climáticas de la Conagua distribuidas estratégicamente en todo el país.

Si eres testigo de un incendio forestal, repórtalo al  01 800 INCENDIO (01 800 4623 6346)  LA LLAMADA ES GRATUITA