Por otro lado; al pasar de los años el perfeccionamiento de nuestro sistema político ha ido afinando las obligaciones de los servidores públicos, pues puntualmente deben atender su encomienda con probidad y ética en completa entrega a la nación, siendo claros y transparentes en su actuar y gestión.

Entonces, la participación ciudadana constituye un medio idóneo para alentar la práctica de los valores éticos y cívicos, y mucho más aun, para educar a las personas y autoridades en los aspectos que implica la vida en sociedad y en democracia, pues el combate a la deshonestidad, necesariamente debe partir de la apreciación de lo contrario, es decir, de la ética.

Es por ello que en nuestro país se han ido instrumentando herramientas, comités y sistemas que dan acceso a la vida pública articulando desde la necesidad y exigencia de resultados una posibilidad donde el gobierno regrese al ciudadano desde su injerencia desde lo privado en los asuntos de interés público.

Pero, aun cuando existe el conocimiento, los medios y la coyuntura para que el mexicano se envuelva en una dinámica de involucramiento, la participación e interés en las temáticas públicas en nuestro país es baja, por citar un ejemplo; en el 2015 se realizaron poco más de 120,800 solicitudes de información en el país lo que resulta en 0.0016 solicitudes por persona en el rango de edad de 15 a 60 años.

En el entendido anterior, la mezcla de los factores ciudadanos, gubernamentales y de información es la espina dorsal de un sistema gubernamental sano y proactivo, que no dependa de elementos punitivos para su correcto funcionamiento, pues con la interacción constante de la ciudadanía como un auditor y testigo permanente ayudará a combatir –e incluso prevenir- lo que aqueja a nuestra democracia y los gobiernos emanados de ella.

Pues la participación ciudadana permite que autoridades y ciudadanos actúen de cara a la sociedad, de modo transparente y en sintonía con las verdaderas necesidades que deben satisfacerse para lograr los fines del Estado.

Sin duda, ello constituye un medio idóneo de control de la corrupción, o mejor dicho, un instrumento que alienta los comportamientos deseables y desanima a los deshonestos. Es por ello que los invito estimados lectores a ser esa generación diferente que tiene y exige conciencia sobre los valores y virtudes fundamentales sobre los que se asienta la vida social, favoreciendo que la ciudadanía sea la primera fiscalizadora del actuar público con ética y probidad.

#BlogdelCoordinador Dr. Guillermo Deloya Cobián 

Columna publicada en El Sol de Puebla