Diego Rivera Barrientos nació el 8 de diciembre de 1886, en la ciudad de Guanajuato. En 1892 se trasladó junto con sus padres a la Ciudad de México, donde comenzó a desarrollar sus habilidades para el dibujo. A la edad de diez años, su ingreso a la Academia de San Carlos definió el rumbo de su vida trazado a pinceladas. Sus capacidades artísticas progresaron rápidamente logrando la distinción por parte de maestros y funcionarios. Para 1907, el gobierno de Veracruz le ofrece una beca con la cual se traslada a España, instalándose al año siguiente en París.

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Su estadía en el barrio de Montparnasse de la capital francesa le permitió coincidir con artistas como Picasso o Juan Gris, dirigiendo su obra hacia un estilo inspirado por el cubismo. Asimismo, mantuvo contacto con otros pintores cuyas carreras iban en plan ascendente, como Piet Mondrian o Amadeo Modigliani. Su formación en Europa abarca alrededor de 14 años; y durante un viaje a Bélgica, conoce a Angelina Beloff, pintora rusa que sería su primera esposa y quien lo acercó a los grupos de exiliados rusos que se reunían en los cafés de Montparnasse.

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Diego Rivera no participó en la lucha armada durante la Revolución. Prefirió centrar sus esfuerzos para consolidar su estilo. En 1921, José Vasconcelos lo convoca a integrarse a los trabajos de la recién creada Secretaría de Educación Pública y le ofrece ilustrar las paredes del Anfiteatro Bolívar, de la Escuela Nacional Preparatoria, sitio donde plasma su primer mural: La Creación. A partir de entonces, gracias a Rivera, David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco, principalmente, el muralismo mexicano despuntaría y se convertiría en una de las corrientes artísticas más reconocidas del siglo XX.

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Diego Rivera empleaba en sus obras figuras simples matizadas con colores muy vivos. Supo rescatar el pasado precolombino enviando un mensaje con profundo significado histórico, pensando sobre todo en la sociedad mexicana que permanecía analfabeta en un gran porcentaje. Según sus propias palabras, su objetivo principal estaba determinado al “escribir en enormes murales públicos la historia de la gente iletrada, que no puede leerla en libros”. Transmitir el conocimiento mediante la apreciación de la pintura.

En 1922 Rivera ingresa al Partido Comunista Mexicano y un año después es electo para integrar el Comité Ejecutivo. Desde ese momento, su labor artística estaría mezclada con la actividad política ligada al comunismo, lo cual le valió ser vigilado muy de cerca, incluso por instancias internacionales. En sus posteriores obras, plasmó temas como el trabajo de la tierra o la labor proletaria en las fábricas; representando la forma de vida del pueblo mexicano, sus ideas y esperanzas al término de la Revolución.

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En 1933 es contratado para decorar el vestíbulo del Centro Rockefeller, ubicado en la ciudad de Nueva York. Éste fue uno de sus trabajos más polémicos e incluso quedó inacabado debido a que Rivera pintó una imagen del líder soviético Vladimir Lenin, lo cual fue rechazado de inmediato por la familia Rockefeller, ordenando la demolición de la obra. Posteriormente, en noviembre de 1934, Rivera logró finalizar el mural nombrado El hombre controlador del universo, en el segundo piso del Palacio de Bellas Artes en la capital mexicana.

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En diciembre de 1936, el exiliado líder soviético León Trotsky llega a México. Gracias a que Diego persuade al general Francisco J. Múgica de convencer al presidente Lázaro Cárdenas para recibir al político ruso, Rivera ofrece su Casa Azul de Coyoacán para hospedar a Trotsky. Las relaciones entre ambos personajes y sus parejas se vuelven más estrechas, aunque las diferencias personales no se hicieron esperar por parte del pintor y del político; desembocando en un rompimiento total en 1939, a raíz de la infidelidad cometida por Frida Kahlo, quien se vinculó sentimentalmente con Trotsky.

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En 1948, Diego presenta la que se considera su obra más aclamada: Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. En ella, el pintor se personifica como un niño y es acompañado por una multitud de personajes representativos de cuatro siglos de historia mexicana, además de reflejar las épocas de la conquista, la etapa colonial, la Independencia, la invasión norteamericana y la intervención francesa. Hernán Cortés, Sor Juana Inés de la Cruz, Maximiliano de Habsburgo, Benito Juárez y La Catrina, son algunos de los personajes que figuran en este grandioso mural.

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En 1951, el proyecto del Sistema Cutzamala —que trajo las aguas del río Lerma para dotar a la Ciudad de México de líquido potable—, fue coronado con la realización de dos magnas obras encomendadas al artista: una fuente dedicada a Tlaloc; y un mural que representa el origen de la vida. Éste se convirtió en el primer mural subacuático del mundo, y permaneció sumergido hasta 1992, cuando las aguas fueron desviadas para restaurar la obra de Rivera.

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Al cumplir 70 años, Diego Rivera fue homenajeado dentro y fuera del país en reconocimiento a su extensa obra, de la que se destaca el trabajo como muralista, así como sus más de tres mil cuadros y centenares de dibujos y bocetos. El 24 de noviembre de 1957 fallece en San Ángel Inn, en la Ciudad de México, y es sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores. Su legado artístico e ideológico prevalece hasta nuestros días, y su nombre se ha colocado como sinónimo de identidad para la cultura mexicana.

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