El 24 de noviembre de 1919, el general villista Felipe Ángeles, fue sometido a un consejo de guerra en el Teatro Héroes, en el estado de Coahuila; el veredicto: se le sentenció a morir. De acuerdo con el relató del diario El Universal, más de tres mil personas se congregaron para presenciar el juicio, y al entrar al teatro Felipe Ángeles fue recibido por la gente de pie, El Universal supuso que para ver mejor los sucesos, no como una señal de respeto y admiración al general. El 27 de noviembre El Universal informó que Felipe Ángeles había sido ejecutado a las seis de la mañana, y que “personalmente dio la orden de hacer fuego, habiendo demostrado serenidad”.

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Felipe Ángeles nació en Zacualtipán, Hidalgo, en 1869. En 1883 ingresó al Colegio Militar; en 1890 le fue encargado dar la clase de Mecánica analítica, en la misma institución. Viajó a Estados Unidos y Francia para instruirse militarmente. Cuando estalló la Revolución, por su conducta y conocimiento militar, Francisco I. Madero lo llamó para ser parte de su gobierno. Regresó a nuestro país a principios de 1912.

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Su primera campaña militar fue en el estado de Morelos; su misión: pacificar la zona y combatir a los zapatistas que habían entrado en confrontación por la actitud de Madero contra los rebeldes surianos, ya que –refiere el escritor Adolfo Gilly–, Emiliano Zapata propuso 13 puntos para firmar la paz en el estado de Morelos, entre ellos el retiro del gobernador, un “indulto general a todos los alzados en armas”, el retiro de las tropas federales y el compromiso de dictar “una ley agraria procurando mejorar la condición del trabajador del campo”. No obstante, Madero fue tajante: “haga saber a Zapata que lo único que puedo aceptar es que inmediatamente se rinda a discreción y que todos sus soldados depongan inmediatamente las armas. En este caso indultaré a sus soldados del delito de rebelión y a él se le dará pasaporte para que vaya a radicarse temporalmente fuera del estado”.

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Debido a su encomienda, se encontraba en Morelos cuando Victoriano Huerta y sus seguidores dieron el golpe de Estado contra el gobierno de Francisco I. Madero. Éste de inmediato se trasladó a Morelos para pedir al general Ángeles regresara a la capital, a defender el Palacio Nacional. Al final, al consumarse la toma de poder por parte de Huerta, Felipe Ángeles fue detenido junto a Madero y Pino Suárez; pero  diferencia de lo ocurrido con el presidente y  vicepresidente a Felipe Ángeles se le perdonó la vida, no se le fusiló por el prestigio que tenía en el interior de las filas castrenses, por lo que Huerta decidió encarcelarlo, para después liberarlo y enviarlo en comisión especial a Francia –la intención era alejarlo del país –.Venustiano Carranza conociendo el destino de Ángeles, le pidió que se sumara a su lucha, ofrecimiento que aceptó, por lo que regresó a México para luchar por los postulados del Plan de Guadalupe. Pero en las filas del Constitucionalismo encontró la hostilidad de los sonorenses, en especial de Álvaro Obregón y su ambición, que vio en Ángeles un adversario.

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Carranza lo nombró subsecretario de Guerra, sin embargo, era un trabajo burocrático lejos del campo de batalla, que terminó por no agradarle, por lo que buscó integrarse al combate; su búsqueda lo llevó con Villa, quien decidió sumarlo a la División del Norte. Durante 1914, su habilidad como estratega fue vital para infligir la derrota definitiva al Ejército Federal, en la toma de Torreón y Zacatecas, la última pieza que quedaba en pie de la dictadura porfirista.

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En ese mismo año convenció a los zapatistas de incorporarse a la Convención de Aguascalientes. A consecuencia de la derrota de la División del Norte, en 1915 en el Bajío, de nuevo fue obligado al exilio, ahora en Estados Unidos.

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A causa de la persistencia de los guerrilleros villistas y del propio Villa contra Carranza en Chihuahua y Durango, permitieron el regreso del general Ángeles a México en 1918, aunque su estadía en el país fue corta y a salto de mata. Fue aprehendido el 17 de noviembre y fusilado en la madrugada del 26 de noviembre de 1919. Gilly señala que “el general había regresado a México nomás para morirse en su ley, en lugar de andar arrastrando penas y nostalgias entre los políticos conservadores del exilio”.

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¡Ven! Visita el Archivo General de la Nación y consulta sus acervos documentales y hemerográficos, donde puedes conocer cómo se vivieron los hechos que nos han formado como nación.

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