El 13 de junio de 1939 llegó al puerto de Veracruz, proveniente de Francia, el buque Sinaia, en cuyas planchas de metal se escribieron historias de migrantes, de peregrinos, de expediciones y del “escenario de una historia de solidaridad y esperanza”, como señaló el investigador Luis Enrique Moguel Aquino, al transportar, en sus más de 112 metros de longitud, a mil 599 españoles que huyeron de su terruño a causa de la guerra y de la represión emprendida por Francisco Franco.

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El 19 de julio de 1936 el ejército español se sublevó contra el gobierno elegido democráticamente, lo que devino en el estallido de la guerra civil. En febrero de 1939, tras tres años de combates, Cataluña, el último bastión de la República española, estaba pronta a caer, por lo cual se inició el gran éxodo: medio millón de españoles atravesaron los Pirineos hasta el litoral mediterráneo.

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Desde 1938 Félix Gordón Ordás, embajador de la República Española en México, inició gestiones ante el gobierno mexicano para una posible emigración de republicanos españoles a nuestro país, en caso de perder la guerra. En respuesta, Ignacio García Téllez, secretario de Gobernación, en nombre del presidente de la república, hizo público que México acogería “a los obreros del campo, a los profesionistas y a los obreros técnicos que —expulsados por la rebelión—, tengan que emigrar de España”.

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El asilo otorgado a los españoles fue congruente con la política, tanto interna como externa, del presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río. Durante la guerra civil, Cárdenas abogó en la Sociedad de Naciones por la República española, denunciando las flagrantes violaciones de la No Intervención. En el verano de 1937 acogió a 500 niños españoles. Y en 1939, al conocer las condiciones infrahumanas en que se encontraban los refugiados españoles en los campos del sur de Francia, puso en marcha una generosa política de asilo.

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Cuauhtémoc Cárdenas, ha referido que “el exilio fue producto de una guerra desatada por el fascismo internacional que lanzó su poderío en apoyo de la reacción interna, que no toleraba que España saliera de la Edad Media para florecer en un régimen de igualdad y libertades. Triunfó en España el fascismo internacional también, por la miopía y pusilanimidad de las potencias coloniales de entonces, que sacrificaron no sólo a los pueblos de España, sino que abrieron el paso para que se ensangrentara el mundo, incluyendo a sus pueblos, los de las propias potencias coloniales”.

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El barco construido en un astillero de Glasgow, Escocia, bautizado como Sinaia, en honor a la población donde se encuentra el castillo de Peles, antigua residencia de la familia real de Rumania, partió del puerto de Séte el 23 de mayo de 1939 hacia tierras americanas. En él venían fotógrafos, dibujantes, pintores, científicos, mineros, agricultores, ganaderos, albañiles, artesanos, empleados, comerciantes, médicos, abogados y profesores. Todos combatientes de la libertad y defensores del gobierno legal y democrático de la Segunda República Española. Algunos nombres que podían leerse en la lista de embarque eran o serían grandes intelectuales: Pedro Garfias, Tomás Segovia, Ramón Xirau, José Gaos, Eduardo Nicol, Adolfo Sánchez Vázquez, Manuel Andújar y Benjamín Jarnés. Y con ellos, los fotoperiodistas hermanos Mayo.

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Durante el trayecto del Sinaia por el trasatlántico nació una niña que fue llamada Susana Sinaia Caparrós, en honor del barco. Se confeccionó el diario Sinaia. Diario de la Primera Expedición de Republicanos Españoles a México, a través del cual se informó a los pasajeros de las circunstancias del viaje, se dieron conferencias para orientación de las familias y conocimiento del país que los iba a acoger.

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El boletín Sinaia refería a sus lectores que la estancia en México sería pasajera y se debía tener en cuenta que el objetivo de los que se exiliaban era la “reconquista de la patria”, no cabían por tanto discusiones ni actitudes separatistas. Con lo cual los españoles que venían a bordo dejaron a un lado sus diferencias políticas. Situación que le preocupaba a la opinión pública mexicana, pues se creía que sus ideas podrían perjudicarla. No obstante, consciente de la situación, el gobierno declaró: “de ninguna manera se permitirá a los refugiados que se dediquen a labores políticas mientras vivan en el país; y a los que lo hicieran se les aplicaría el Artículo 33 Constitucional”.

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En la crónica de El Nacional, acerca de la llegada del Sinaia, se refirió: “en punto de las cinco horas (hora de Veracruz) hizo su entrada a la bahía el vapor francés Sinaia, luciendo en sus mástiles las banderas de todos los países democráticos. En la cubierta se veían grandes carteles en los que los refugiados transmitían el saludo del pueblo español al mexicano. El muelle ofrecía un espectáculo inusitado, pues desde temprana hora los trabajadores se congregaron allí, apiñándose hasta la orilla del mar para saludar desde lejos, con los puños en alto, a los refugiados españoles. Esto acontecía antes de que hubiese amanecido por completo, con magníficas demostraciones de simpatía y solidaridad”.

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¡Ven!, visita el AGN y conoce las historias que han dejado huella en nuestro país.

 

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