La reivindicación del género masculino en la danza moderna, el desarrollo de una técnica específica de ejecución, así como la concepción de piezas coreográficas  son algunas de las aportaciones más relevantes  del bailarín y coreógrafo mexicano José Limón (Culiacán, Sinaloa, 12 de enero, 1908- Flemington, Nueva Jersey, Estados Unidos, 2 de diciembre, 1972) de quien hoy se cumplen 106 años de su natalicio.

De acuerdo con la doctora Margarita Tortajada Quiroz, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza (Cenidi Danza) del INBA, José Limón trabajó por esa reivindicación con su presencia viril sobre el foro, los héroes de sus obras y las ideas que dio a conocer en declaraciones, escritos y en particular, en su propuesta dancística moderna.

“El objetivo que perseguía Limón de redimir la danza masculina y regresarle su grandeza original estaba basado en su idea de aprender a bailar de manera digna para un hombre y con una infinita variedad y lo logró”, explica la investigadora en su ensayo José Limón y las masculinidades hegemónicas: La Pavana del Moro.

Para evitar el conflicto de la Revolución Mexicana, la familia de José Arcadio Limón decidió emigrar en 1918 a Estados Unidos, donde el artista, luego de terminar la preparatoria y estudiar arte, descubrió su vocación por la danza en la ciudad de Nueva York.

A pesar de que tenía 20 años cuando decidió iniciarse en la danza, este factor lo impulsó a desarrollar en un breve espacio de tiempo sus capacidades físicas y expresivas, e ingresar a la única escuela que aceptaba varones dirigida por los pioneros de la danza moderna, Doris Humphrey y Charles Weidman.

Si bien la danza moderna fue producto de mujeres como Louis Fuller, Isadora Duncan, Ruth St. Denis y más tarde Martha Graham y Doris Humphrey, quienes rompieron con las técnicas disciplinarias del cuerpo (en especial de la danza clásica) y la imagen estereotipada de la bailarina, a principios del siglo XX los hombres ganaron terreno en la danza escénica.

En esa epoca, la danza escénica ejecutada por hombres aún no se consideraba una carrera viable ni con aceptación social.

En el libro La danza. Imagen de creación continua de Waldeen, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1982, se menciona que para José Limón había muy pocos hombres dispuestos a dedicar su tiempo a la danza formal y hacer de ella una preocupación viril.

“Precisamente porque el peligro de extinción es inminente, se necesitan hombres con dedicación y calidad para afirmar la cordura del hombre y danzarla. Ningún otro arte ofrece tal reto”, decía el artista mexicano.

“En una sociedad que necesita desesperadamente de todo su arte y todos sus artistas, la danza brinda la rara oportunidad de hablar nuevamente de ella a aquellos que están conscientes de su grandeza arcaica”.

Es por ello que José Limón puso énfasis en la vitalización de los hombres en la danza moderna y retomó elementos de los bailarines Ted Shawn y Edward Weidman que le antecedieron en Estados Unidos, para luego establecer propuestas coreográficas en su propia compañía, fundada en 1947.

La Compañía de Danza José Limón fue la primera agrupación de danza moderna estadounidense en ir de gira al extranjero, lo que marcó el precedente para que otras compañías, como las de Graham, Taylor y Cunnigham, pudieran presentarse en foros internacionales.

En la actualidad la compañía se encuentra bajo la dirección artística de Carla Maxwell, quien asegura que sin José Limón la danza actual no sería la misma: “Brindó una visión diferente de lo que tenía que ser un hombre bailarín: hacía un retrato de un hombre completo que es capaz de proteger a una mujer, pero al mismo tiempo con la gracia y sensibilidad para danzar en el escenario”.

Para  el maestro y coreógrafo Jaime Camarena lo que caracteriza a la técnica Limón es la libertad sobre las formas. Fue en la década de los noventa que viajó a Cataluña donde se incorporó como alumno regular del Institut del Teatre de Barcelona y aprendió la metodología de José Limón.

“Tengo entendido que en un principio José Limón no se plantea hacer una metodología, son sus discípulos quienes se encargan de ello. A mí me proporcionó mucha información sobre el manejo del espacio y del cuerpo en el espacio, sobre el dibujar y la tridimensionalidad del movimiento”.

Para el fundador del Festival Internacional de Danza “José Limón”, Héctor Chávez, algunas de las características de la técnica Humphrey-Limón son “el uso de la gravedad,  del peso corporal y de la respiración para imprimir fluidez al movimiento y, el concepto de orquestación del cuerpo, donde cada parte de él es un instrumento que desarrolla secuencias simultáneas”.

El coreógrafo y gestor cultural reconoció que en su momento Limón reivindicó el papel masculino en la danza moderna, al encarnar personajes dramáticos e iconos en la cultura universal como Otelo en La Pavana del Moro y Judas en El Traidor, entre otros.

Al respecto, Jaime Camarena agregó que esa aportación fue un fenómeno producto de una época: “Limón tuvo un sello muy particular al trabajar con los bailarines, destacaba la fuerza de la interpretación en el varón, aunque su universalidad reside también en una estética muy equilibrada”.

Por lo tanto, el bailarín requiere en la ejecución de una gran agilidad, soltura, suavidad y, al mismo tiempo, de mucha contundencia, fuerza y peso.

Margarita Tortajada Quiroz destaca que “uno de los elementos centrales de la obra coreográfica de Limón es la virilidad de sus personajes y la inclusión de los bailarines como guerreros, modelo presente desde Shawn, que implicó la representación de la masculinidad dentro de los valores protestantes anglosajones”.

Es así como la investigadora, asegura que el prototipo de masculinidad que expresó Limón en su producción coreográfica “implicaba poder, grandeza, dominio, fuerza física, movimientos expansivos y heterosexualidad”.

Aunque José Limón pertenece a la escuela norteamericana de danza moderna, sus origenes mexicanos se vuelven relevantes en su propuesta dancística.

Su técnica, especializada en la caída de piernas y brazos, así como su gesto natural y expresivo de una acentuada nobleza fueron algunas de las características del estilo de quien fuera nombrado en 1964 director artístico del American Dance Theatre de Nueva York.

En el texto El lenguaje de la danza, traducido y publicado en el periódico El Universal en 1960, José Limón, asegura que la danza tiene un principio básico: “Debe tener su fuente vital y su impulso en la respiración de sus pulmones, en los latidos del corazón. Debe ser intenso y completamente humano, pues de lo contrario será movimientos gimnásticos, y la danza resultará mecánica y vacía”.

Su don y entrega le permitieron trascender y crear un discurso universal de esperanza en coreografías como Dos preludios (Koven, 1931) y Danza de la muerte (1937), consideradas obras maestras.

Información: CGP

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