A menos de un año de ser proclamada la Revolución Mexicana, el 15 de octubre de 1911 se celebraron elecciones extraordinarias para elegir al nuevo presidente y vicepresidente del país. El candidato del Partido Constitucional Progresista, Francisco Ignacio Madero, resultó triunfante de una manera bastante amplia; junto con José María Pino Suarez quien ocupó el cargo de Segundo Mandatario.

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Anteriormente, el 10 de julio de 1910, el general Porfirio Díaz Mori se reelegía para ejercer su octavo mandato en la Presidencia de la República. Con Madero en prisión, acusado por un conflicto agrario que ocultaba la verdadera razón de su cautiverio ─su actividad política contraria al régimen­─, el eventual triunfo de Díaz ocurrió sin mayor conflicto, consiguiendo una victoria aplastante de 98.93 por ciento del electorado a favor. La dictadura permanecía casi intacta.

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Pocas semanas más tarde, Madero era liberado bajo fianza y en septiembre cruzaba la frontera para instalarse en San Antonio, Texas, desde donde ideó y definió su eje de lucha. La inestabilidad en amplios sectores de la población mantenía al país en la incertidumbre, por lo que se produjo una lucha armada proclamada por Madero en el Plan de San Luis, emitido desde el exilio, el cual principalmente convocaba a la movilización total para el día domingo 20 de noviembre a las 6:00 de la tarde; y desconocía y declaraba ilegal la elección presidencial de julio.

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Once meses después de batalla revolucionaria, el 15 de octubre de 1911 llegó el día esperado por miles de votantes, quienes luego de tres décadas de bloqueo democrático, ejercían nuevamente el derecho de elegir a sus gobernantes.

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Durante la jornada electoral en la Ciudad de México no se registraron incidentes. Fue notorio el orden y la limpieza en el proceso. El electorado se mostró satisfecho formando parte del ejercicio democrático que consideraban plenamente auténtico y verídico. Alrededor de las 18:00 horas, llegó a su fin la jornada. Luego del conteo de votos, se estimó en 18,826 el número de votantes que acudieron al llamado de elección, el 69.73% del padrón registrado.

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La fórmula Madero-Pino Suárez arrasó en la mayoría del territorio nacional además de la capital. En cada padrón electoral hubo estruendosas ovaciones al comprobarse que Madero había resultado triunfante y sería el próximo presidente de México. Su victoria fue símbolo de éxito para la lucha revolucionaria que se desarrollaría durante nueve años más a lo largo del país. No obstante, El 22 de febrero de 1913, el general Victoriano Huerta traicionaría al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, dando la orden de que fueran asesinados detrás de la Penitenciaría de Lecumberri.

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