DIRECCIÓN GENERAL DE COMUNICACIÓN SOCIAL

México, D.F., 26 de septiembre de 2013.

 

Qué tal, buenos días tengan todos ustedes. Para mí es un gran placer, y además del placer un gran reto, ser el orador que prácticamente toma la estafeta de un tremendo panel muy inspirador, con Sandra, con Armando del Regil, no es fácil ser el orador posterior a un panel con oradores muy inspiracionales que realmente se ajustan al objetivo de esta gran Cumbre de la Comunicación.

La Cumbre de la Comunicación en su Tercera Edición creo que escoge, sin duda, un tema muy apropiado y central, como “Actitud positiva por México”.

Hoy en día, cuando en los mercados internacionales se habla del “mexican momento”, del “momento de México”, haber seleccionado como tema “Actitud positiva por México”, realmente viene a engarzar de una manera exacta con el reto para lograr capitalizar el momento de México.

Creo que en esta ocasión, o en esta, por tercera vez, el Presidente de la Cumbre, mi amigo José Manuel Aguirre, el tremendo impulso que le da al Presidente del Consejo, don Francisco Aguirre, y Carlos, como Director General del mismo, creo que auguran un tremendo encuentro que respaldará justamente lo que México necesita en este momento.

En antesala me platicaban del tremendo esfuerzo que siempre –después de tantos varones mencionados- pues la verdad es que son las mujeres las que logran esta integración perfecta, así es que Yoli, esposa de Pepe, se lleva una gran parte del mérito, un aplauso para ella. Y sin duda Vanessa, Lourdes Vanessa y Alejandra, que están detrás de cada etapa de la formación de este evento.

¿Por qué decía yo que es muy apropiado en esta Cumbre de la Comunicación en su Tercera Edición hablar de “Actitud positiva por México”, y lo ubico dentro de lo que se llama el “momento de México” en el contexto internacional? El Presidente Peña ha sido muy claro cuando dice: “tenemos una gran oportunidad cuando el mundo está volteando a ver una vez más a México”, cuando el mundo considera que es un punto de inflexión en el futuro del país, pero sólo podemos capitalizarlo y sólo podemos hacerlo en beneficio de nosotros mismos si somos capaces como mexicanos de realmente hacer lo que nos toca para capitalizar el momento de México.

Tenemos el gran riesgo de no lograr hacer lo que tenemos que hacer, y de que una vez más México pase una oportunidad histórica para poder transformar a fondo al país y poder lograr lo que necesitamos hacer en los próximos años.

Sin duda, el nombre de la intervención o el título que le pusieron a la intervención de un servidor, está relacionado con las reformas del país. Pero déjenme ubicarnos dentro del contexto de las reformas, en un contexto de dónde venimos y hacia dónde, como sociedad, debemos de comprometernos a ir.

¿De dónde venimos? Venimos de dos décadas de haber intentado capitalizar al cien por ciento otro momento de México que se dio justamente en 1994, cuando México entraba con decisión a una integración a la globalidad, con la entrada en operación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Y ahí hago una reflexión que demuestra que cuando los mexicanos nos ponemos de acuerdo y tomamos decisiones, podemos consolidar resultados para el país que han probado sus beneficios.

Y ahí apunto a dos grandes temas que se han consolidado a través del tiempo. El primero, y ustedes lo recordarán como líderes de opinión, líderes de medios de comunicación y de empresas privadas, y de la sociedad civil, donde, por cierto, reconozco la presencia de la señora de Wallace, y reconozco la presencia del señor Gobernador de Querétaro, que por ahí lo saludé en el momento de entrar, Pepe Calzada, quien me honra con estar aquí, siendo que es el orador que sigue después de esta presentación.

Y decía yo que en ese contexto deberíamos de reconocer algo que hoy se toma por dado, pero que hace más de 20 años no era tan fácil asimilarlo como una política pública materializada. Veo suficientes canas, sobre todo caballeros, en esta audiencia, que compartirán conmigo la experiencia de lo que fue en este país haber transitado a fines de los setentas y en los ochentas, una economía mexicana que se distinguía por el freno y el arranque permanente con inflaciones y devaluaciones, y una incertidumbre total para la planeación de los empresarios mexicanos y de los inversionistas extranjeros sobre el futuro de la economía.

Nos tomaron varios golpes para entender que las políticas de estabilidad son fundamentales para poder pretender un crecimiento del país, y no fue sino hasta inicios de los noventas, en parte finales de los ochentas, que aprendimos que un presupuesto fiscal balanceado y una política monetaria autónoma de un organismo como el Banco de México, eran fundamentales para mandar las señales claras y evitar esas recurrencias de inestabilidad financiera que el país sufrió durante muchas épocas.

Pero eso no fue fortuito o gratis, sino tomó el esfuerzo de que finalmente la sociedad presionara a los actores políticos para que finalmente en el Congreso, en el cual me tocó ser testigo en la Legislatura LVIII y en la LXI, de que hoy en día no existen grandes debates sobre la necesidad de ser responsable en la conducción de la política fiscal, y responsable en la conducción de la política monetaria.

En mis legislaturas, la que me tocó, del 2000 al 2003 y de la de 2009 al 2012, nunca más volví a escuchar debates que dijeran que México debería de gastar más de manera responsable, y que aumentáramos los déficits de una manera innecesaria, y nunca más oí el debate de que si el Banco de México debería de tener múltiples metas más allá de la estabilidad de precios. Eso nos demuestra que tarde, pero seguro, aun los agentes políticos llegan a entender los mensajes necesarios para darle cierta viabilidad a la economía.

Casi simultáneamente tomamos la decisión de integrarnos de manera efectiva y congruente a la globalidad. A mediados de los ochentas entramos al GATT, hoy Organización Mundial de Comercio, pero no fue sino hasta el 94 que tomamos la primer decisión de fondo para integrarnos a globalidad a través de algo que pensábamos impensable: que México fuera parte de una economía integrada en América del Norte, con dos países de un nivel de desarrollo mucho más avanzado que el mexicano, y lo hicimos en 1994.

Sin duda, esa decisión que vino a ser seguida después por 12 tratados internacionales con 45 países en el mundo, ya es una línea clara de la convicción y el compromiso de México con el libre comercio y con una inserción inteligente de la globalidad, como la llama el Presidente Peña, el Presidente Peña Nieto.

Pero en ese sentido, también la política comercial internacional es un activo que hemos construido a través de cambios en la representación del Ejecutivo mexicano. Tuvimos un cambio de partido político en la presidencia en el año 2000 que también continuó con el compromiso de integración inteligente a la globalidad.

El Presidente Peña asume la presidencia el primero de diciembre, y la primer decisión que toma es continuar con los compromisos recientemente adquiridos en materia internacional negociando el Tratado del Pacífico, el TPP y Alianza Pacífico, que habían sido compromisos al final de la administración del Presidente Calderón.

¿Eso qué nos da a nivel internacional? Nos da credibilidad, porque nuestros socios comerciales internacionales ven un país que cambia de signo político en el Ejecutivo, pero no cambia de sus compromisos en materia internacional.

De esa manera podemos tener dos políticas públicas: estabilidad financiera e integración global que se presentan como constantes en la toma de decisiones de los mexicanos.

Pero aún con esas dos decisiones de política pública, cuando vemos el comportamiento de la economía mexicana en los últimos 30 años, vemos un crecimiento por debajo del dos por ciento o alrededor del dos por ciento, que es totalmente insuficiente para generar los empleos dignos y bien remunerados que necesita México.

La pregunta es, ¿a ver, hicimos lo correcto en materia de estabilidad financiera? Que de hecho se demostró su efectividad al darnos una superación rápida de la crisis del 2008. Hicimos lo correcto en materia de integración global, pero aun así no tenemos los resultados necesarios. ¿Dónde está la falla? Y es muy fácil ver la falla. La falla es que cuando en el 94 decidimos integrarnos globalmente, era necesario hacer una serie de tareas de fondo, tareas internas, para poder traer a la economía mexicana a los niveles de juego internacional.

¿Cuáles eran esas tareas que debimos de hacer desde el inicio de los noventas? La reforma a la Ley de Competencia Económica, la Reforma Energética, la Reforma Financiera, la Reforma en Educación, la Reforma Fiscal.

¿Qué pasó en esos 20 años que nos tardamos en tratar de iniciar un proceso comprensivo de reformas? Muy sencillo. Le pedíamos a las empresas mexicanas insertarse en la globalidad al mismo tiempo que no les garantizábamos condiciones de competencia justa en México. Tenían que pagar más en promedio por insumos que otros competidores internacionales tenían acceso a precios más bajos, con mercados concentrados en áreas estratégicas para el desarrollo sobre todo de los pequeños y medianos empresarios de México.

Durante estos 20 años, menos del 15 por ciento de las empresas mexicanas tienen acceso al mercado financiero. Nuestra inclusión financiera es una de las más bajas inclusive a países de igual nivel de desarrollo en América Latina. Los costos del crédito son más altos que internacionalmente observamos para empresas de similar tamaño en México. Lo mismo pasa con la accesibilidad de energéticos. México siendo un país abundante en energía le hace falta fuentes de energía a precios competitivos. En Innovación no se diga. Tenemos una tasa bajísima de inversión en innovación y en desarrollo y tecnología de 0.4 por ciento del PIB, cuando economías de avanzada que eran similares hace 20 años a México, como Corea del Sur, estaban invirtiendo hoy casi el tres por ciento de su producto interno bruto.

En esas condiciones es muy difícil que los cambios transformacionales de la integración a la globalidad y la estabilidad financiera hayan drenado sus efectos o irradiado sus efectos hacia todos los tamaños de unidades económicas y hacia todo el territorio nacional.

¿Cuál es el balance a 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte? Efectivamente ha sido exitoso en muchos campos. Hoy México recibe en promedio inversión extranjera directa en los años post-Nafta alrededor de los 18 mil 500 millones de dólares; antes de Nafta el promedio de inversión extranjera era de dos mil 500 millones de dólares; hoy post-Nafta, los empleos generados en el sector exportador representan salarios entre dos y tres veces superiores al promedio de los salarios de la economía tradicional; hoy, post-Nafta, el nivel de comercio internacional que tenemos, o el nivel de comercio que tenemos bilateral con Estados Unidos representa que cada minuto que pasa comerciamos un millón de dólares con los Estados Unidos. Hemos incrementado en siete nuestra capacidad de exportaciones.

Esas son las buenas noticias. ¿Pero las malas noticias cuáles son? Que el 50 por ciento de las exportaciones mexicanas las realizan sólo 45 empresas; que el impacto modernizador y competitivo de la economía sólo se concentra en el Norte y el Centro-Occidente de México. De hecho, nuestra joya de la corona exportadora que es la manufactura está concentrada en un 98 por ciento en el Norte, Centro y Occidente de México, y en el Sur-Sureste sólo está el dos por ciento de las manufacturas mexicanas.

Así es que las victorias que hemos logrado están mal distribuidas geográficamente y mal distribuidas desde el punto de vista de tamaño de empresa. Por eso el Presidente Peña Nieto afirma que su obsesión como Presidente era establecer una senda de crecimiento con estabilidad de largo plazo; recuperar tasas que nos permitan generar los empleos que la economía mexicana necesita. Y para hacerlo implica cambiar la tendencia de la productividad. En México la productividad en los últimos 30 años prácticamente ha estado estancada y ha estado concentrado en los desarrollos de productividad en el sector altamente asociado con la exportación, mientras que la mayoría de las entidades económicas, pequeñas, medianas y microempresas no están conectadas a la modernidad, y tienen niveles muy bajos de productividad.

El múltiplo de productividad de una gran empresa a una microempresa es hasta seis veces más desde el punto de vista de productividad.  Y lo mismo pasa al observar el territorio nacional. Sin duda, ustedes que manejan en diferentes estados de la República, recordarán cómo era el paisaje en Aguascalientes, en Querétaro -que aquí está presente el señor Gobernador- en Guanajuato, hace 30 años eran paisajes que capturaban nuestros grandes paisajistas mexicanos de un campo abierto, cactus, nopaleras, ganado. Treinta años después, cuando uno transita por Querétaro, por Guanajuato, por Aguascalientes, ve plantas industriales impresionantes.

Querétaro es el líder en el sector aeroespacial; Guanajuato tiene un gran conglomerado instalado, un cluster automotriz impresionante; Aguascalientes, sede de Nissan, a partir del 2014 estará produciendo un millón de autos al año. Somos el cuarto exportador mundial de automóviles.

Pero el reto es cómo hacemos que todos los mexicanos y todas las regiones de México justamente se beneficien de este proceso. Y es ahí donde está el centro del esfuerzo de reformas.

¿Pero qué cambió en 20 años para poder transitar en estas reformas? Como yo lo comparto con muchos amigos economistas, no quiere decir que México no tenía técnicos y economistas de alto nivel hace 20 años. Sí los teníamos. La diferencia no está en las capacidades técnicas de los mexicanos. La diferencia está en la política, no en la técnica.

Hace algunos meses representé al gobierno mexicano en la Reunión Ministerial de la OCDE en Francia, y la noche inaugural un exministro italiano -que es un economista muy reconocido- dio un discurso para la cena, y le llamó al discurso: “Politic is back”, “el regreso de la política”. Y me extrañaba cómo un economista tan técnico su discurso lo titulaba en función del uso de la política para transformar. Y creo que en el fondo lo que cambió en 20 años es eso. En 20 años estuvimos tratando con gobiernos de diferente signo político de las mayorías formadas en el Congreso, de transitar aquellas reformas que por diagnóstico sabemos todos los mexicanos que eran necesarias. Pero lo que hoy cambia es justamente una actitud, y una actitud justamente para entender la responsabilidad de transformar a México.

Y ahí el día dos de diciembre llegamos a un parteaguas en la política, en donde la convocatoria que hizo el Presidente en el Castillo de Chapultepec, estuvieron conjuntadas las principales fuerzas políticas de México para construir una Agenda por México. Y es esa Agenda por México la que nos da una luz de viabilidad para aterrizar tareas que durante 20 años no fuimos capaces de aterrizar, donde la clase política reconoce que hay que migrar de la miopía y del egoísmo partidista a entender cuál es la demanda de una sociedad que está cansada de esperar los cambios transformacionales que el país requiere.

Y en ese sentido, la Reforma Laboral que transitó justo antes del cambio de administración con la voluntad política de varios partidos; la Reforma Educativa que ya vio cristalizada su reforma secundaria en términos efectivos, para poder tener una formación de capital humano consistente con el futuro del país que tenemos y con el entrenamiento que los inversionistas nacionales y extranjeros requieren para seguir impulsando el país.

La Reforma en Competencia Económica y en Telecomunicaciones, que sin duda se hizo ya a nivel constitucional y está pendiente la ley secundaria para transitarla, que justamente va al corazón de poder tener la capacidad de ofrecer insumos y bienes y servicios a precios competitivos en el mercado nacional. Y sin duda la Reforma Financiera, que al transformar tres elementos fundamentales debería de impactar el precio del crédito y la accesibilidad del mismo.

Les doy un ejemplo que todos ustedes comprenden de una rapidez impresionante, porque son usuarios de la banca, y sobre todo de las hipotecas para financiar compras de bienes raíces. Nuestros vecinos al Norte, cuando compran una casa y se comprometen a una hipoteca, si de repente el mercado empieza a hacerse dinámico y empiezan a competir, si usted quiere de cambiar de banco su hipoteca, lo único que tiene que hacer es en 24 horas terminar su contrato y traspasar su cuenta a otro banco. En México el costo del Notario, del cambio de hipoteca, el costo fijo de cambiar de hipoteca hace casi imposible que usted transite de un banco a otro haciendo más rígida la competencia en el mercado hipotecario.

Esos cambios son los que van implícitos en la Reforma Financiera, que está ahora en el Senado después de haber aprobada en la Cámara. ¿Cómo hacemos para que las tasas de interés en un ambiente de competencia bajen y los diferenciales entre tasas activas y pasivas se disminuyan y podamos tener un acceso de crédito más amplio beneficiando a las pequeñas y medianas?

Y la pregunta es: ¿quién se beneficia más de estos cambios? Obviamente las pequeñas y medianas empresas que constituyen casi el 96 por ciento de los usuarios de crédito nacional, de los usuarios de energía en México. Y les doy un ejemplo muy claro que está implícito en la Reforma Energética.

Hoy en día las grandes empresas pueden autoproducir su energía y conseguir costos de producción más baratos de los que le vende la CFE. Sin embargo, la pequeña y mediana empresa que no puede autoproducir, tiene que pagarle a CFE una electricidad que es 80 por ciento más cara que la que pagan sus homólogos o empresas similares en los Estados Unidos.

Con la Reforma, la posibilidad de que se cree un mercado de energía y grandes productores no necesariamente tengan que venderle su excedente a CFE, podríamos entrar a un mercado de competencia en el sector energético bajando los costos del energético a las pequeñas y medianas empresas.

Mismo destinatario tiene la Reforma Financiera. Mismo destinatario tiene la mayor parte de las reformas que se están diseñando: favorecer que a través de democratizar el acceso al crédito, a la energía, a la educación, a la innovación, podamos que la historia de éxito que representó Nafta para algunas regiones y para algunos mexicanos sea una historia de éxito que puedan compartir todos los mexicanos en todas las regiones de México.

Yo ahí dejaría mis comentarios, porque sin duda que lo que más enriquece es el diálogo. Muchas gracias.