Especialistas del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”, de la Secretaría de Salud, que encabeza la doctora Mercedes Juan, recibieron el Premio Nacional de Investigación “Manuel Camelo”, que otorga una organización no gubernamental, para fomentar la investigación especializada en México.

En este año, el galardón que otorgó la fundación Manuel Camelo, fue para la doctora Corina Benjet, especialista en el área de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales, por su investigación sobre el impacto de la violencia y los efectos psiquiátricos en los adolescentes.

María Elena Medina Mora, directora general del Instituto, reconoció  a la doctora galardonada por sus investigaciones entre la población joven, y señaló que sus aportaciones sirven para evaluar el comportamiento de los encuestados frente a situaciones de estrés.

Corina Benjet explicó que la encuesta realizada el año pasado fue a más de mil jóvenes que también participaron en la evaluación que se les realizó en el 2005. En ambas encuestas se analizó las repercusiones psicológicas ante situaciones de violencia dentro y fuera del hogar, el desempleo y la deserción escolar.

Con estas investigaciones, la especialista editó una guía práctica para padres de cómo ayudar a sus hijos a superar un trauma o suceso estresante.

Este manual va dirigido a los niños y jóvenes que han sufrido maltrato físico, sexual o emocional o quienes han sido testigos de violencia en el hogar, la separación el divorcio o el fallecimiento de los padres, el robo o situaciones que amenacen su vida o integridad física.

Explicó que esas situaciones son detonante para provocar enfermedades mentales como el stress y la angustia.

Para ello recomienda conocer los comportamientos fuera de lo normal de los jóvenes después de eventos traumáticos, y ofrece un decálogo de consejos sobre lo que tienen que hacer los padres de familia para apoyar a los menores.

Sus reacciones  más comunes son  no quieren separarse de los padres, tienen pesadillas o problemas para dormir, lloran, gritan, empiezan a tener miedos, por ejemplo a la oscuridad.

También pueden volver a comportarse como niños más pequeños: chupando el dedo, llorando,  orinando en la cama, se aíslan de sus amigos y otras personas, se quedan quietos, se quejan de dolores de cabeza o de estómago y no quieren ir a la escuela.

Ante este tipo de situaciones alertan a los padres de familia, para que acudan a los centros de salud y reciban tratamiento especializado, para evitar que caigan en el alcoholismo o el consumo de drogas.