Ciudadano ENRIQUE PEÑA NIETO, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante supremo de las Fuerzas Armadas;
 
Diputado FRANCISCO AGUSTÍN ARROYO VIEYRA, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados;
 
Senador ERNESTO JAVIER CORDERO ARROYO, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de senadores;
 
Ministro JUAN SILVA MEZA, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;
 
Distinguidos integrantes del gabinete y del presídium;
 
Señores Generales y Almirantes; Jefes, y Capitanes, Oficiales, Caballeros cadetes, Tropa y Marinería;
 
Señoras y señores;
 
Jóvenes estudiantes;
 
Muy buenos días.
 
Las conmemoraciones cívicas, son biografía completa y escrutinio sistemático de los aciertos y errores en el pretérito, para comprender su trascendencia.
 
Hoy celebramos una de carácter fundacional para México, que invoca el valor de la democracia y la fuerza de la lealtad.
 
Ninguna remembranza resulta más adecuada para un evento tan paradigmático, que la concurrencia al sitio donde emergió el pensamiento moral y político del ejército mexicano.
 
Hace cien años, ─persuadidos de este ideal─ jóvenes cadetes del colegio militar, sellaron con honor el decreto que significaría el inalterable sendero de toda una institución.
 
El 9 de febrero de 1913, resueltos a custodiar al presidente Madero, –aun a costa de su propia vida– tres compañías de alumnos, lo escoltaron con valor y gallardía, desde este simbólico alcázar –casa presidencial y sede de su alma máter en esos días– al Palacio Nacional.
 
Adoptando un dispositivo de seguridad, progresaron sobre paseo de la reforma, avenida Juárez y al llegar a San Juan de Letrán –hoy Lázaro Cárdenas– desplegaron por tres rutas .
 
La primera por la calle cinco de mayo; la segunda, que garantizaba su seguridad al frente y retaguardia sobre San Francisco y Plateros ─hoy calle Francisco I. Madero─; y la tercera, sobre 16 de septiembre.
 
Arribaron así a Palacio Nacional, donde el cuerpo de cadetes continuó proporcionando la seguridad de la sede del poder ejecutivo y del propio mandatario hasta que los alumnos fueron relevados de esa importante misión.
 
La paz y la democracia, como valores nacionales, fueron celosamente resguardadas en esta etapa de inminente peligro para el país.
 
Acontecimiento inolvidable —por cuya lección y aliento—, la historia registra su nombre con justeza como: “la Marcha de la Lealtad”.
 
Para los hijos del colegio militar, fue la confirmación de una herencia y filosofía acendrada en el honor, el valor, la lealtad, la abnegación y el sacrificio, inculcados desde su fundación en 1823.
 
Para el poder ejecutivo, fueron la legitimidad y la convicción patriótica, los alicientes que le motivaron a encarar la traición y la mezquindad.
 
Al hacerlo, Madero se erigió como estadista ante las sociedades mexicana e internacional, dejando una claro ejemplo de pensamiento y acción, para salvaguardar los más preciados intereses nacionales.
 
Todos los soldados, celebramos hoy el primer siglo del loable acontecimiento que nos heredó un patrimonio imprescindible.
 
Legado manifiesto que fue ratificado por este mismo ejército en 1920, cuando el presidente Venustiano Carranza salió rumbo a Veracruz, para establecer ahí su gobierno.
 
Momento álgido de la historia, en el que nuevamente los cadetes del colegio militar, garantizaron la seguridad presidencial, en los combates que se suscitaron en el trayecto.
 
En ambos acontecimientos, se refrendó el compromiso imperecedero hacia la república y sus instituciones, resaltando por preminencia, el confirmado a la investidura presidencial.
 
Es así que, desde el pasado y hasta el presente, el militar mexicano entiende la lealtad institucional, como el valor que se profesa a las instancias legales que representan a la república, mismo que se manifiesta en confianza, fidelidad y absoluta adhesión a la ley.
 
La lealtad institucional, es arquetipo vigente y vital en el instituto armado; rumbo y empuje que da sentido a nuestra conducta, factor esencial y garantía de certidumbre para el desarrollo de México.
 
Hoy, el país dispone de fuerzas armadas sin perturbaciones; eficaz baluarte del estado, en aras de un México mejor.
 
Las mujeres y hombres del instituto armado, estamos conscientes de que mover a México implica retos que conllevan disenso y consenso, propios de la pluralidad ideológica, de los dilemas de la administración pública, de la representación legislativa, de las disyuntivas en las relaciones internacionales y de los enfoques analíticos que sustentan su explicación integral.
 
En México, tenemos la certeza, que los actores involucrados en esos ámbitos ─como en el pasado─ sabrán resolverlos con autodeterminación y lealtad, a partir del interés compartido.
 
Nos congratula el pacto nacional logrado recientemente por los líderes políticos del país.
 
Saludamos también, las reformas e implementación de políticas de estado en favor del bienestar colectivo.
 
Ese espíritu propositivo y los hechos consecuentes, son justamente la marcha de la lealtad moderna que el país requiere.
 
¡La lealtad, es de todos y para todos!
 
Civiles y militares debemos capitalizar y potenciar sus enormes frutos.
 
En el último siglo, los soldados fortalecimos nuestra conciencia y sensibilidad respecto al sentir y pensar de la población de la cual provenimos.
 
Ese ideal, nos mantiene cercanos a ella en todos los rincones del territorio nacional.
 
Su atención incondicional es para nosotros, causa irrenunciable en el esmero de sumarnos a sus legítimos anhelos.
 
Para nosotros y con ese propósito, la lealtad es condición profesional de inteligencia y alma, que lleva a una mujer u hombre a empuñar las armas de la república para cumplir el destino honroso que su patria le determina, a lo largo de la vida castrense; lo mismo frente a la emergencia o catástrofe de una comunidad, que ante riesgos a la seguridad interior o en la preservación de los bienes estratégicos nacionales.
 
Estas asignaturas son parte neurálgica de nuestro quehacer, debidamente prescrito en las misiones que el marco legal nos asigna, cuyo elemento de orden lo constituye la sujeción a las leyes y el respeto cabal a los derechos humanos.
 
Tenemos la certeza, de que garantizar la salvaguarda de tales postulados, es fortalecer la doctrina, disciplina y prestigio militares.
 
Es también, enaltecer el código deontológico inspirado en la marcha emprendida en 1913, de cuya herencia proviene, el atributo supremo del hombre de armas.
 
Por todo ello, ser soldado de tierra, aire y mar, es sinónimo de lealtad inmarcesible; tenemos en esa condición, el mayor timbre de orgullo y motivación.
 
En el ejercicio cotidiano de esa virtud, encontramos sobradas razones para un reiterado compromiso con la voluntad nacional; aspiración colectiva que condensa la resolución de generaciones unificadas por un mismo espíritu, en aras de un mejor futuro para todos.
 
Hallemos en esa voluntad, la fuerza motriz más poderosa de la nación.
 
Radiquemos en ella los medios y argumentos para ser un pueblo más consciente y pujante.
 
Señoras y señores:
 
Los valores de una nación, son el eje sobre el que gira la fértil espiral de la vida diaria; se vuelven cultura e idiosincrasia y permiten a la sociedad adquirir vínculos familiares, comunitarios, afectivos y jurídicos.
 
Son los de naturaleza suprema, como la lealtad, los que conquistan y reproducen los nexos de asociación que sostienen a la patria misma.
 
La lealtad la cultivamos a través de la historia; el tiempo la trae y la hace prevalecer marcando la solidez de cada generación.
 
Es una cualidad que ha evolucionado en el espíritu colectivo de las fuerzas armadas nacionales, hasta transformarse en sólido basamento de su actuar cotidiano.
 
Es el impulso para velar por los intereses de la federación; hecho que valora el pueblo de méxico y la única conducta asequible que verá de nosotros.
 
Ese es el mensaje que nos fue legado y su observancia es aportación en la búsqueda de concretar  la voluntad nacional, para ser un país más grande y más justo.
 
Para lograrlo, todos los mexicanos debemos trabajar arduamente y con un mismo propósito.
 
Nosotros seguiremos cumpliendo nuestro deber, inspirados en el pundonor de madero en aras de la democracia y en el ejemplo de honor y lealtad, de quienes acompañaron al prócer.
 
Señor presidente de la república;
 
Ciudadanos presidentes de las mesas directivas del congreso de la unión y de la suprema corte de justicia;
 
Sociedad mexicana… ¡toda!
 
Este centenario de lealtad, ha contribuido a la maduración del país y sus instituciones.
 
En el México del siglo xxi, la lealtad a las instituciones democráticas es indiscutible e irreversible.
 
La lealtad no se entiende sin honor y compromiso…
 
Honor y compromiso, con nuestra mexicanidad y sus valores; con las leyes que nos rigen; con los símbolos patrios y su significado; con el desarrollo nacional y con el bienestar de cada compatriota.
 
Es así que, ante los retos para consolidar un estado eficaz con gobernabilidad democrática; los militares ratificamos hoy: ¡nuestra irrestricta lealtad, al gran pueblo de México y a sus instituciones!
 
Muchas gracias.